Y hoy es el segundo. Extraño día, ni chicha ni limoná.
Ayer, el primer día, la pifié. Tres oficios de viernes santo, en tres
sitios distintos, intentando que fueran acomodados a “las circunstancias”. Me
vi como el correcaminos que acelera porque tiene que hacerlo; sin espacio para
pensar siquiera, abrumado por “el programa” a realizar; pretendiendo no dejar
“cabos sueltos” de “un algo” deslavazado e inconexo, amasado a lo largo de los
siglos. Sin conseguirlo. Mejor habría sido callar, guardar silencio, parar toda
actividad, dejar que cada quien se expresara por sí mismo. Ni rituales ni
rúbricas. Horarios abiertos y sermones sin palabras. Sólo procesiones. Una cruz
no requiere sino estar a la vista. Lo mismo que un sepulcro, tenga losa o no la
tenga.
Tiempo muerto. No para programar jugadas estudiadas. No hay estrategia
en este partido. Sólo esperar… el ánimo suspenso.
* * *
No me dio clase porque yo no estudié griego. Simplemente me lo
disculparon. Más me hubiera valido saberlo en profundidad. Y lo mismo el latín.
Y también hebreo, koiné. Están en la base. Imprescindibles, aunque no
necesarios. Fueron tiempos de rebajas.
Si yo no tuve nada con él, él sí lo tenía conmigo. Cada vez que
sonriente me saludaba y me ofrecía conversación, yo me quedaba pensando ¿quién
es? Caía en la cuenta luego, tras el adiós. O tenía mucha memoria, o me
confundía con otra persona.
“El de griego” tenía nombre: Jesús Ángel Albillos Puente.
A partir de ahora ya no habita “la zona de obras”. Ha entrado de lleno
en el “tercer día”.
1 comentario:
así son los dias ahora Miguel Angel, pero en el fondo su huella la marcaron otros instantes, donde la prisa no tenía sitio.
Un saludo.
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