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Y además



Ha puesto a la europa del dinero en un trance. A lo que parece, también hay dentro quien no las tiene todas consigo, y ha llevado su tesoro a buen recaudo, o sea debajo del colchón o en casa de su prima. Y, esto no termino de captarlo, además ha pasado de largo ante posibles candidatas a puestos de responsabilidad.
Tal parece que en aquel país las que gestionan los haberes familiares, controlan la cesta de la compra y cuidan de que en casa no le falte nada a nadie, no son las mejores para atender los negocios patrios.
Yo no sé qué pensar ni qué decir. Tal vez la historia ya no sirva como maestra de la vida, las penélopes de otros tiempos no tengan parangón en el presente y sólo los más bravos y aguerridos sirvan para esta guerra.
No desatemos la caja de los truenos por otra nueva helena, que ya sabemos cómo terminó aquel episodio.
Hay que tener mucho cuidadín con los caballos de madera. Pueden tener truco y encerrar dentro de sí un infierno pavoroso.
De momento desde los confines del mare nostrum ya les estamos diciendo que la pela es la pela, y que se las arreglen como puedan.
¿Insolidaridad? ¡Tener los garbanzos contados!

Me quedó absoluta y meridianamente clara

 

Fue una explicación de novela, concretamente de El nombre de la Rosa, con crímenes de por medio junto a una biblioteca del medioevo, en lo alto de un monte pelado. Y un rastreator escocés, ¿o irlandés?, un perverso anciano toledano y muchos otros personajes inconfundibles e ¿inimitables? Bueno, y también un ingenuo jovenzuelo de nombre corto, Adso, que sale de narrador, y mucho tiempo después de penitente anciano y descreído. ¡El único inocente!
Así es, así está, la factura de la luz.
No es que me gustara demasiado la comparación. Más bien nada en absoluto. Salvo lo de los turbios manejos, que en eso ¿cuándo no van a existir coincidencias, al menos una sola por lo menos?
Me preocupa, muy mucho, los personajes que intervienen. Son siempre los mismos. Están en todas partes, donde interesa. El interés lo puede todo. Lo organiza todo. Decide por mí, por ti, por aquel… por el que quedó sin saber.
Una cosa es segura: si en aquel oscuro y profundo siglo hubiera existido la energía eléctrica, la abadía se habría incendiado de igual modo. Basta con ver lo que ha ocurrido con el templo de A Virxe da Barca. Claro que Galicia también es profunda.

La cuenta de la vieja



Es tan simple que está al alcance de cualquiera. Dos más dos, cuatro. Y si hay cuatro, no se pueden gastar cinco. Para hacerlo, hay que pedir prestado uno. Claro que si te lo prestan, has de devolverlo. No uno, uno y algo más. Y ahí está el quid. Si se fían de ti, no te lo pondrán difícil; todo lo contrario de si no eres de fiar, que entonces intentarán aprovecharse. ¿Cómo? La cosa habrá que explicarla. Veamos.
Hubo una vez un judío que prestó a un cristiano. No le puso un tanto de interés por su dinero. No. Exigió de rédito una cierta cantidad de carne de su propio cuerpo. Una barbaridad, ¿verdad? Aún así el cristiano aceptó. El judío sabía de sobra que el cristiano nunca podría saldar su deuda. Por eso puso esa condición.
Ahora viene un señor ministro y dice que el mercado, o los mercados, son irracionales. Bien, una cosa es que sean imprevisibles, y otra que sean irracionales. Hay una, dos, tres y hasta cuatro razones por lo menos que mueven a los mercados; pero la irracionalidad no está en ellos, sino en quien se mete sin pensar. Y yo creo que este buen señor, al decir esto, o antes, no ha pensado bien, o al menos lo suficiente. (Como según me han dicho este caballero procede del mundo de las finanzas, tengo para mí que calla más que habla; vamos, que no dice todo lo que sabe.)
Si a Alemania le piden menos del 1% y a España más del 7% la cosa está clarísima. Quien se está llevando los euros a espuertas es Alemania.
Lo que yo me pregunto ahora es ¿quién demonios le presta a Alemania a menos del 1, pudiendo prestarle a España a más del 7?
¿Temen, acaso, que España no pague? ¿Cuándo ocurrió tal cosa? Yo no lo recuerdo. Pero si realmente quisieran que pagase, lo tendrían bien fácil: poner un tipo a su medida, no una salvajada.
Está claro, ya lo digo y me repito: hay una intención racional de distanciar a ambos países, romper el sueño europeo y acabar con esa moneda artificial, todas los son en realidad, que se llamó euro. Y me está dando por pensar que Alemania está en el ajo. Y mira que no quiero ser, ni parecer, malpensado…
Vieja friendo huevos. Diego Velázquez, 1618. ‪National Galleries of Scotland‬

Ese dolor que sufres en silencio





Desde muy pequeño me trajino con soltura con escaleras de mano para subir a donde haga falta. Ahora existen otros instrumentos más modernos, pero son engorrosos y caros. La escalera de tijera o la simple son baratas y apañadas. Yo uso ahora una de aluminio que son dos, se empalman, se abren o se dividen, según convenga, y alcanzo todo lo alcanzable que necesito para mis necesidades.
El caso es que desde que Roberto, el cura de la cercana parroquia de Beato Florentino, se desgració la víspera de las primeras comuniones al caerse y romperse la cabeza, cada vez que estoy con la escalera a cuestas alguien me advierte ¡cuidado con la escalera, que es muy traicionera!
Me gusta poner en el frontón del presbiterio frases alusivas al momento litúrgico, y ello me exige alzarme hasta lo alto para colgar los carteles y que se vean sin esfuerzo. Hasta ahora lo he hecho sin más complicaciones. Pero desde el accidente del vecino, tomo precauciones.
Puesto que el suelo es sumamente suave, que no resbaladizo, además de los tacos de goma que lleva en sus partes inferiores, aseguro la escalera con un contenedor lleno de arena, que impide que se escurra si no la coloco con la inclinación debida. Y me va. En un intento de reforzar la seguridad, haciendo caso de los avisos que me dan, el otro día tomé un recipiente mayor, justo el doble. Imposible cualquier deslizamiento, porque sesenta kilos son más que suficientes para sostener mis sesenta y uno.
Un problema. Treinta kilos se manejan. Sesenta, no. Y hube de levantarlos y apoyarlos tantas veces cambiaba de lugar para seguir la obra a lo largo de la larga pared. Es así que eran dos rótulos de unos tres metros cada uno, luego icé y bajé el susodicho container no menos de ocho veces. Tal esfuerzo lo noté en la cabeza, tal que en las sienes. Pero también en otra parte, la contraria. Así fue como empezó ese dolor que se sufre silenciosamente.
Una semana tratándomelas para que el dolor remitiera. Ahora sólo y apenas abultan, pero calladas. Están aunque no duelen. [1]
Mismamente como nos encontramos en estos momentos los españolitos: con un dolor silencioso, pero intenso. No estábamos bien, sólo regular tirando a peor, pero capaces de sentarnos si esa era nuestra conveniencia. Llegó el dichoso como se llame, algunos le dicen rescate, y fue tal la impresión que no sólo allá arriba lo sentimos, también en la parte contraria; tan intenso es, que ni sentarnos debidamente podemos. Requerimos ahora una almohada de esas redondas y con el centro vacío, cual si fuera un flotador pero en rosa, y así estamos doloridos y maltrechos. El tratamiento no sé cuál pueda ser, porque esta clase de dolores afectan de muy diversa manera al personal; a unos les tiene mano sobre mano, a otros con ganas de marcharse a la chinganga, y a bastantes, más que bastantes, pasando hambre.
La espada de damocles cayó encima nuestro. Nos ha dejado descabezados -o ¿ya estábamos sin ella?- y el estómago ha perdido el norte y el sur; puede que a partir de ahora las piernas se lo piensen y decidan si marcharse, no importa si al este o al oeste. [2]
Yo he resuelto mi problema con dos, dos recipientes iguales, uno para cada pata de la escalera, a razón de treinta kilos por pernera. No creo que el problema general tenga tan fácil solución. Pero si fuera por arena, aquí, en el pinar, hay mucha. Tanto si es para sepultar a alguien como si es para disimular la mancha que han dejado tras tan enorme descomposición. [3]
Avisadme, si os parece, y voy recogiendo…[4]
–––––––––––––––––––––
[1] Para mayor información sobre este asunto, pulse uno.
[2] Para completar la descripción al respective, pulse dos.
[3] Para comprobar y no llevarse a engaño, pulse tres.
[4] Simplemente para ver, pulse cuatro.

Llenando una tarde de domingo

“Hay alternativas”: Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa (Descargar Libro)

Vicenç Navarro, Juan Torres López
y Alberto Garzón Espinosa, 2011
Ediciones sequitur, Madrid 2011
www.sequitur.es
www.attac.es
Tomado de: Rebelión.org
A todas las personas, y especialmente a las más jóvenes,
que a partir del 15M han salido a las calles
para rechazar las políticas neoliberales que recortan los
derechos sociales y para reclamar otras medidas alternativas
y más justas para salir de la crisis



INDICE

Prólogo de Noam Chomsky

Introducción

I. Las causas de la crisis mundial

II. Las singularidades de la crisis española

III. Lo que hay que solucionar: agenda para una economía más justa y eficiente

IV. Las condiciones para crear empleo decente

V. La hipoteca del déficit social

VI. ¿Bajar los salarios o subirlos para crear empleo y recuperar la economía?

VII. La financiación de otro modelo de actividad económica

VIII. Otra Europa, otro mundo

IX. La economía al servicio de las personas y en armonía con la naturaleza

X. 115 propuestas concretas

(Fragmento)

Semanas antes de que termináramos de escribir este libro el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, afirmaba refiriéndose a la situación en la que se encontraba Grecia: “No hay alternativas ni plan B para Grecia. La alternativa es la catástrofe”.

Siempre dicen lo mismo: sólo se puede hacer lo que digan quienes están en el poder. Y cuando también insisten tanto en que la alternativa es el desastre, la catástrofe, como dice Barroso, ¿a quién puede extrañar que la gente normal y corriente, que se informa leyendo sus diarios o viendo los telediarios en sus televisores, termine sintiendo miedo y acepte sin rechistar esa “única” alternativa?

Una única alternativa que siempre viene a ser lo mismo: recortar salarios (directos, indirectos en forma de gasto social o diferidos como pensiones). Cuando la economía va bien, diciendo que es para que no vaya mal y, cuando va mal, para que vaya bien.

Los autores de este libro, como otros muchos científicos, sabemos que los argumentos que los políticos y los economistas neoliberales dan para justificar lo que proponen son falsos.

Sabemos que hay alternativas, que se pueden hacer otras cosas distintas a las que proponen la patronal, los banqueros, los directivos de los bancos centrales y los políticos que comparten con ellos la ideología neoliberal.

Lo sabemos sencillamente porque leemos, porque no recurrimos sólo a las investigaciones de quienes se dedican a reforzar el pensamiento dominante sin tener en cuenta los trabajos científicos que demuestran lo contrario. Por eso sabemos que se puede crear empleo impulsando la actividad económica y no frenándola, como quieren hacer los neoliberales. Por eso sabemos que para hacer frente a la deuda pública es mejor proporcionar a los países capacidad para generar ingresos propios y no quitársela porque entonces lo que se producirá será más deuda, como ha pasado siempre y como va a ocurrir en Europa con las medidas neoliberales que se están aplicando.

Nosotros sabemos que hay alternativas, es decir, que se pueden hacer otro tipo de políticas simplemente porque eso es lo que demuestra la literatura científica, por mucho que se quiera ocultar por parte de los neoliberales (…)

VICENÇ NAVARRO (www.vnavarro.org; Twitter: @VicencNavarro) politólogo y economista, es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y ha sido catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona y de la Complutense de Madrid. Exilado por motivos políticos es y ha sido Profesor de Políticas Públicas de la The Johns Hopkins University de EEUU durante 40 años. Autor de veintiocho libros traducidos a varios idiomas, es uno de los científicos sociales españoles más citados en la literatura científica internacional.

JUAN TORRES LÓPEZ (www.juantorreslopez.com; Twitter: @juantorreslopez) es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Ha ocupado diversos cargos de responsabilidad académica y ha sido secretario general de Universidades e Investigación de la Junta de Andalucía. Autor de numerosos artículos científicos y de divulgación económica y de una veintena de libros, además de dirigir o participar en numerosas obras colectivas como el best seller Reacciona. 

ALBERTO GARZÓN ESPINOSA (www.agarzon.net; Twitter: @agarzon) es licenciado en Economía y diplomado en Administración de Empresas y Máster en Desarrollo Económico; actualmente realiza su tesis doctoral sobre modelos de desigualdad y crecimiento. Coordina la revista digital Economía Crítica y Crítica de la Economía, fundada en el seno del movimiento de jóvenes economistas críticos en España.
 Descargar Libro:   Hay alternativas
 
Aclaración/explicación:
Recibí ayer este "asunto" y lo eché una ojeada, ya que el remitente era de toda confianza. Su lectura me hizo recordar mis estudios de economía y las propuestas que ya entonces hacía mi profe de esa materia.
No tengo tiempo de “tragármelo” ahora, que ando un poco pilladillo con el comienzo del curso catequético parroquial. Pero prometo hacerlo en cuanto me libere una miajilla.
Ahí lo tenéis disponible, por si os apetece saber algo que no se dice en los papeles oficiales.
Puede ser una manera muy interesante e instructiva de ocupar una tarde fresquita de domingo. El saber no ocupa lugar, cierto; pero además, sirve para que no te den gato por liebre.
Además, ¿no habíamos quedado en que entre las doncellas necias y las doncellas prudentes había que elegir a las prudentes? Pues… las prudentes fueron diligentes y no dejaron verse sorprendidas por el sueño.
¡Buena lectura!

¿Sorprendido yo? ¡Asqueado!



 
ISSN: 1579-6345


ecleSALia 18 de octubre de 2011


SENSACIÓN DE VÓMITO
… y Mateo 22, 15-21
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID.


ECLESALIA, 18/10/11.- A punto estaba de decir buenas noches a mi familia, cuando me quedé conscientemente atrapada en un reportaje de Documentos TV -“¿Planeta en venta?”- sobre la compra de tierras en Etiopia a cargo de un empresario hindú.
No es que me pillara de sorpresa y sé que no sólo es en África. Los países más empobrecidos están “en venta” desde hace mucho tiempo y a precio de saldo. Si no lo queremos saber es porque resulta difícil digerir que de sus recursos viene buena parte del denominado estado del bienestar de los países ricos.
Ahora se ha puedo de moda la adquisición de tierras en las zonas más pobres del planeta, como es el caso de Etiopia (comentaron que en ese país todo el mundo pasa hambre) con el fin de controlar en un futuro la producción de alimentos ante una posible crisis alimentaria. Es decir, tener la sartén por el mango para decir quien come y quien no come.
Dicen los medios de comunicación que países de economías emergentes y los habitualmente emergidos están adquiriendo masivamente tierras para explotarlas como producciones agrícolas industriales que desvían el producto a quien mejor pague. ¿Repercute esto en quienes viven o malviven en esas tierras y que además son la mano de obra?
Esa era la pregunta que se formuló en el documental de anoche y que a lo largo de la media hora que duró, me fue dejando una sensación de vómito que no consigo quitarme mientras escribo.
El resuelto empresario hindú había comprado un montón de hectáreas de tierra, se había anexionado un pequeño monte que tiene valor sagrado para los habitantes de la zona y había comenzado su negocio de cultivo de maíz. Salió, ufano, de un super-coche dando instrucciones por el móvil a algún político de la zona pues había que  resolver un tema acuciante: los famélicos trabajadores no querían ponerse a trabajar. Su “capataz-mano-derecha” comentó que quería ir estableciendo un estilo de trabajo en donde incentivaría, a base de premios, a los que más recolectaran. Un sistema de trabajo que conocemos bien, vivimos en él: pagas en B, bonus, viajes, pisos, etc.
Mientras, los habitantes de la zona dijeron ante las cámaras, que dependían de la Ayuda Internacional para comer, que repartían raciones para dos o tres personas aunque la familia fuera de ocho o diez. Después de recoger las mazorcas de maíz e irlas metiendo en camiones, uno dijo que “preferiría que algunas se quedaran allí en vez de tener que depender de la Ayuda Internacional”. Por cierto, el maíz es fácil que vuelva al lugar de donde salió convertido en alimento solidario, ya que la Ayuda Internacional es cliente del emprendedor empresario. Confieso que la cabeza me da vueltas y persiste la sensación de vómito.
Pero, he aquí, que vienen a mi mareada cabeza, las palabras de Jesús en el evangelio Mateo 22,15-21: “Pagadle al César lo que es del César…”. Con el denario (la moneda) en la mano podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hoy las cosas están llegando a un extremo en que todo se traduce en dinero.
El César es el Dinero y tiene muchas caras. Se ha mercantilizado incluso la Vida de las personas y el César reclama lo que entiende como suyo. Menos mal que Jesús siguió diciendo: “… y a Dios lo que es de Dios”.
Sabemos lo que Dios nos da: la Vida para que la vivamos y no dejemos que nos la secuestren; para que la compartamos y no nos la “despisten” por el camino convirtiéndola en amarillo metal; nos la da para luchar de forma comprometida y solidaria por los más débiles.
Se la devolveremos a través de la oración que nos mantenga en permanente conexión con Él para no desbarrar por el camino, de la  acción contra la injusticia, del compromiso con los más débiles, de la generosidad en la acogida, del consuelo a los que más sufre, de la denuncia de los despojan a otros de medios para vivir dignamente, del cuidado de la naturaleza que es fuente de vida, de la ayuda mutua y comunitaria para fortalecernos contra el permanente ataque del César.
A ver si la sensación de vómito va remitiendo con el antídoto del evangelio y la puesta en marcha por la Vida.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



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Ils ont partagé le monde, plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Si tu me laisses la Tchétchénie,
Moi je te laisse l’Arménie
Si tu me laisse l’afghanistan
Moi je te laisses le Pakistan
Si tu ne quittes pas Haïti,
Moi je t’embarque pour Bangui
Si tu m’aides à bombarder l’Irak
Moi je t’arrange le Kurdistan.
Ils ont partagé le monde, plus rien ne m’étonne !
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Si tu me laisses l’uranium,
Moi je te laisse l’aluminium
Si tu me laisse tes gisements,
Moi je t’aides à chasser les Talibans
Si tu me donnes beaucoup de blé,
Moi je fais la guerre à tes côtés
Si tu me laisses extraire ton or,
Moi je t’aides à mettre le général dehors.
Ils ont partagé le monde, plus rien ne m’étonne !
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Ils ont partagé Africa, sans nous consulter
Il s’étonnent que nous soyons désunis.
Une partie de l’empire Maldingue
Se trouva chez les Wollofs.
Une partie de l’empire Mossi,
Se trouva dans le Ghana.
Une partie de l’empire Soussou,
Se trouva dans l’empire Maldingue.
Une partie de l’empire Maldingue,
Se trouva chez les Mossi.
Ils ont partagé Africa, sans nous consulter!
Sans nous demander!
Sans nous aviser!
Ils ont partagé le monde, plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!

Se han repartido el mundo, ¡ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
Si tú me dejas Chechenia,
Yo te doy Armenia.
Si tú me das Afganistán,
Yo te voy a dejar Pakistán.
Si no quieres dejar Haití,
Yo te embarco para Bangui.
Si me ayudas a bombardear Irak,
Yo te consigo Kurdistán.
Se han repartido el mundo, ¡ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
Si me dejas el uranio,
Yo te dejo el aluminio.
Si me dejas tus yacimientos,
Yo te ayudo a cazar Talibanes.
Si me das suficiente trigo,
Yo hago la guerra a tus costes.
Si me dejas extraer oro,
Yo te ayudo a echar al general.
Se han repartido el mundo, ¡ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
Se han repartido África, sin consultarnos.
Se asombran de que estemos desnutridos.
Parte del imperio Maldinga,
Está entre los Wollofs.
Parte del imperio Mossi,
Se encuentra en Ghana.
Parte del imperio Soussou,
Está en el imperio Maldinga.
Parte del imperio Maldinga,
Se encuentra entre los Mossi.
¡Se han repartido África, sin consultarnos!
¡Sin preguntarnos!
¡Sin advertirnos!
Se han repartido el mundo, ¡ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!

Esa bolsa cuesta dinero

En casa había un bolsón para la compra hecho de cuero. Suficiente para contener la fruta, la carne, el pescado… El tendero introducía la mercancía en unas bolsas de papel, tamaño a convenir, y todas ellas se metían en el enorme bolso de dos asas. Recuerdo que los sábados acompañaba alguna veces a mi madre al mercado, -el del Val, el del Campillo o el del Caño Argales-, y era yo quien lo llevaba. A la vuelta, lleno a rebosar, era mi madre quien se lo cargaba. Si vacío me pesaba, cómo sería lleno.
A la vuelta de mi estancia en el convento me encontré una como caja con ruedas. “Es el carro de la compra”, me explicaron. Nos habíamos modernizado. Ya mi madre no tenía que acarrear tantos pesos. Aún así, en los últimos años en que estuve más encima, descubrí que mi progenitora tenía roto el bíceps derecho, con toda seguridad consecuencia de sus excesos transportistas. Y no sé si el origen estuvo en la bolsa de cuero o en el moderno carro con ruedas, porque tanto una como otro hacían trabajar y malamente brazo, hombro y casi seguro que también clavícula. Mano, muñeca y codo, por supuesto.
Ya en los últimos tiempos no había que llevar ni bolsa ni carro. En todo lugar, en cualquier tienda, grande-mediana-pequeña, te ofrecían bolsas donde portar la compra. Primero, es verdad, por un módico precio. Luego, gratis. El caso era dar facilidades, de manera que entraras y salieras, tras pagar, por supuesto, con lo que de pronto descubrieras que te hacía falta, o que no, pero ¡es tan barato!
Así las cosas, ahora en la caja de turno, la operadora que la administra, va empujando con la mano derecha los artículos previamente depositados sobre la cinta transportadora, mientras que con la izquierda va sacando de un cajón inferior bolsas, bolsas, bolsas…
Más de una vez yo he dicho ¡basta! Porque para llevarme lo que necesito, con dos manos me basto; ¿qué hago yo con seis u ocho?
Esta mañana en el Corte Inglés me han amenazado: “A partir del próximo día, la bolsa tendrá que pagarla”. Y yo he respondido a la señora: “Gracias por avisármelo. No me de bolsas, que traigo yo”.
Primero nos facilitan las cosas para que entremos por el aro. Luego, cuando ya estamos dentro, nos hacen pagar. Dicen que es por ecología, que el medio ambiente está saturado. Yo digo que juegan con nosotros; como lo han hecho siempre.
Me explico: hoy, al llegar a casa, saco mi compra. En la bolsa que llevé había zanahorias, una lechuga, kiwis, manzanas, naranjas, plátanos, tomates, pepinos, paraguayas, albérchigos y cebollas. Todo debidamente embolsado, en plástico por supuesto. Por lo mismo, y a fuer de ecologismo, bien podrían haber venido en las antiguas bolsas de papel de estraza, que luego servían para encender la lumbre, o para ponerlas en el suelo para pisar sobre ellas cuando se fregaba.
Pero no. Lo único que interesa ahora es que paguemos la bolsa de la compra.
Pues no deja de ser una manera como otra cualquiera de acabar un mes. Pero puesto a ser imaginativos, anda que no existen alternativas mucho más divertidas.
El caso es que hoy había otras cosas de qué hablar: del frío que ha llegado de repente, por ejemplo; o de las fiestas de La Cañada que ya estamos preparando; o de la victoria de Nadal en Wimbledon; incluso del debate parlamentario sobre el Estado de la Nación.
Podía haber escrito alguna cosa sobre mis amigos Moli, Berto y Gumi que han estrenado cuenta en google abriendo un blog, no sé para qué, y han estado un buen rato gastando bromas por ahí con desigual suerte, porque a una parte del personal bloguero no les hace gracia las gracietas.
Podía igualmente haberme hartado a poner fotos de las cosas que mi mamá tejió con rafia, producto de cortar en tiras las muchas bolsas de plástico que en nuestra casa, como en todas, se iban acumulando. Ella las reciclaba en forma de cestas, pañitos, portarretratos, posavasos, esterillas… Cosas de mi madre; lo mismo hacía punto, que tocaba el piano, que se fumaba una pipa mientras tomaba el sol en el mirador con un sombrero sobre la cabeza hecho ya sabéis con qué. 
En fin, que temas no faltaban. Pero había que escoger, y me ha dado por esto. El mes que viene, se verá.

Al que tiene, se le dará; y al que no tiene…


Esta tarde me ha dicho Toñi que la Merkel no ha venido a España en plan visita de cortesía, que ella bien lo sabe; ha venido a llevarse para allá a toda la gente lista de este país que o está infrautilizada o simplemente ociosa. Y algo de ello debe ser cierto.

Cuando yo estudiaba, me enseñaron que la base de la economía era la producción de bienes de consumo para la satisfacción de las necesidades. Y lo normal es que las cosas se produzcan en algún sitio, preferiblemente cerca de donde se van a consumir, para que el transporte no aumente el precio por culpa de los costes excesivos.

Cuando era pequeño el pan lo hacía Marcelo, el panadero del pueblo. La carne la vendía Félix, el cortador, del pueblo también. El pescado lo traía el señor Víctor, que venía en bici con su caja atada al transportín y repleta de peces y trozos de hielo mezclado con helechos; venía de un pueblo cercano, Fuentes de Nava. Mi escuela estaba en la calle de abajo, y el gaseosero dos calles más allá. Lo normal. De productor a consumidor con el mínimo trasiego y la más pequeña distancia.

Propiamente, en mi opinión, la economía más perfecta es la de autoconsumo: produces tú mismo lo que necesitas. Y lo que no sabes, no puedes o no quieres producir lo adquieres mediante un justo y equitativo intercambio. Así se inventaría la permuta, digo yo.

El caso es que creo que nuestro país, España, dejó de ser productor de bienes hace mucho tiempo, demasiado. Se traía oro de fuera, para comprar también fuera lo que necesita dentro, en lugar de producirlo aquí. De esa manera nos fuimos degenerando, hasta llegar a ser lo que somos. Ni productores, ni comerciantes. Sólo consumidores.

Digo esto porque se me ha ocurrido esta mañana al ir a comprar una lata de servus para los zapatos. Entré en un mercadona que no frecuento, y tuve que preguntar a un dependiente. Rectifiqué a tiempo para decirle que buscaba crema de zapatos. Me indicó el mostrador del fondo y allí inútilmente rebusqué. Ahora los productos reciben nombres muy sugerentes y se ofrecen en envases que en absoluto se parecen a los de mi infancia, pero siguen siendo básicamente iguales. De esa manera encontré una crema para enriquecer la piel de mis zapatos y darle al mismo tiempo un brillo deslumbrante por el módico precio de 1,59€. Es tal como era la lata de servus de mi chiquillez; y, a pesar de que en la factura figura como betún natural, en la tapa dice literalmente “shoe polish, shines, nourishes & protects, neutral” y está fabricado, eso dice por detrás, en Indonesia.

¡Cómo me va a extrañar que la Merkel venga a España a llevarse para Alemania médicos, ingenieros, arquitectos, y demás, si hasta el betún para los zapatos lo traemos de fuera!

Nadie piense que me acabo de enterar ahora mismo del asunto, que va. Ya me había dado cuenta de que las lechugas que me como son de Murcia, aunque las de aquí son exquisitas. Y las zanahorias, de Valencia; aunque las del Segovia son riquísimas. El pescado ya me sé que es de la mar, pero que en lugar del cantábrico lo que me como sea del índico me produce un cierto escozor no digo dónde. Y el trigo del pan que me como, ni pregunto; aunque bien me sé que en mi tierra se produce la mejor harina de trigo del mundo.

Mi gente generalmente trabajaba en la construcción. Ahora ya no, porque no se construye. Así que está parada. Si ahora viniera la Merkel y les dijera: “Pepe, vente para Alemania”, yo les animaría a marcharse con ella, y así dejarían de estar a dos velas y comiendo tanto fideo cabellín y tanto arroz con leche de los excedentes agrícolas de la ce que tengo a bien repartir sin mirar a quién.

Pero no. La Merkel necesita gente cualificada. Titulada y debidamente preparada. Y es que la vida moderna es así, en absoluto justa. Es tan injusta que no reparte bien las cosas. De modo que para que te den tienes ya que tener. La prueba está en los bancos, que no te fían porque si no tienes tampoco se fían de ti.

Y si no tienes, entonces ocurre como en el dicho evangélico…

“Porque se le dará a aquel que tiene y tendrá abundancia; pero a aquel que no tiene se le quitará incluso lo que tiene”. (San Mateo 13, 12).

¡Me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra!


Trasteando en un blog vecino, Diario del Aire, di con otro lugar y con este texto que me ha producido empatía, simpatía y sintonía. No es que lo ocurrido en Haití esté ahí explicado. Pero pensando, pensando en lo que se dice, tal vez se entiendan cosas a las que hemos estado dando vueltas durante estos días pasados.
Yo disfruté, y también sufrí, leyéndolo. Mirad a ver si os pasa lo mismo. No es demasiado largo y no os ocupará más que unos minutos.


"Del hecho al desecho"
por Eduardo Galeano (Uruguay)
martes, 12 de enero de 2010
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco..
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
 Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

 Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios. Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado".



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Definitivamente este post ha nacido malamente:

1º Parece ser que la autoría del texto que se cita pertenece a Marciano Durán (http://marcianoduran.com.uy).

2º En diversos blogs aparece como atribuido a Eduardo Galeano, y con títulos diferentes, no ya en el 12/1/2010 sino incluso desde febrero de 2009.

3º Igualmente parece cierto que Galeano desmiente este error, afirmando que no le pertenece, aunque se siente amablemente elogiado al atribuírselo.

4º. Sí parece que el otro artículo, “Los pecados de Haití”, tomado de http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/escritos/los.pecados.de.haiti.htm sea cierto. Si no lo fuera, me sentiría doblemente engañado. Y ya me suena a tomadura de pelo y burla este juego de autorías. ¡Qué fácil es copiar y pegar!

Mi bici, y yo. Una aproximación a la realidad misma

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra… Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

— Tiene acero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

¡Qué pretensión más pretenciosa! Pero me llegó de repente, al reñirme Fernando ayer en este blog, también con cariño, por ir en bici por la gran ciudad. La suya (la riña) era un consejo de prudencia, de cuidado, de ya no estás para esos trotes…

Y algo me sonó debajo del pelo de la testa, vamos en la sesera: “Mi bici, y yo”.

Pero al leer a Juan Ramón (perdón al gran poeta) me di cuenta del cruel desvarío.

De ninguna manera. Eso ni tocarlo, que es sagrado.

Así que vuelvo a volar por el corral, que es lo mío, a picar sobre el terreno, a escarbar y “cocoroquear” (seguro que no está en el diccionario, no miro por si acaso) y a recorrer mi ciudad y a visitar a mi gente en bici, que es muy cómodo, muy práctico, muy silencioso (tanto que ni molesta), muy rápido por lo de los semáforos que te saltas las direcciones prohibidas que soslayas y los atajos que siempre, siempre, encuentras.

Oye, y qué barato sale, tanto que ya la tengo amortizada, mi bici segunda en toda mi vida, que la otra ya caducó la pobre, que no me la robaron, oye, que una vecina buena la guardó por si acaso en su pobre choza (esto es metáfora, que su casa, aunque molinera, era muy digna, no te vayas a pensar otra cosa).

Y seguiré con mi bici, que tiene con el burro de platero, digo de Juan Ramón, mejor aún Don Juan Ramón Jiménez, el ilustre poeta, en común lo que acero y plata de luna, que estos días me ha salido la vena poética que nunca tuve; y seguiré porque las piernas me valen de maravilla, aunque ya apunta alguna vena queriendo ser, y será, variz carroñera y puñetera; y la rodilla izquierda la machaqué un día de montaña sanabresa por intentar llegar hasta la misma rota presa. Que el Trevinca es una deuda que aún está en la cartera. Pero ¡caerá algún día! Que al grito de Santiago y cierra españa, llegará su fin, al fin y al cabo.

En fin, bici mía, sigue ahí, que si no, te cambio por otra, que son baratas, y ligeras, y tienen transportín y hasta alforjas para llevar cosas y para recorrer el coso.

Y yo no digo nada, pero mi ciudad necesita de más bicis, de muchas bicis, que ya los guardias no vienen con la historia: ¡No tienes chapa! ¡Queda confiscada hasta que pagues la correspondiente tasa (o arbitrio municipal o como leches se llame)!

Ciudadan@, pucelan@, coge una bici, del común o de tu casa, y ve con ella que además de sano, es una gozada.

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