No es sólo que hable muy deprisa, es que dice tantas cosas de seguido
que, al pronto te preguntas ostras, tú, dónde se llega. Y es que la Colau casca
como una ametralladora. Tanto que ni tiempo da de comprobar si estás o no de
acuerdo con ella. Pero una cosa sí me ha chirriado, porque está escrita y ésa
no se escapa: “Vamos a
desobedecer leyes que nos parezcan injustas”.
Tengo a gala ser un rebelde en estas cuestiones, pero también “con
reservas”. No es lo mismo ser un currito cualquiera, puro pueblo, que detectar
alguna forma de “poder”. Cada quien tiene su derecho a vivir como le plazca, y
a pensar con libertad. Los límites los marcan, claro está, las leyes que en
democracia nos ponemos. Saltárselas es responsabilidad personal y acarrea
soportar las consecuencias. Y ahí está el punto, quién eres, cómo actúas, en
calidad de qué te manifiestas.
Que yo vaya pedaleando por dirección prohibida por ahorrarme unos metros
de asfalto es cosa mía y del municipal que me detenga. Que mi alcalde enseñe a
ir saltándose semáforos es otra cosa.
Mi profesor de Moral, padre Higuera sj, nos enseñó que las leyes están y
hay que cumplirlas, sean buenas o malas. Si justas, porque se asumen. Si
injustas, porque está ordenado. A éstas sin embargo, hay que combatirlas; no
desobedeciendo, sino cambiándolas. Primero se paga, y luego se recurre. Ese es
el camino.
Claro que fastidia, pero lo otro resulta puro desorden, anarquía peligrosa,
individualismo que conlleva disolución y desnortación.
Espero que doña Ada lo repiense y entre en razón. Al menos que no
publicite esos modales que a buen seguro le salen porque habla tan deprisa que
sus pensamientos no llegan a coordinarse con sus palabras. Pase, por favor
señora alcaldesa en perspectiva, del allegro vivace al piu lento, y verá cómo
consigo seguirla… y entenderla.