Esta bola toda llena de pinchos lleva conmigo, o yo con ella, desde los primeros tiempos. Y me estoy refiriendo a los míos, hace más de… ¿pongamos cuarenta años? ¡Pongamos!
La he tenido junto a la ventana que da al jardín, justo al mediodía, y ha tomado el sol a raudales. De agua nunca ha estado sobrada, sí de música, palabras amables, humo de tabaco y olor a café. Y ella nunca se ha expresado; inmutable e impasible, todo me lo ha soportado.
La necesidad ha forzado cambiarla de ambiente. Linda ha necesitado espacio y ella estorbaba. No solo no se ha quejado, ¡ha florecido!