Estaba allí forzado, no a mi gusto y casi contra mi voluntad.
Oía, pero no quería escuchar: Has tenido un ictus. Necesitamos hacerte más
pruebas, te ingresamos.
Me negué y tras un tiempo de no diálogo, firme el
alta voluntaria.
Volví al día siguiente manso y colaborador.
Lo que creía una experiencia única no lo es; ni soy irrepetible
ni tengo de mi parte una constelación de estrellas.
He recibido un aviso, el primero; y no debo dejar
que me sorprenda el siguiente.
Esto y mucho más se me viene a los dedos mientras manoseo
el teclado. Pero alguien lo ha expresado muy bien, y me apetece aprovecharlo y
así ahorrarme un buen rato de escritura.
Para quien quiera seguir leyendo, —salvando todo lo que haya que salvar, porque cada quien es un mundo,—puede continuar
desde aquí.