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¡Qué cosas se me ocurren!




Es mi manera de expresar tu frase “¡qué cosas tienes, miguelangel!” cada vez que algo en mí te sorprendía, grata o infelizmente. Tanto daba, valía para toda ocasión. Aún así, me dejabas trajinar, si era cosa manual, o respirar, si el asunto era de otra calaña. Claro que no mucho tiempo, porque la impaciencia te podía; y más pronto que tarde volvías a ver o preguntabas cómo iba con el tema.
El caso es que el domingo tenemos confirmaciones, y viene Luis. Pero viene de obispo. Y con báculo y mitra. Para ésta tengo apaño. Pero el báculo no está bien apoyarlo en la pared, como si fuera cualquier trasto. Estoy pensando colocarlo erguido, que es lo que corresponde. Y en esas estoy, cómo hacerlo.
¿Cuánto pesa un báculo de obispo? ¿Qué grosor tiene? ¿Cuál es su altura? Son medidas que necesito conocer. Acabo de formular las preguntas por correo extraordinario, que me corre prisa.
En cuanto sepa las respuestas, esta mañana tengo trabajo que hacer y será una digna manera de celebrar este día, tu cumple y mi bautizo. No hay nada mejor que festejar lo que sea haciendo algo productivo.
Pero antes debo saber algo más. En el caso de que venga solo, me tocará a mí tomar y entregar la mitra. ¿Cuándo hay que hacerlo? Voy corriendo a buscar el manual del acólito con obispo, seguro que en internet lo encuentro.
Ya dí con él. Y sabes una cosa, que entre quitar y poner la mitra, recoger y entregar el báculo, retirar y volver a colocar el solideo, el próximo domingo terminaré hecho un ovillo. Espero que Luis sea indulgente.
Ya te he dicho que hoy voy a estar ocupado. También tengo que estudiar, aunque no creo que aprenda nada interesante.
Qué facilito debió resultar mi bautizo. Casi tanto como mi nacimiento, cosas entre paisanos.
Besos para mamá y tu recibe mi cariñoso abrazo

Nunca es tarde, si la dicha es buena



Lanuza antes de su renacimiento
Aquella noche, bajo la lona de la tienda y más arriba las estrellas sobre las montañas, la música de Lanuza tapó el cantar del Gállego. Estábamos acampados en un perdido de El Pueyo de Jaca, junto al embalse de Búbal, en el que nos dejaban a quienes aún teníamos prevención hacia los campings organizados. Lo nuestro era ir por libre. El año anterior lo habíamos descubierto, así que fuimos derechos y llegamos ya anochecido tras un viaje agobiante bajo un sol de justicia.
La sorpresa fue la música amplificada por el eco del valle, que duró hasta que el cansancio nos venció. Cuando, a la mañana siguiente, emprendimos el camino del Respumoso y los Arrieles, vimos a lo largo de la carretera el anuncio a todo cartel del Festival de los Pirineos Sur; luego descubrimos allá abajo el escenario flotante en Lanuza, y en Sallent pasamos junto al variopinto mercadillo que dejamos para visitar a la vuelta.
En años sucesivos, ya advertidos del evento, hacíamos parada en Escarrilla, lejos de los amplificadores y el bullicio. Así fue como recorrimos Panticosa, los Baños, y sus numerosos ibones, a derecha y a izquierda de la vertical que conduce tras del Portalet al Midi d'Ossau. No, ni lo intentamos. Lo nuestro era sólo ver. Y en este caso, ver de cerca, porque ese pico puede ser contemplado desde muchos kilómetros a la redonda, basta con que te asomes a cualquiera de los innumerables miradores del Pirineo de Huesca.
Hoy me entero de que, al celebrarse el XXV Festival de los Pirineos Sur, quieren recordar la música de entonces, en homenaje a quienes lo inauguraron. Demasiado tiempo ha pasado para encontrar algo en internet, salvo la promoción de la página web oficial; esto y que a ti nunca te gustaron los sones modernos, me desanima de forzar poniendo un refrito musical que no es original y del que sólo oí su rebote en las altas paredes de las montañas, de noche, cansado y con ganas de dormir para madrugar.
Nunca entendiste mi tardía afición por el Pirineo, pero como en tantas otras cosas, discretamente callaste. ¿Cómo me aguantabas?
¡Once años ya! Te añoro, papá.
Moli 1ª soportaba por mí aquellas alturas

El comunicado




Antes de recibir la fuerza del Espíritu por medio del sacramento de la confirmación, queremos deciros por qué damos este paso.
– Queremos confirmarnos porque queremos confirmar nuestro bautismo, queremos seguir siendo cristianos.
No se trata de un gesto precipitado, que vayamos a realizar sin haberlo pensado.
A la invitación de la comunidad cristiana a recibir la Confirmación, hemos respondido que sí, pero esto no significa que tengamos las cosas muy claras y que las dudas hayan desaparecido.
Seguimos con ellas, y estamos nerviosos,
y pensamos que aún no somos suficientemente maduros,
y que nuestra fe todavía es pequeña,
y nos preocupa qué quiere Dios de nosotros…
– Queremos confirmarnos para continuar cerca de Jesús, para aumentar la confianza en nosotros mismos, para participar en la construcción del Reino de Dios.
Sabemos que nuestra vida no va a cambiar a partir de mañana; pero con alegría y esperanza, y con la ayuda de familiares, amigos, y catequistas conseguiremos orientar nuestra vida en la línea del Evangelio.
– Finalmente queremos confirmarnos porque queremos vivir nuestra fe cristiana
no solos sino en comunidad,
con más madurez, sinceridad y confianza,
en un grupo abierto a los demás,
para enfrentarnos a los problemas propios y ajenos con coherencia y decisión.


Me piden los catequistas que reelabore el comunicado de los jóvenes que se confirmarán el próximo domingo, para que no sea repetición de lo que dijeron sus compañeros el otro día. Y aquí estoy yo, que ni soy joven ni me voy a confirmar, tratando de ponerme en sus zapatos y escribir algo que al menos pueda pasar por palabras suyas, y no un mero postizo.
Lo primero que me viene a la mente es mi bautizo, que recibí hace hoy sesenta y ocho años. Me llevaste a bautizar en el día de tu cumpleaños, ausente mamá que convalecía de un parto realizado en la casa familiar de un pueblo de la Castilla profunda, con la asistencia del médico del pueblo, Agustín, y de comadronas aficionadas pero expertas. Por eso mismo fue en Santa María, sólo atravesar la calle, en lugar de en San Esteban, la parroquia, a la otra punta del casco urbano.
Crecí con la fe que me fue concedida a los once días de mi existencia en esta tierra, y con ella sigo tras haber vivido en ella  sin amagos de renuncia ni menoscabo. Más bien yo diría que en progresivo aumento, porque puedo ratificar lo que escribiera santo Tomás de Aquino respecto de la caridad: “La caridad misma, por su propia especie, no tiene límite en su crecimiento, dado que es una participación de la infinita caridad, que es el Espíritu Santo. Es igualmente de virtud infinita la causa del aumento de la caridad: Dios. Por último, tampoco por parte del sujeto se puede señalar límite a ese aumento, ya que, creciendo la caridad, se incrementa la capacidad para un aumento superior” (Suma Teológica II-II Qu.24 a.7).
No hay mérito por mi parte, he crecido en la fe como lo he ido haciendo en los demás aspectos de mi vida: comiendo, jugando, durmiendo, estudiando, trabajando, rezando. Es por esto que el gerundio es el tiempo verbal que más me representa. Pero también a Dios, que no tiene otro nombre sino “Yo soy estando”, traducción particular mía del hebreo YHWH.
Por supuesto que fue a través de ti y de mamá como Dios se valió para ganarme. ¿De qué otra manera, si no? Luego fui descubriendo mi propio camino; y también mi ritmo de andadura, mi equipaje y mi compañía. Nunca, sin embargo, faltasteis tú y mamá, a pesar de no siempre coincidir, tampoco asentir; respeto total, y silencio muchas veces. Discusiones y regañinas hubo, porque tu fe era inamovible, y en maneras irreformables; en tanto que yo trataba de indagar y encontrar respuestas, crear mi propia forma de creer en el mismo Dios en el que tú siempre creíste.
Junto a vosotros fui descubriendo que era Iglesia. Y fui dócilmente conducido a la Eucaristía, un 19 de mayo de 1955, el día de la Ascensión; y a la Confirmación, un día normal de colegio y con Don José García Goldáraz, el arzobispo que me crismó.
Luego llegó si vivir la fe sólo como Iglesia o también para la Iglesia; y ahí aparecieron los problemas. Pero no era Dios quien los planteaba, era la condición humana. Al final, como siempre en mi vida, Dios lo resolvió. A su manera, por supuesto.
Papá, hoy cumples cien años, el once en la gloria del Buen Padre. Un siglo ya para ti apenas es un instante; para mí, y para esta Iglesia que aún peregrina, es una dura etapa que hemos de cubrir al estilo de San Pablo: “No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está delante, corro hacia la meta, para ganar el premio al que Dios, desde arriba, llama en Cristo Jesús” (Filipenses 3, 14).
Y porque esta singladura se está volviendo especialmente complicada, estos chicos y chicas no lo tienen nada fácil; muchos de ellos carecen del acompañamiento que yo tuve; algunos han de remar contra la corriente; y todos y todas, vivimos en una realidad completamente diferente a la que yo, a su edad, viví.
Por eso no soy el más indicado para reformar el comunicado que puedan realizar unos adolescentes/jóvenes que piden la Confirmación. Aún así, voy a intentarlo.
Besos para mamá.

Me lo contaba mi papá


Se trata de una anécdota sin importancia, de las muchas que acumulamos los seres humanos a lo largo de la vida y que de vez en cuando, más bien de vez que en cuando, metemos en nuestras conversaciones como que no viene a cuento; pero las contamos.
Resulta que a mi padre le gustaba de joven la caza con galgo. Capturó una liebre una mañana de verano y se la ofreció a un pastor a cambio de una cachava que él creyó ser de junco marino. Luego devino en simple palo sin más, pero esta es otra historia. El pastor se ocupó de la pieza cazada, la desolló, la cocinó y la dispuso para zampársela en grata compañía. No tuvo el cuidado necesario y los perros, en un descuido, se la robaron.
La noticia corrió por el pueblo casi tanto como la liebre cuando vivía, y llegó a oídos de papá. Mi padre no era de mala entraña y no gustaba del dolor ajeno, pero no se pudo sustraer a preguntarle en cuanto se lo echó a la cara: “¿Qué tal resultó la liebre?” A lo que aquel buen pastor respondió: “¡La liebre, sí señor, la liebre!” Como insistiera, “¿Salió tierna?”, recibió como respuesta, “¡La liebre, sí señor, la liebre!” Hizo un tercer intento, y esta vez inquiriendo “¿Con quienes te juntaste para la pitanza?” El pastor, sin embargo, siguió respondiendo “¡La liebre, sí señor, la liebre!”.
Volví a recordar anoche a mi papá repitiendo por enésima vez aquella vieja historia de su juventud cuando miraba en la tele a Pablo Iglesias responder a preguntas de cierto compromiso. Aquel pastor entendía de ovejas, y debía ser bastante bueno. Este otro, profesor de universidad, no carece de palabras, pero no transmiten nada. ¿O lo explican todo?

Ya es hora de contártelo


http://www.zoomnews.es/sites/default/files/images/201401/escribir_una_carta_getty_170113.jpg


Papá, prometo ser breve esta vez, que ya sé que no te gusta que me extienda. Con pocas palabras es suficiente. Tampoco necesito muchas para decirte lo siento. Tuviste que pasar muy mal año, aquel en que me “birlaste” una carta que no te quise enseñar. Me llegó en verano, mientras estábamos cosechando, o sea, en Castromocho. Ni me acordaba de que los jesuitas, que son muy previsores, me habían pedido la dirección de mi residencia en vacaciones. Por eso me extrañó recibirla allí, y tras leerla, la guardé. Pero tú, quizás sospechando por mi comportamiento, te hiciste con ella. Y la copiaste. Sí, la transcribiste de tu puño y letra. Lo recordarás.
Cuando al verano siguiente, tú en el hospital operado del cáncer de laringe, Roberto quiso encontrar las cosas que previsoramente pudieran hacernos falta por si tú no salieras en buenas condiciones, dio con los cachos en que tú la habías convertido antes de ingresar. La recompuso, finalizó el complejo puzzle y me la enseñó. Él no la conocía y tuve que explicarle cosas que me había callado. En Comillas me habían sentenciado, no me consideraban candidato apto ni para seguir allí cursando teología ni para continuar como seminarista. Eso tuvo que llenarte de inquietud, incluso de seria preocupación sobre mi futuro. Y tal vez, digo sólo tal vez, fuera un factor más a tener en cuenta en el origen y/o desarrollo del tumor que casi te deja mudo de por vida.
Pero ni el tumor pudo contigo, ni aquella carta conmigo. Tú, porque viviste treinta años más parlando –y fumando– lo que te plugo; yo, porque han pasado más de cuarenta, me ordenaron y continúo en lo mío.
Y aquí es donde viene lo de “lo siento”. Tenía que habértela enseñado y leído juntos para que entendieras y no te preocuparas lo que no te merecías. Fue un verano muy extraño aquel. Incluso publicaron una lista de nombres de alumnos comillenses como participantes en un curso en El Escorial, todos subversivos y revolucionarios, y claro allí estaba yo, aunque no me moviera de tu lado en los dos meses que duró la faena. Me sacaron en más ocasiones y por motivos igualmente peregrinos, estábamos en el ojo de gentes que nos miraban con desconfianza, no nos consideraban trigo limpio… Nada dije, supongo que de nada te enterarías. ¿O sí?
Al finalizar aquel año decidí no volver más por el colegio de la calle Écija, que me ahogaba como antes lo hiciera el seminario de Valladolid. Resultó muy difícil para mí compaginar unos estudios en los que empezaba a encontrarme bien, habitando en un lugar en el que me resultaba imposible vivir. ¿Sería ilusorio compaginar teoría y práctica? ¿Así iba a ser mi vida en adelante? Pasé a la residencia de Cadarso y empecé a respirar. Pero tú, no creo que entendieras porque yo tampoco me explicaba. Como tampoco lo hice mucho después, cuando te llegaron ecos de lo que pasó en el pueblo donde me estrené. Ocasión que volvimos a desperdiciar ambos, yo por callar, tú por no preguntar. De ambas situaciones salí sobreviviendo, pero para nada triunfador. Son pasado, aunque dejaron huella que llevo con resignación y persistencia. Sigo siendo, no igual está claro, rebelde con causa.
Los dos somos de pocas palabras, casi ninguna. Y tímidos. Nos cuesta abrirnos, no nos atrevemos a entrar. La intimidad propia y ajena es para nosotros terreno sagrado e inviolable, nos paralizamos justo en el umbral y damos la impresión de no querer saber, no estar dispuestos a mostrar. Ya ves, han tenido que pasar diez años para que me atreva a recordarlo… y expresarlo.
Siempre confiaste en mí. Te estoy agradecido. Te quiero papá.

Precisamente hoy



¡Qué contrariedad! Me las prometía muy felices, porque hoy, precisamente aniversario de mi bautizo y el que hubiera sido un cumpleaños más de papá, tenía dispuesto publicar las fotos de las confirmaciones del domingo en la parroquia, pero unos cambios que no entiendo en google+ impiden que inserte adecuadamente lo que el lugar proporciona, y como no sé de qué otra manera hacerlo, no me queda otra que ofrecer el simple enlace: https://plus.google.com/u/0/photos/105364500132456950903/albums/6139939301070850545
De momento es lo que hay. Trataré de hacerlo de otro modo para que esté a mi gusto y conveniencia, pero esto llevará su tiempo.
Esto me recuerda que no siempre los elementos colaboran; casi nunca lo hacen. No sólo le ocurrió a Felipe II con su Armada “Invencible”. También me sucede a mí. Y con harta frecuencia.
En fin, así celebro que con ésta alcanzo las dos mil publicaciones en este mi pequeño mundo, con más pena que gloria.
Sit transit gloria mundi, o “vanidad de vanidades, todo vanidad” que diría aquel escéptico, y una pizca fatalista, autor bíblico de nombre Qohélet. ¡Qué diría el ya difunto personaje ante el panorama actual de constante cambio e innovación! Va a tener razón el otro venerable que afirmaba que, como el curso de un río, la realidad es inaprensible porque lo que ahora te moja ya no existe, ha mutado en otra cosa, que también te empapa, pero ignoras si hay manera de controlar. Ha sido un brote “psicótico”, afirman los expertos. Y tú te quedas con cara de tonto. ¡Mi madre! ¡Qué cosas pueden suceder! ¡Qué horripilantes consecuencias pueden tener tus arrebatos! ¡Quién eres en realidad!
A pesar de tener un espejo grande en el pasillo, ya ni me miro cuando salgo o entro de casa. No sea que no me reconozca, y ¡qué sería de mí a partir de ese instante!
Bueno, termino y, como no puedo prometer, no prometo que encontraré la manera de que esas fotos tan esperadas aparezcan donde tendrían que estar, en la página web parroquial, concretamente en Galería de fotos, justo al final del todo.
Pillín, Google+, lo tienes escondido no sé dónde, pero lo he pillado. Aquí está lo que buscaba:

La primera noticia del día



Como despertador se me enciende la radio y lo inmediato que oigo es cómo va a ser el encierro y cuántos los corneados.
Tú pasabas de ello, y de los toros en general. Al contrario que mamá, que se tragaba todito el recorrido, primero en la radio y luego por la tele.
No eras de toros y vacas, sí de caballos y yeguas. Y de galgos, por lo que me contaron de tus tiempos jóvenes. En los campos llanos de Moral tuviste fama de cazador, mejor dicho, de perseguidor de liebres.
Pero nunca competiste, ni apostaste, así tuvieras los mejores lebreles de la zona. Por eso también pasaste del fútbol, que en cuanto empezaba el partido te cansabas y volvías a la novela que tenías entre manos.

Una sola afición en este sentido te conocí: el Atlético de Bilbao, el Atleti. Y le fuiste fiel mientras él también lo fue. Luego, simplemente lo dejaste.
Por eso mismo, anoche te habrías dedicado a leer en lugar de mirar a la pantalla. Ni una sola jugada mereció la pena. Suele ocurrir, decías, que cuanto mayor expectación, mayor decepción.
Ya sabrás que los nuestros se volvieron pronto a casa. También habíamos levantado demasiadas ilusiones. Es nuestro sino: grandes proezas, terribles fracasos.
Como lo de este verano. Ni lo es, ni lo parece. Los campos estaban secos antes de concluir mayo, y hasta el mediterráneo está dejando de ser atractivo.

Por cierto, hablando de cosecha; el otro día me enteré de que ya no se siembra “aragón”, “rojo basto”, “rojo fino”, aquellos trigos duros que a ti te gustaban tanto porque hacían tan buen pan. Ahora se estilan otras variedades que a ti te sonarían a chino como a mí a novedosas. Atento que va la lista.
En trigos duros: alfaro, anton, artimon, astigi, attila, bolenga, cannizzo, canyon, capri, carioca, claudio, concadoro, debano, delton, don pedro, don rafael, dorondon, durtres, llanos, mellaria, nefer, quijano, simeto y vitron.
En trigos blandos: alicante, altria, amarok, apache, atijo, autan, berdun, bokaro, bologna, cezanne, chatelet, chaklin, candhi, guru, indor, isengrain, kalango, kumberri, legion, marius, orion, ornicar, pistolero, plethore, positano, provinciale, royssac, soissons, subtil, terron, y trocadero.

Si vieras qué migas más oscuras se comen ahora, y qué cortezas se estilan en los panes que se ofrecen, renegabas del oficio que te encadiló la vida entera.
En fin papá, en nueve años que han pasado mucho han cambiado las cosas. Y mucho más aún habrán de cambiar, porque está todo globalizado y esto avanza a un ritmo que es una barbaridad.
Por cierto, hemos hecho obras en casa. Ahora, con un portal resplandeciente, salir y entrar, subir y bajar, las veces que hagan falta. Ninguna pereza.
Yo estoy bien. Dale besos a mamá.

Exactamente once días



Ese tiempo me ha durado el maimón que Tere me trajo por mi cumple. “Para que desayunes”. Hoy lo acabé. Justo cuando celebro el 66º aniversario de mi bautizo. Que coincide con el cumple de mi padre, que habría hecho… Son tantos que he de hacer un cálculo mental: ¡98!
Extraño este lunes de pascua. Día de cole. Es decir. Vuelta a la normalidad. Sin tiempo para un respiro, darme un garbeo por la región, recorrer algún paraje pintoresco, visitar monumentos del románico o del gótico, saludar a los amigos, recoger las cosas de estas ajetreadas jornadas de liturgias, viacrucis y horassantas… Ni siquiera para ir a regar las plantas de mi madre.
21:04:2014:09:58:53
En su lugar la malvarrosa florece. Un almendro / de tres / se mantiene vivo y ese plantón de olivo (de cuatro) parece que quiere no morir.
En fin, once días no son muchos. Suficientes, sin embargo, para entrar de lleno a disfrutar la pascua, que viene cargada de emociones.
De momento lo primero, que es aviar todo para esta tarde, que llega la chavalada. Luego pasarme por la pisci, –ayer me trabajé una hora completa–, y no descuidar la reunión de última hora, que por ser la primera de este trimestre postrero debería salir bordada.
Once días no son nada, apenas una semana estirada. Para mi mamá, entonces, un mundo. Ni estar pudo. Sí asistió mi papá, con treinta y dos años recientitos. ¡Un chaval!

Esta vez son unas fotos




Sí, papá, unas fotos de la montaña. Más o menos como tantas que intenté enseñarte de mis campamentos con la chavalada y de mis excursiones en vacaciones. Pero, hijo, otra vez os vais… Tened cuidado… y volved pronto. Me llamas cuando lleguéis a casa. Era tu rutina. No entendías que nos gustara gastar los ratos libres conduciendo lejos y andando cuesta arriba y cuesta abajo. Pero, y allí ¿qué es lo que veis? Y enseguida te soltabas a contar los tres años que pasaste en la sierra de Guadarrama, cuando la guerra, en un nido de águilas, cuidando un puesto de ametralladoras que nunca disparaste, pasando frío y bebiendo hielo y nieve derretidos, y bajando de pascuas a ramos a San Rafael a tomarte con tus compañeros de armas cualquier cosa en la posada.
Para ti la montaña era un estorbo que te impidió durante mucho tiempo estar lejos de tus tierras llanas, tu rebaño, tus gallinas, tu marrano y de poder ir a Rioseco al mercado y a cantar en la cantina con un jarro de tintorro en una mano y la fusta del caballo en la otra.
No quisiste nunca mirar fotos que yo traía para enseñar de nuestras correrías. Hoy las vas a ver, quieras o no, porque a cabezota sabes que no hay quien me gane. No son mías, son de Toñi y de Roberto, que están ahora por allá. Te voy a contar cómo es el paseo que acaban de hacer ellos dos y que expresan en estas imágenes.
Empieza un camino en la orilla derecha del río Ésera, que ahí mismo recibe como afluente al Estós. Tras un corto repecho que bordea un pequeño embalse a cuyo pie se mantiene hasta muy entrado el verano un puente de nieve, el valle se abre y se nivela, ofreciendo bosque de hayas en toda su inmensidad. Pasado un buen rato, quizás media hora o tres cuartos, sale a la izquierda un sendero que sube haciendo eses entre el bosque. Otra hora más o menos y se llega a una llanada en la que hay una preciosidad de laguna, el pequeño ibón de Batisielles. Un poco más allá hay una cascada que baja de un lago y forma otro lago, los ibones de Escarpinosa. Y bordeando por la izquierda a lo largo de toda la ladera oeste de las Agujas de Ixeya se van encontrando más lagunas hasta que la última, la más escondida, se te presenta rodeada de neveros y con algún que otro témpano flotando; es la Tartera de Perramó.
Toñi, que ha sido la maquinista, no ha querido mirar en ningún momento a su derecha, por eso no ha sacado ninguna foto ni a las Agujas de Perramó, ni a los ibones que hay justo a su lado. Tal vez en la próxima visita quiera subir al ibón alto de Batisielles y desde allí nos saque alguna buena panorámica de este valle alto de las cercanía del Llardana o Poset.
Bueno, papá, no me digas que en este tu octavo aniversario no te traigo fotos guapas. Míratelas en un ratejo que pilles sin ocupación, y le dices a mamá que también las eche una miradita.
Espero volver a recorrer esos lugares alguna vez más, aunque me lo están poniendo muy difícil; no dejan que los perros corran libremente, y llevarlos sujetos es martirizarlos y martirizarme. Prefiero no ir, a no ser que me concedan un pase especial o me aseguren que puedo dejar a mis amigos en un buen alojamiento.
Por cierto, papá, no te he contado que tenemos un Gumi; va a cumplir cuatro años y acabo de arreglarle el cuerpo limpiándole un absceso contumaz que le salió porque haciendo el bestia se dio un golpe contra una pared del jardín de la parroquia.
El muy pillín conoce la historia de tu Gumi, y te manda un gruñido cariñoso mirándote con su ojo malo, el del tercer párpado.
Besos de tu hijo.

El que se mueve no sale en la foto. ¿O es al revés?


No sé qué les costará a algunas personas quedarse quietas. Deberían hacerlo. No sólo porque así saldrían en alguna foto, para cumplir con el viejo y paradigmático dicho; sino, y esto es lo que a mí me interesaría, porque cosillas suyas que tengo prestadas no desaparecerían, como me está ocurriendo últimamente. Que ya es fastidio.
Digo esto porque hice una entrada dedicada a mi padre hace ya algunos años en la que le ponía algunas canciones que le gustaban y que desde youtube estaban hasta en vídeo. ¡Hay que ver cómo mejora esto a aquello de los discos dedicados y de felicitación de la radio de posguerra!
Bueno, pues no señor; han tenido que moverlos y ahora no salen en mi blog.
Aprovechando que hoy sería su cumple, vamos a ver… creo que el 97º, vuelvo a colocarlos si es que los encuentro por alguna parte.
El primero está; es Estrellita Castro.
El segundo… también; son Imperio Argentina y Miguel Ligero.
Y el tercero parece que también; aquí está, es Florián Rey
Bueno, pues, como están todo los suyos, ahora, y dado que hoy es el sesenta y cinco aniversario de mi bautizo, pongo también este otro que me birlaron y acabo de encontrar: Con todos ustedes Charlie Chaplin, Charlot…
A todo esto, para terminar y a modo de rúbrica, porque firma no hace falta, mi padre fue poco semoviente. Quiere esto decir que había que moverlo, animarle, empujarle… para sacarle de su surco. Era de ideas muy firmes y de fidelidades inquebrantables. Como si dijéramos, de piñón fijo. Tal vez por eso mismo tengo tan pocas fotos suyas.
Algo debió pegárseme a mí, a pesar de ser su hijo pequeño.

El tornillo




A la vista de la foto se ve claro que hoy, a las diez, tengo que ir a mi dentista.
Igualmente está claro que lo que brilla sobre la nota en la agenda es un tornillo. Es el recordatorio de que no debo asistir a la cita sin llevármelo conmigo.
Me explico.
Pudo ocurrir en la piscina, mientras nadaba, y haberlo perdido en la inmensidad del agua. Pero sucedió al entrar de vuelta a casa, justo en la puerta. Un movimiento extraño con la lengua, y el tornillo quedó mansamente depositado sobre ella. Porque es el tornillo provisional del implante recién puesto en mi incisivo derecho.
Tres años casi llevo con el hueco, porque un quiste forzó su extracción. El hueso ha tardado su tiempo en rellenar el espacio, y hace quince días mi dentista favorita me lo colocó, con más miedo que vergüenza. Tanto, que lo dejó flojito, por no forzar el más cartílago que hueso de esa parte de la mandíbula.
El caso es que con éste ya poseo tanto acero en mi boca como robocop. Y gracias a ello como lo que quiero, especialmente manzanas verdes y duras, que me llenan la boca de agua fresca recién levantado de la cama. Es mi placer favorito.
Mi madre, que también le gustaban, tenía que comerlas cortaditas en finas lonchas, porque su dentadura era una pena y daba para muy poco. Mucho sufrió de los dientes.
Mi padre, por el contrario, la tuvo sanota hasta bien tarde, pero nunca le vi comer a mordiscos una manzana. Ni una pera, ni nada de nada. El lo cortaba todo en cuadritos exactos, como el pan…
Sin embargo, esa dentición se vino abajo en un instante, merced a las tropecientas mil sesiones de cobaltoterapia que le propinaron cuando se le detectó un cáncer de laringe. Pasó de comer todo y de todo, a comerlo pero con dentadura postiza completa arriba y abajo. Y ya no fue lo mismo.
Hoy, séptimo aniversario de su fallecimiento, una simple tontería de un tornillo suelto me lleva a recordar un detalle, igualmente tonto, de mi vida con mis padres.
En los últimos tiempos, cuando ya se habían cortado ambos la coleta de irse en verano a Alicante, mi madre se venía casi todas las tardes a mi casa dándose un largo paseo, casi cuatro kilómetros, y luego a la vuelta o la acompañaba hasta el autobús en La Rubia o la llevaba en el coche, según lo que ella dijera. El caso es que no volvía a casa antes de las diez. Tu padre se hace su cena, se encierra en la cocina y ¡lo que trajina! No le digo nada, pero me lo deja todo…
Un día le pregunté, sabedor que papá no era precisamente un arguiñano, qué cenaba. Cojo una manzana, una naranja, un plátano y algo más que pille en el frigo, lo echo en el vaso y con la minipimer me hago un batido. Luego me fumo un cigarro.
Mira tú por cuanto, el carnívoro mayor del reino, terminó cenando frutas varias en puré, autogestionándoselo.
Esta mañana, a las diez sin falta, Elena tiene este tornillo en su consulta, y que haga con él lo que deba. Palabra.

El credo que ha dado sentido a mi vida




Hace ya algunos años la editorial Desclée de Brouwer inició una colección bajo el título que encabeza esta entrada. Fui adquiriendo uno a uno según publicaba los libros, que si no recuerdo mal fueron quince. Ahí me paré. Tal vez también se detuvo la editorial, ya no lo recuerdo.
El primero en salir a la palestra fue González Ruiz, canónigo en excedencia de la catedral de Málaga, que tuvo a bien impartirme una sabrosona Introducción a San Pablo, a mí y a mis compañeros estudiantes. Y fue el gancho.
Luego llegó Llanos, menos ameno y un poco más difícil de seguir.
Díez Alegría, Javier Domínguez, Casaldáliga… y en fin, la lista que está ahí puesta.
El caso es que, siendo todas ellas unas personas estupendas, cada una ponía su acento particular y reseñaba aquellas circunstancias que a favor o en contra habían ayudado o estorbado, cuando no entorpecido, su discurso y su discurrir de creyentes. Una cosa era incuestionable dentro de la variedad: Dios no había sido en ninguna de ellas objeto de controversia. Sí, la forma humana (la interpretación) que se les ofrecía o ante la cual debían situarse.
En ninguna de ellas me vi plenamente reflejado, no sólo porque no llego a su estatura humana ni a su saber, sino porque mis circunstancias vitales han sido muy otras, y salvo pequeñas escaramuzas del tres al cuarto, mi vida ha sido más bien tranquila y sosegada, salvo el período de tres años en que me retuvieron mi solicitud de ser ordenado.
Creo en Dios. Rotundamente. Ni asomo de duda, no me avergüenzo ni me vanaglorio al afirmarlo. Desde que tengo uso de razón.
Celebro, pues, este día, 21 de abril, en que hace 64 años me bautizaron en la iglesia de Santa María, donde se venera a Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de mi pueblo, Castromocho. Con alegría, con agradecimiento, con la memoria viva de mi padre, Vidal, cuyo nacimiento también fue un 21 de abril. Celebrábamos así unidos, su cumpleaños y mi bautizo. Unidad que mantuvimos a lo largo de nuestra vida común, al margen de las discrepancias, todas ellas menores, que no lograron distanciarnos ni enfrentarnos.
Creo en el Dios que mis padres me mostraron. Creo en el Dios que Jesús, el Cristo, se esmeró en describir, con aquella su pedagogía al alcance del pueblo sencillo, mostrando las aves del cielo y la hierba del campo. Creo en Dios cuando la Iglesia dice que es el Creador de cielos y tierra. Creo en el Padre/Madre, Abba le llamaba Él, en quien Jesús confió, obedeció y se refugió. Creo en el Dios Amor, -Padre, Hijo y Espíritu-, en comunión con la Iglesia, esa enorme muchedumbre y corriente de humanidad en la que me encuentro inmerso y de la que formo parte, porque quiero y necesito para reconocerme como objeto de su providencia y cuidado. Creo en el Dios de los profetas, de Samuel a Jesús, pasando por Isaías, Amós y Juan el Bautista, cuya palabra denunciaba el mal y orientaba hacia el verdadero culto en espíritu y verdad. Creo en el Dios de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que en los de mala voluntad Dios bien cree aunque ellos no lo sepan, o no quieran enterarse.
No logro ser, como las personas de la lista superior, conciso y sistemático, y expresarme en una palabra, o en una frase, que concentre todo lo que a lo largo de mi vida he ido asumiendo como constituto del bagaje de mi fe, un credo simple y rotundo, que, a modo de lema, pueda ofrecerme. En su lugar he ido añadiendo cosas, que me han dado, que me he encontrado, que he deducido, que he imaginado, por mi cuenta o junto a otros, en forma de listado que aún sigue abierto y no tengo voluntad de concluir. Y esto es en este momento lo que tengo:

Creemos en Dios, Padre-Madre de todos, que nos quiere sin medida.
Creemos en Jesús, nuestro hermano, que entregó su vida por nosotros.
Creemos en el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, nuestra fuerza y alegría.
Creemos en el amor, que sí es posible en nuestro mundo.
Creemos en el perdón, en la reconciliación y en la amnistía.
Creemos que el trabajo nos permite ser creadores con Dios.
Creemos en la amistad, porque no hay otra forma más bonita de vivir.
Creemos en la generosidad y en que merece la pena compartir todo en la vida.
Creemos en la Iglesia, que somos todos y que tenemos que seguir construyendo entre todos.
Creemos en la igualdad de todos los seres humanos y de todas las razas.
Creemos en la justicia, porque este mundo es para todos por  igual y sin excepciones.
Creemos en la libertad, porque para ella nos liberó Jesús.
Creemos que debemos vivir como resucitados porque hemos sido llamados a la vida.
Creemos en la solidaridad entre las personas y entre los pueblos.
Creemos en la tolerancia y en el respeto de todas las ideas, ilusiones y creencias.
Creemos en la imaginación, para que juntos descubramos nuevos caminos.
Creemos que merece la pena estar alegres y contagiar alegría.
Creemos que la esperanza permite pensar y construir el futuro.
Creemos que la delicadeza debe presidir nuestros actos y animar nuestra vida, para que todo sea mucho más fácil.
Creemos que nadie debe crecer sin educación, para que todos tengamos cultura y nos podamos defender.
Creemos en el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús para la humanidad.
Creemos que hay que recuperar la inocencia, y ser limpios y hacer las cosas con honradez y claridad.
Creemos que hay que ser valientes, y defender a todos de cualquier atropello.
Creemos necesario alcanzar la unidad entre los cristianos, para que nuestro testimonio sea convincente.
Creemos en la oración, porque no todo está en nuestras manos.
Creemos que la naturaleza merece más respeto: queremos habitar una tierra limpia y hermosa.
Creemos que las guerras sólo llevan a la destrucción. ¡Queremos la paz ya!
¡Creemos que es posible un mundo donde todos seamos hermanos!

Está en plural, sí, porque el Padre nuestro también lo está, aunque lo recite yo solito. Creo, pero no en solitario, sino en comunión. Este credo lo hemos ido haciendo durante muchos años. Progresivamente ha ido creciendo y, según lo recitamos, vamos necesitando algo más de tiempo, alargando nuestras celebraciones. Es posible que a partir de ahora condensemos algunas partes, enriqueciéndolas a costa de otras, y resulte algo más breve pero más rico.
Dentro de quince días, en un rito que se repite cada año con motivo de las primeras comuniones, en mi parroquia utilizaremos esta formulación del credo para expresar la fe que nos anima y nos define.


Iglesia de Santa María, Castromocho




Mi café y mis rosarios, o viceversa


Y mi cigarro, por supuesto. Y mis más cosas, que también. Yo, al fin y al cabo, con mis circunstancias. O, más exactamente, uno es sus circunstancias. Porque si me quito las cosas que me ha ido añadiendo la vida, o que yo he ido cogiendo de aquí y de allá mientras vivía, mucho me temo que me ocurra como a la fresca lechuga, a la dulce cebolla, a la simple acelga, o a la rotunda  alcachofa: que ni corito(1). Sencillamente, nada.
Si una vez hablé de los belenes de mi vida, esta de ahora la tengo guardada desde mucho antes, porque versa sobre lo que es más yo que yo mismo. Y eso que nunca fui rezador, que si lo hubiera o hubiese sido, ahora tal vez “seriese” muy distinto.
Mi primer rosario… ni me acuerdo cuándo lo entretuve entre mis dedos. A ojo de buen cubero puede que tuviera 5 ó 6 años. Luego llegaron otros, y dejaron de estar. Por entonces lo rezaba en familia, según como predicaba el entonces famoso padre Peiton: “Familia que reza unida, permanece unida”. Unas veces a través de las ondas de la radio, y las más con mi madre desde la cocina dirigiendo, y mi padre y nosotros, los hijos, a medias jugando y respondiendo desde el comedor. Mi mamá se perdía, por culpa del sofrito de las sopas de ajo, y alguien de casa recordaba: “Tercer misterio, Jesús coronado de espinas”. Y mamá empezaba padre nuestro…
El primer rosario del que fui consciente sería sobre los doce ó trece años. Para entonces ya había rezado muchas avemarías, con sus padrenuestros y sus glorias. Me lo reservé para mí después de haber fabricado otros muchos. En él me volqué y tejí una cadeneta que ahora, sin gafas imposible, y con ellas malamente la veo. Es éste:
Le gustó a mi papá y, caprichoso él, me encargó le hiciera uno. También le dediqué cariño y atención. Es éste:
Mi mamá usaba sus dedos, o los puntos al tejer, o contaba con garbanzos, o vete tú a saber si lo hacía mentalmente. Siempre se alargaba, y hacía unos rosarios que resultaban maratonianos. Hasta que alguien decía, ¡vale ya! que es la hora de cenar. Y entonces se recitaba la letanía a toda prisa y comiéndose jaculatorias para abreviar.
Pero ella sí tenía sus rosarios. Ahora son míos, que me los dejó. Uno está muy usado, en tanto que el otro es de puro adorno.
El mío siempre va en el bolsillo derecho del pantalón. No falta de ahí, junto con el mechero y las llaves de casa. Me hace compañía.
Sin embargo el que uso, cuando es menester, es este otro, mucho más cómodo, que ni se enreata ni se engancha, que pasa discretamente desapercibido y que es sumamente manejable. Normalmente está colgado de la palanca del cambio de luces. Helo aquí:
Y finalmente está este otro que no tengo ni idea de cómo ha llegado a mi poder. Toda la pinta tiene de haber sido el aderezo de una niña en el día de su primera comunión. Llegado el momento de convertirse en estorbo y no sabiendo qué hacer con él, algún alma cándida y piadosa opinó que como en casa de un cura en ninguna parte. Y lo trajo y me lo dio. ¿Qué hago yo con esto? Lo puse en la pared de mi despacho y ahí lo tengo:
Pero salvo la Biblia, para orar en realidad sólo necesito un café y un cigarro, un cigarro y un café, y un periódico. A pesar de que mi médica favorita me ha avisado que el colesterol, el tabaquismo y la hipertensión me acechan, yo sigo fiel a mí mismo y a mis circunstancias, porque son éstas al fin y al cabo las que me definen. Sin ellas, no soy nada. Ya se ve bien claramente, soy tan simple como el átomo de hidrógeno.
 
(1) Corito es expresión propia de mi tierra: a culo pajarero. Sin ropa, desnudo.

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