Y salía la pobre, delgada, media altura, más de 60, sacando las gafas del estuche que ella ya sabía que tenía que llevar. Subía los tres peldaños, se colocaba las lentes y poniéndose de frente, empezaba la lectura.
No le resultaba fácil, que va. Sentía como un ahogo ahí dentro, y las rodillas le temblaban, y la voz al principio casi no salía. Pero empezaba, y se entonaba y se calentaba, y terminaba la lectura con el consabido: palabra de dios.
Y él, la veía salir de los bancos de adelante, con temor, con humildad, sabiendo que "dirían" de ella, -ahí está la bien instruida, la sabiondilla del pueblo, la que se cree más-, con decisión, hasta con obediencia, porque ésa era la obsesión terca de este melenas más tozudo que una mula (que quién lo habrá parido, que quién será su madre) que nos ha llegado, que nosotros leamos lo que a nosotros nos corresponde. Y él sabía de sus temblores porque él también los sentía, que cada vez que sin armas ni coraza se plantaba ahí delante, para decir no su palabra sino la encargada y confiada, siempre siempre sufría un sofoco, y un temor, y un temblor, que también en las rodillas sentía que, vamos, que ni le sostenían.
Ella siempre hizo ese servicio mientras el peludo de pantalón color lila, y en verano hasta con zuecos, estuvo allí. Después, ya no se sabe, no se puede decir nada…
Hoy la (te) recuerdo con nostalgia, con agradecimiento, con alegría y un poco hasta con rabia.
Con nostalgia, porque han pasado muchos años y muchas cosas.
Con agradecimiento, porque nunca recriminó nada a nadie y realizó su servicio con caridad.
Con alegría, porque ya está con el Abba, madre y padre a un tiempo, y allí ya no tendrá que leer, ni le temblarán las piernas, ni tendrá que hacer ningún servicio que ya los tiene todos cumplidos. Se fue con 97, que ya está bien…
Con rabia, porque hace de esto más de 33 años, y ahora vienen los obispos reunidos en santo sínodo más la cabeza pensante a decir que sí, que las mujeres lean la biblia en la iglesia. Vamos, ni que hubiéramos nacido ayer. Entonces ¿el Vaticano II pa qué sirvió?
Dominica, va por ti, y por todas:
No le resultaba fácil, que va. Sentía como un ahogo ahí dentro, y las rodillas le temblaban, y la voz al principio casi no salía. Pero empezaba, y se entonaba y se calentaba, y terminaba la lectura con el consabido: palabra de dios.
Y él, la veía salir de los bancos de adelante, con temor, con humildad, sabiendo que "dirían" de ella, -ahí está la bien instruida, la sabiondilla del pueblo, la que se cree más-, con decisión, hasta con obediencia, porque ésa era la obsesión terca de este melenas más tozudo que una mula (que quién lo habrá parido, que quién será su madre) que nos ha llegado, que nosotros leamos lo que a nosotros nos corresponde. Y él sabía de sus temblores porque él también los sentía, que cada vez que sin armas ni coraza se plantaba ahí delante, para decir no su palabra sino la encargada y confiada, siempre siempre sufría un sofoco, y un temor, y un temblor, que también en las rodillas sentía que, vamos, que ni le sostenían.
Ella siempre hizo ese servicio mientras el peludo de pantalón color lila, y en verano hasta con zuecos, estuvo allí. Después, ya no se sabe, no se puede decir nada…
Hoy la (te) recuerdo con nostalgia, con agradecimiento, con alegría y un poco hasta con rabia.
Con nostalgia, porque han pasado muchos años y muchas cosas.
Con agradecimiento, porque nunca recriminó nada a nadie y realizó su servicio con caridad.
Con alegría, porque ya está con el Abba, madre y padre a un tiempo, y allí ya no tendrá que leer, ni le temblarán las piernas, ni tendrá que hacer ningún servicio que ya los tiene todos cumplidos. Se fue con 97, que ya está bien…
Con rabia, porque hace de esto más de 33 años, y ahora vienen los obispos reunidos en santo sínodo más la cabeza pensante a decir que sí, que las mujeres lean la biblia en la iglesia. Vamos, ni que hubiéramos nacido ayer. Entonces ¿el Vaticano II pa qué sirvió?
Dominica, va por ti, y por todas:
¡Un brindis en tu honor esta tarde en la mesa del Señor!