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También soy (de) Barcelona




Ansiar la paz
«¿Quién ansía la paz? Quien sufre la guerra. ¿Quién siente necesidad de Dios? Quien sufre el desamparo de Dios. Pero del mismo modo que nadie será feliz mientres busque directamente la felicidad, nadie se encuentra con Dios buscando directamente a Dios. Dios no aparece como el Dios que necesitan los hombres. De hecho, con quien acaban encontrándose quienes se preguntan por Dios no es con el Dios que imaginaron, sino con aquellos que no parece que cuenten para ningún Dios».
Josep Cobo. La Modificación

Un día siquiera para la no violencia y la paz


Es lo menos que podría esperarse. Un día al menos, de los trescientos y pico que tiene el año. Pero no parece que estemos por trabajarlo ni la suerte para concederlo. Tal vez en los colegios hayan recordado a Gandhi con alguna actividad, quizás no han encontrado el momento o se hayan olvidado…
No hay tiros por mi barrio, no se oyen estallidos de bombas ni el ruido metálico de los carros de guerra. Tampoco escucho palabras de paz, ni veo gestos que la transmitan. Nadie grita ¡ha estallado la paz!
A Gandhi lo mataron. Como mataron a aquel que pasaba diciendo “soy amigo, amigo soy”, un día de madrugada.
Nadie quiere ver a la muerte. Se la saca a las afueras, como antaño a los “paseados”; o se la recluye en los hospitales, lejos de las casas; o en las residencias donde se van almacenando cual juguetes rotos los despojos humanos a los que ya no se puede atender “en condiciones” o roban espacio al iphone y tiempo a las vacaciones.
La muerte precisamente es la última violencia, lo dicen los manuales. ¿Lo dicen?
Hay muchas cuentas pendientes, demasiadas. No es posible la paz en esas condiciones. Un tropel de insultos, un mar de indignación, un universo irreconciliado, un magma volcánico de rencor, una memoria incapaz de recordar reconciliando. Así no hay manera de que alcancemos la paz.
¡Con la no violencia! Dirás. Palabras violentas, miradas asesinas, pensamientos inhumanos, gestos agresivos. Es lo que hay.
Mañana será otro día y veremos lo que pasa. Hoy toca hablar de esto, pero no encuentro palabras. Las que aquí dejo, no me sirven. Voy a probar estas otras, tomadas de wikipedia:
El Día Escolar de la No Violencia y la Paz —también conocido como DENIP (acrónimo, del catalán: Dia Escolar de la No-violència i la Pau) Día Escolar de la Paz o como DENYP (acrónimo del castellano: Día Escolar de la No Violencia y la Paz)— es una jornada educativa no gubernamental fundada en España en 1964 por el poeta y pacifista mallorquín Llorenç Vidal como punto de partida y de apoyo para una educación no-violenta y pacificadora de carácter permanente y que se practica el 30 de enero de cada año, en el aniversario de la muerte del Mahatma Gandhi. En los países con calendarios escolares propios del hemisferio sur se practica el 30 de marzo o alguno de los días próximos.
El exdirector general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, fue entrevistado por Global Education Magazine, diciendo que «tenemos que ser conscientes de que estamos a tiempo de cambiar una cultura de imposición, del miedo, culturas basadas en la especulación económica de deslocalización de la producción en la guerra, que todavía son capaces de transformarse en una cultura del diálogo, de la reconciliación, de la sociedad en una cultura de la paz».
Lanza del Vasto, discípulo directo del Mahatma Gandhi y fundador de la Comunidad del Arca, en una entrevista concedida en Sevilla (1976) dijo: "Sea así en todas vuestras escuelas. Estableced un día dedicado a la No-violencia".
Cuando en 1998 la ONU proclamó el Decenio Internacional para una Cultura de la Paz (2001-2010) el DENIP llevaba ya 36 años practicándose en centros educativos de los distintos niveles de todo el mundo.



La paz, un tema recurrente



En una fabulita decía el poeta cartagenero: “Viva la paz, viva la paz”/Así trinaba alegremente un colibrí/ sentimental, sencillo/ de flor en flor…/ Y el pobre pajarillo/ trinaba tan feliz sobre un anillo/ feroz de una culebra mapaná. / Mientras en un papayo/ reía gravemente un guacamayo/ bisojo y medio cínico: /-¡Cuá cuá!”. El ácido humorismo del Tuerto López  pareciera aplicar sus versos al venenoso tiempo de hoy, la era de la incertidumbre y ambigüedad santista, teñida de la concentración del poder en la fronda seudoaristocrática bogotana, el “rolismo” especulador y la superioridad paramuna de las castas derivadas de la antigua colonia española “ñola”.
Así comienza un artículo, pillado en Internet y de fecha 13/6/2012. Y además he encontrado en los books de google un libro de 1994 titulado Educar para la paz: una propuesta posible.
No es demasiado para empezar a hablar de la paz en este su día, uno de enero. Pero es lo que toca. Y por si hiciera falta un empujón, aquí viene papa Francisco esta misma mañana: «¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla.»
La noticia, sin embargo, de la muerte de 36 universitarios en una avalancha provocada por la aparición de unas papelas que semejaban billetes de cien dólares en un lugar de este planeta, nos recuerda cuál sea nuestra condición. Es un tema harto difícil, por más que volvamos sobre él un año y otro año: la paz es un imposible, que aún así nos reta para que la consigamos.
Encontrarla, construirla, suena contradictorio. ¡Y qué otra cosa sea para quienes estamos estructurados en la agresión y la defensa desde lo más nuclear de nuestra naturaleza!
Precisamente porque ese es nuestro natural, no dejamos de suspirar por la paz, tampoco de hacernos la guerra. Razones para una y otra nunca faltan, ni faltarán.
Está muy bien decir «La oración es precisamente la raíz de la paz. La paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La oración hace germinar la paz» (en el Ángelus de hoy en la Plaza de San Pedro). Pero, ¿qué otra cosa hace el embozado que nos amenaza con una plegaria en la boca y mortíferas armas en las manos?
Haremos caso y oraremos por la paz. Más aún: trataremos de encontrarla. Incluso decididamente nos pondremos a construirla. Un año por delante puede ser insuficiente, aunque todo se verá. Pero una sola cosa digo: O estamos todos a una, o no va a resultar. Ya lo aviso. Luego no venga nadie diciendo mucho prometer, mucho prometer.

Hoy no me apetece



Me obligo, pues, a darle a la tecla, disciplinadamente como en tantas otras cosas que me impongo. Ya sé que decirlo aquí es tontería, al fin y al cabo a nadie importa.
Escojo uno de los hilos que tengo más a mano y dejo que mis pensamientos se expresen en la pantalla de mi mac. Dejo a un lado a don Ricardo, que ahora está en boca de muchos. Callo lo del ascensor catedralicio, porque es cosa hecha. Omito lo de hoy en misa, homilía compartida, que es asunto familiar y no conviene extrapolar –quiero decir exagerar– ni dar al pregonero.
En suma, tomo lo que en verdad ahora me preocupa, porque me asusta: el asunto de Ucrania. Está justo ahí al lado, no podemos pensarla al otro lado del mundo. Lleva un tiempo revuelta y aún no ha salpicado. ¿Alguien puede asegurar que eso no ocurra? Las armas las carga el diablo. Es viejo dicho castellano. Un asunto familiar puede derivar en vecinal, y finalmente en global. Así empezaron otras guerras.
Todo pende de la buena o mala voluntad. No hay un orden internacional, al menos no eficaz y contundente. Y es bueno que así sea, para que nadie lo mangonee, ni partidista ni interesadamente.
Reconozco que no me sé la historia. Al menos la de Rusia con las naciones vecinas. Supongo que tienen motivos para quererse, y razones para no quererse. Eso también ocurre entre las mejores familias. Ojala sea solamente yo el ignorante y sobre este particular nadie más tenga dudas. Es bueno sentir que todo el resto asiste y contempla sin sacar el arma, ni siquiera amagar.
La primera vez que leí sobre Crimea fue enterándome de la vida de Florence Nightingale. Colección Vidas ejemplares. Allí, precisamente en una guerra, desarrolló su verdadera vocación: la enfermería. En mis ojos infantiles, siguiendo sus afanes, se fueron dibujando, ya entonces, imágenes de heridos y hospitales de campaña, sufrimiento y abnegación, violencia y bonhomía (en este caso ¿debería buscar otra palabra?), muerte y apuesta decidida por la vida.
Si consiguiera creerme que las actuales florences no van a tener que emplearse a fondo, y que sólo para tomar el sol y darse largos paseos por la arena tendrían que acercarse a Crimea, entonces, sólo entonces, podría ¡uf! quitarme este nudo que tengo aquí dentro… y dormir tranquilo.

Te equivocaste, paloma



Encontrado en mi balcón, ayer, 21 de febrero, por la tarde
Fue verlo y venirme al pensamiento y a la boca las palabras de Rafael Alberti:
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor; la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
Esta mía, en concreto, pensó que el balcón de la casa familiar era su nido, y que las cintas de obra que he colocado para impedirle el paso son guirnaldas de bienvenida. Que el fregoteo al que someto a las viejas baldosas para erradicar sus excrementos, es limpieza en su honor. En fin, que mi casa es su casa.
Y no. Con perdón. Que ni es bienvenida, ni bien recibida. Que estoy harto de quitar sus inmundicias y de ver cómo se herrumbra el hierro del balaustre. ¡Hasta la pintura de pared y ventanal se fue al garete!
Y no, no puede ser, por más que sea símbolo de paz.
Que por otra parte, ya sé yo lo que pasa con estas historias de las conveniencias sociales. Fue Noé y soltó una paloma, y ya todos a decir que volvió con aquel ramito de olivo porque empezó a reinar el arco iris, señal de que todo acabó y ya no volverá nunca jamás a suceder.
No volvió aquel diluvio, pero inundaciones sí ha habido. Algunas de tanto empuje, que aún colean sus consecuencias. Me han dicho que Nueva Orleans no ha vuelto aún a su ser. Ignoro si también su música sigue callada.
No creo en la paloma de la paz. Es más, cada vez que alguien la invoca, me incomodo. Prefiero que me hablen de águilas que surcan las alturas, o de gallinas que picotean en los corrales. Las primeras, porque me quedan lejos; estas otras, porque ponen unos huevos que saben deliciosos.
Seguiré poniéndotelo difícil, paloma. No te quiero ni en aquel balcón, ni en esta fachada; tampoco sobre mi tejado, y mucho menos junto a la ventana. Eres sucia y descarada. Disimulas lo que eres. Y no se te reconoce ningún beneficio salvo los palominos y tu palomina. Bueno, sí, y también los palomares que adornan los campos llanos de mi tierra; pero eso no es obra tuya, bien lo sabes.
Y a la postre, hasta los cazadores cuando no consiguen presa, a lo último que tiran es a las torcaces. Luego, lejos de ufanarse por la percha, la ocultan vergonzosamente.
Ya va siendo hora de que llamemos a las cosas por su nombre; que tanto medir las palabras, exhibir gestos inocuos y hacer ver que todo está bien y que todo el mundo es bueno, terminaremos por creérnoslo.

Haciendo adobes, que no adobando



Soy de los que gustan en los funerales utilizar el incienso para homenajear a las personas que despedimos. Me parece importante honrar los restos mortales de quien según nuestra fe ha sido durante toda su vida en y con su cuerpo templo del Espíritu.
Pero siempre hay un pero a la hora de concretar. Es necesario para este rito, además del incensario y el incienso, un pedazo de carbón. Lo que se encuentra en el comercio, aunque sea muy pío como en este caso, es de tamaño estándar; demasiado pequeño para que dure hasta que se necesite o demasiado grande para el gesto concreto de encender y usar.
Así que yo practico el troceado. Lo preparo antes de empezar y lo enciendo justo en el momento. De esa guisa me pongo las manos como un carbonero a la hora más intempestiva, y no siempre salen los pedazos como debieran; muchas veces hago simplemente polvo de carbón.
Viendo una peli de catequesis en que aparecen unos niños de un país aún en vías de emerger haciendo ladrillos con barro, he pensado que también yo podía retomar aquellos juegos infantiles en que me ponía hasta las cejas de limo que luego mi mamá me sacaba de encima con un estropajo de esparto al amor de la lumbre, donde estaba el agua tibia para usos varios.
De modo y manera que me he puesto a la labor y tras hacerme con un pequeño molde con un trozo de tubo de pvc y una especie de émbolo cortado de un mango de escobón, he seguido el proceso que a continuación se expone en estas fotos.


El trabajo terminado está aquí, y se puede ver aunque las fotos no sean ninguna maravilla. Nunca fui agraciado con el don de la fotografía, soy de una etapa anterior. ¡Qué se la va a hacer!
No he encontrado actividad más placentera para este día de la paz. Sea este mi homenaje.
Gracias, Padre,
tus manos amasan nuestro barro,
nos hiciste a tu imagen,
y pides que construyamos un mundo de paz.
[Versión libérrima de una canción de G. Gabaraín]


(Esta entrada está especialmente dirigida para curas, sacristanes y monaguillos, no importa el sexo ni la edad. ¡Va por ustedes!)

Es verde la paz





En creciente



No me enteré de la luna nueva porque además de no verse, el cielo ha estado estos días cubierto incluso por la noche. Para más inri, el taco del calendario me ha llegado desde el día uno al correo vacío, es decir, sin esos datos que me son tan necesarios para saber en qué día estoy, qué santos se celebran, cuántas jornadas le quedan vivas al año en curso y ¡las fases de la luna! Del sol no me preocupo, ya le veo cuando entra y cuando sale.
El caso es que ya estamos en cuarto creciente. Y el ánimo también se crece. Si no, ¿cómo enfrentar la cuesta de enero?

Es momento de recogida. Y aquí hay otro dato positivo. Mis miedos de diciembre no tuvieron consecuencias. Ahí está el nacimiento africano, tal cual lo coloqué el pasado día 22. Nada ni nadie lo ha puesto en peligro, ni ha amenazado con llevárselo, menos aún deteriorarlo.
Cierto que el miedo cuida de la hacienda, como de la propia salud y de otras cosas más o menos importantes. Ser precavidos está bien, pero con medida.
No menos cierto es que al miedo hay que torearlo para que él no te toree. Dejar de hacer es mal consejo y llevarlo a cabo siempre es un perjuicio.
Una sociedad atenazada no camina, regresa. Y volver para atrás significa ya una derrota en toda línea.
Disfruté en la tarde de los reyes paseando por mi ciudad. Multitudes llenaban paseos, calles y plazas. A la vuelta, bien entrada la noche, volví a casa en el silencio y la calma, exactamente como en los viejos tiempos. Para mí es una de las mejores experiencias andar en la noche solitaria iluminada por las farolas y no tener que estar mirando si en la próxima esquina o de aquel portal oscuro algo o alguien puede sorprenderme con hacerme daño.
Esta noche mi calle está en tinieblas. No funciona ningún punto de luz del alumbrado público desde que empezó 2014. Está avisado el servicio municipal. Parece que no corre prisa, o es que tienen demasiado trabajo pendiente, o es que esta calle no cuenta como especialmente peligrosa.
Es todo un consuelo, y da paz.

Árbol envenenado

 
Adan y Eva, Lucas Cranach el Viejo (1472-1553). Instituto Courtauld de Londres

Algo ocurrió en nuestro pasado que lo ha dejado todo completamente dañado. El pasado, el presente y el futuro, por lo menos a medio plazo. De nosotros depende que no lo esté también el plazo largo.
Es lo que pienso ahora, tras enterarme de la sentencia del alto tribunal de Estrasburgo acerca de la llamada “doctrina Parot”.
A partir de lo que ocurriera en el siglo pasado, toda nuestra historia desde entonces ha estado enviciada, dando lugar a decisiones que nacieron viciadas: la guerra entre dos bandos hermanos iniciada por muy poco claros motivos (de una parte se alegó la defensa de la legalidad y de otra la restitución del orden y la defensa de la religión), la victoria y subsiguiente posguerra aún más ennegrecida por el bando vencedor, la aparición de grupos independentistas y violentos de los cuales eta fue el más fuerte, cruel y duradero, el gal y el terrorismo de estado, los intentos de sublevación con tejero a cara descubierta, una transición supuestamente modélica pero…, un trato diferente a los muertos y desaparecidos de las dos españas que aún siguen enfrentadas o cuando menos claramente separadas, una iglesia nacional hegemónica de hecho que ocupa todo espacio aunque ya no esté en las cortes generales como cuando cantero y compañía, unos nacionalismos de uno y otro signo, de diferente tamaño y de muchísima ambición. En fin, un panorama que podría tener sanación si todas las partes implicadas quisieran unirse para encontrar cómo lograrla.
Pero no. El veneno sigue estando ahí y lo hace imposible.
¿Alguien conoce el antídoto?

He tenido un sueño


Creo que ninguna de las páginas de internet que visito asiduamente, interesado por la seriedad de sus temas y la profundidad con que los abordan, se olvidó ayer de recordar aquel discurso durante la marcha por los derechos civiles que pronunció Martin Lhuter King hace cincuenta años.
Yo también quiero hacer público mi recuerdo porque es historia. Está en mi memoria, aunque en su momento no tenía ni edad ni capacidad para digerirlo. Sin embargo, recuerdo que cuando veía por la tele aquella masa humana caminar hacia el capitolio de made in usa no entendía que sólo estuviera refiriéndose a un asunto doméstico de rivalidad, mejor dicho de opresión, de razas o etnias. Pensaba, eso creo ahora, que aquello apuntaba hacia otras metas más amplias y más profundas y más duraderas.
Ahora veo que las palabras de aquel profeta afroamericano se quedaron en casa, y para uso interior.
Comparar a Obama con King, ya lo puse en duda en su momento. Ahora mismo, cuando vuelven a sonar tambores de guerra en dirección a Siria con olor nauseabundo a crudo, lo tengo demasiado claro. Para nuestra desgracia.
Por mucho que sobemos las palabras, nuestros pasos siguen siendo vacilantes y tropezamos en la misma piedra una y un millón de veces.
¡Qué pena!
Aún así, no me resisto a colgar en mi pequeño mundo el texto íntegro de aquel discurso, que aún tiene vigencia, y la tendrá por muchos años a no ser que todos los seres humanos individualmente y en conjunto entremos en razón.
Es gentileza de Ángel García Forcada.



“TENGO UN SUEÑO”. DISCURSO DURANTE LA MARCHA POR LA LIBERTAD A WASHINGTON”. 28 de Agosto de 1963, Washington D.C. Martin Luther King fue presentado como “el líder moral de nuestra nación” y habló a la sombra de la estatua sedente de Abraham Lincoln.
 ”Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy en la que será la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país (…)
Hace cien años, un gran americano bajo cuya sombra simbólica estamos hoy en pie, firmó la Proclamación de la Emancipación. Este decreto trascendental vino como un gran rayo de luz de esperanza para millones de esclavos negros, abrasados bajo las llamas de una injusticia marchita. Vino como un gozoso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, debemos afrontar el trágico hecho de que el Negro aún no es libre; cien años después la vida del Negro todavía está lisiada tristemente por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el Negro vive en una solitaria isla en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el Negro todavía languidece en los márgenes de la sociedad americana y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Así que hemos venido hoy aquí a representar el drama de una condición vergonzosa. En cierto sentido hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del cual cada americano sería el heredero. Este pagaré era la promesa de que todo hombre, sí, el negro y el blanco, tendrían garantizados los derechos inalienables de vida, libertad y búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy día que América ha incumplido este pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos de color. En lugar de honrar esta sagrada obligación, América ha dado a la gente negra un cheque defectuoso, un cheque que ha sido devuelto con el sello de “fondos insuficientes” (…). Pero rehusamos creer que el Banco de la Justicia se halle en bancarrota. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes cúpulas de la oportunidad de este país. Y por ello hemos venido a cobrar este cheque, el cheque que responderá a nuestra demanda de la riqueza de la libertad y de la seguridad de la justicia. (…)
También hemos venido a este sagrado lugar para recordar a América la impetuosa urgencia del ahora. Este no es el momento de permitirse el lujo de enfriar la situación o tomar las drogas tranquilizadoras del gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de Democracia; ahora es el momento de salir del valle oscuro y desolado de la segregación al camino luminoso de la justicia racial, ahora es el momento de abrir las puertas de la oportunidad a todos los hijos de Dios. Ahora es el tiempo de levantar a nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial a la sólida roca de la hermandad. Ahora es el momento de hace reales las promesas de la democracia.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia de este momento y subestimar la determinación del Negro. Este verano ardiente por el descontento legítimo del Negro no pasará hasta que no haya un vigoroso otoño de libertad e igualdad. 1963 no es el fin, sino el principio. Aquellos que pensaban que el Negro necesitaba desahogarse y ahora estará contento tendrán un áspero despertar si el país regresa a sus asuntos como sin nada hubiese pasado (…). No habrá descanso ni tranquilidad en América hasta que al Negro se le garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los fundamentos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente, a aquellos que permanecen en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. En el proceso de ganar el lugar que nos corresponde, no debemos ser culpables de hechos censurables. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la taza de la injusticia y el odio (…). Debemos por siempre conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No podemos permitir que nuestras protestas creativas degeneren en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de enfrentar la fuerza del alma a la fuerza física. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad Negra no debe llevarnos a desconfiar de todos los blancos; porque muchos de nuestros hermanos blancos, como puede verse hoy por su presencia aquí, se han dado cuenta de que su destino está ligado a nuestro destino (…) y su libertad está inextricablemente unida a nuestra libertad. No podemos caminar solos.
Y conforme caminamos, debemos hacer la promesa de que siempre marcharemos hacia delante. No podemos retroceder.
Existen aquellos que están preguntando a los seguidores de los Derechos civiles, “¿cuándo estaréis satisfechos?”. Nunca podremos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cansados por el cansancio del viaje, no puedan alojarse en los moteles de carretera y en los hoteles de la ciudades; no podremos estar satisfechos mientras la básica movilidad del Negro sea de un gueto pequeño a otro más grande; nunca podremos estar satisfechos mientras que nuestros hijos estén despojados de su personalidad y robados de su dignidad por un letrero que diga “sólo para blancos”. No podremos estar satisfechos mientras que el Negro de Mississippi no pueda votar y el negro de Nueva York piense que no tiene nadie por quién votar (…). ¡No! ¡No!, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que “la justicia corra como las aguas y los derechos como un impetuoso torrente” (…).
Soy consciente de que algunos de vosotros habéis venido hasta aquí tras grandes esfuerzos y tribulaciones. Algunos de vosotros habéis llegado aquí recién salidos de las estrechas celdas de las prisiones. Algunos de vosotros habéis venido de zonas donde vuestra demanda de libertad os ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y maltratados por los vientos de la brutalidad policial. Vosotros habéis sido los veteranos del sufrimiento creativo. Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento no merecido es redentor. Regresad a Mississippi; regresad a Alabama; regresad a Carolina del Sur; regresad a Georgia; regresad a Louisiana; regresad a los barrios de chabolas y a los guetos de nuestras ciudades del norte sabiendo que de alguna manera esta situación podrá y será cambiada. No nos abandonemos en el valle de la desesperación.
Todavía os digo a vosotros, amigos, que a pesar de que afrontamos las dificultades de hoy y de mañana, todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano: que un día esta nación surgirá y vivirá verdaderamente su credo: “nosotros mantenemos que estas verdades son autoevidentes: que todo hombre es creado igual” (…). Yo tengo un sueño que un día en las rojas colinas de Georgia los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos amos de esclavos podrán sentarse juntos en una mesa de hermandad.
Yo tengo un sueño de que un día incluso en el estado de Mississippi, un estado desértico y ardiente con el calor de la injusticia y la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo un sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter.
Yo tengo un sueño hoy (…).
Yo tengo un sueño que un día el estado de Alabama, con su racismo vicioso, con su Gobernador cuyos labios gotean palabras de interposición y anulación, se transformará en una situación donde pequeños niños y niñas negros podrán unir sus manos con pequeños niños y niñas blancos y caminar juntos como hermanas y hermanos.
Yo tengo un sueño hoy (…).
Yo tengo un sueño de que algún día cada valle será elevado y cada colina y montaña se allanará. Los lugares más ásperos se aplanarán y los lugares torcidos se harán rectos, “y la gloria de Dios sea revelada y todo el género humano lo verá unido”.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que yo regreso al sur. Con esta fe seremos capaces de extraer desde la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe podremos transformar los sonidos discordantes de nuestra nación en una bella sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, orar juntos, pelear juntos, ir a la cárcel juntos, mantenernos en pie por la libertad juntos, sabiendo que un día seremos libres (…).
Ese será el día en que todos los hijos de Dios podrán cantar con un nuevo significado: “Mi país es tuyo, dulce tierra de libertad, a ti yo canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra del orgullo de los peregrinos, desde cada lugar, dejemos resonar la libertad”. Y si América va a ser una gran nación, esto deberá hacerse realidad.
Así que dejemos resonar la libertad desde las cimas de los montes prodigiosos de New Hampshire. Dejemos resonar la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York. Dejemos resonar la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pennsylvania, dejemos resonar la libertad de las Rocosas nevadas de Colorado. Dejemos resonar la libertad desde los redondeados picos de California. Pero no sólo eso. Dejemos resonar la libertad desde la montaña de piedra de Georgia; dejemos resonar la libertad desde la montaña Lookout de Tennessee.
Dejemos resonar la libertad desde cada colina y montaña de Mississippi. Desde cada ladera, dejemos resonar la libertad.
Cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar el día en que todos los hijos de Dios, hombres blancos y negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podrán unir sus manos y cantar en las palabras del viejo espiritual Negro: “¡Libres por fin! ¡Libres por fin! ¡Gracias a Dios todopoderoso, somos libres al fin!” (…).
N. del T. Ángel García Forcada, Valdepeñas, 28.04.08, 6am.

La paz, Gandhi, y el 4º aniversario de un manifiesto


¡Mamá, tengo hambre! Jesús González Justo, † 17/1/2013 (Oleo sobre tabla y collage de papel de aluminio, 70 x 50 cm)
 

La paz es el camino… y no hay atajos.
¿Sabemos lo que es la paz? ¿Alguna vez se ha dado? ¿Dónde?
Como la felicidad, como la libertad, la paz es aquello que no tenemos pero decimos ansiar tener. Si tuviera sentido la frase “ha estallado la paz” igualmente cabría decir “ha muerto la guerra”. Pero ésta sigue estando viva y coleante, y bien nos ocupamos de que no decaiga.
Si Gandhi tuvo voluntad, ¿por qué nosotros no la tenemos?
No son los hambrientos quienes violentan; los pobres sólo mueren. Ellos son los violentados. Y nosotros quienes les decimos ¡dejadnos en paz!
No, no hay paz en el universo; no la hay en este planeta; no es pacífica la humanidad. Algo no funciona, o lo hace malamente.
Seguiremos soñando… ¿Sólo eso? ¿Eso es todo lo que haremos?
En recuerdo de la muchedumbre blogguera que hace cuatro años nos unimos en un alarde de ingenuidad, buenos sentimientos y estusiasmo a raudales.



MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD

QUIENES SOMOS:

Los que suscribimos este manifiesto somos ciudadanos en el pleno uso de nuestros derechos civiles, y titulares de la soberanía popular, de la cual emanan los poderes del Estado.

Los firmantes nos dirigimos a todos los ciudadanos del mundo, conocedores de la situación de pobreza, hambre y enfermedad en la que se encuentra gran parte de la población humana en un momento histórico, como el actual, en el que se disponen de los suficientes medios políticos, económicos y científicos que pudieran solucionar estos problemas.

Este manifiesto tiene vocación de universalidad, y va dirigido a toda la humanidad, a cada ser humano que habita el planeta, para que tome conciencia de la terrible situación a la que se enfrentan millones de personas y de alguna manera actúe en consecuencia para terminar con esta insostenible situación. Por ello la versión original en español será traducida a diversas lenguas, pues nuestro propósito consiste en hacer oír la voz de la opinión pública en los lugares en las que se toman las decisiones políticas y económicas del mundo.

A QUIÉN NOS DIRIGIMOS:

Nos dirigimos a la clase política gobernante de nuestros países; así como a los más altos mandatarios de las Organizaciones Internacionales, tales como la Organización de las Naciones Unidas, y a los Presidentes y Gobiernos de los países más poderosos económicamente de la Tierra.


LES MANIFESTAMOS:

1.- Que este texto tiene su origen en la constatación de la extrema situación de necesidad y de hambre que sufre una gran parte de la población de la Tierra y en el desigual e injusto reparto de bienes que existe actualmente en el mundo. Entendemos que la ecuanimidad y la armonía en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, por lo cual es inadmisible que una gran parte de la población mundial tenga que enfrentarse a una realidad tan precaria, a tal grado de injusticia y desigualdad, a tanta hambre, pobreza y desnutrición.

2.- Que consideramos que dicha situación es intrínsecamente perversa y no admisible ni moral ni éticamente, dado que todos los seres humanos nacen libres e iguales. Igualmente, tenemos presente que todos los ciudadanos del mundo tienen esos derechos desde el mismo instante de su nacimiento y no como una promesa futura cuya conquista dependa de la realidad política, social o económica de sus países.

3.- Que defendemos que es completamente injusto, inmoral y un crimen humanitario punible ante los tribunales internacionales y la Historia que, en pleno Siglo XXI, existan seres humanos que pasen hambre en el mundo, y que mueran por ello. Que es un agravante de ese crimen que, existiendo las leyes internacionales suficientes, así como los medios técnicos, económicos y científicos para corregir dicha situación, los que ejercen el poder en el mundo no lleven a cabo las acciones necesarias para solucionar lo que generaciones futuras calificarán de verdadero genocidio en el que serán culpables todos aquellos que, teniendo los medios para solucionar el problema, no los hayan empleado.

4.- Que consideramos que esta injusta situación es contraria al Derecho Natural, a los Derechos Humanos y a las normas de la más elemental ética, y entendemos que ha llegado el momento de que la voz de la opinión pública exija de sus gobernantes el final de tal estado de cosas.

5.- Que el presente manifiesto no es un manifiesto utópico; y que tampoco es un manifiesto político, ni se pretende con el mismo la instauración de un nuevo orden político o socio-económico mundial, ni ningún menoscabo del tejido empresarial, sanitario y social del mundo desarrollado, sino la más elemental justicia con los desfavorecidos.

POR TODO ELLO, EXIGIMOS A NUESTROS GOBERNANTES:

1.- La adopción de medidas inmediatas y urgentes para paliar tal situación de hambre, enfermedad y desnutrición en el tercer mundo. Consideramos que tales medidas no constituyen una utopía, sino que son perfectamente viables y posibles.

2.- Mantener el compromiso de cumplir los Objetivos del Milenio que, establecidos por Naciones Unidas en el año 2000, definen los principios a los que ha de ajustarse la actuación de los países y del sistema económico internacional para superar, con el horizonte fijado en 2015, las injusticias que aquejan a la humanidad.

3.- La realización de acciones solidarias sistemáticas con los países más desfavorecidos y que se establezca un orden lógico y humano de prioridades en la política económica, con proyectos inteligentes que creen riqueza y puestos de trabajo en los países afectados, facilitando un desarrollo sostenible y un progreso que les ayude a la consolidación de una red sanitaria, económica y social estable que haga posible el retorno a una situación de partida igualitaria.

4.- Que se tomen las medidas necesarias para que los países ricos destinen una parte de sus presupuestos a la creación de riqueza, de empresas y de fuentes de trabajo en los países afectados; así como la adopción de un acuerdo internacional, que debería subscribirse en la ONU de obligado cumplimiento para los países desarrollados.

5.- La implantación de un código ético que regule la estrategia de las empresas multinacionales, así como la eliminación de los paraísos fiscales y la aplicación de la tasa Tobin, ú otra similar, a las transacciones comerciales internacionales, que permita crear un fondo de solidaridad gestionado por Naciones Unidas.

6.- No aceptaremos simples declaraciones de principios que no se traduzcan en políticas concretas. En definitiva, APELAMOS al sentido de la generosidad y humanidad de todos, y fundamentalmente de la clase política internacional económicamente poderosa.

Desde la tierra que espera y cree firmemente en la Solidaridad que construya un mundo mejor y más justo, a 30 de enero de 2009"


¿El Papa ve el matrimonio gay como una amenaza a la paz?
[O, De cómo entresacar alguna frase para sacar un titular interesante]


Este es el titular que me sobresaltó de mañana en la prensa nacional. Así que durante el paseo con mis amiguitos estuve expresándoles mis inquietudes filosóficas. ¿Qué camino lógico va de la verdad hacia la paz? ¿Es posible defender la verdad con la violencia? ¿El amor, en cualquiera de sus expresiones, puede perturbar a la verdad induciéndola a la mentira? Si así ocurriera, ¿podría decirse que el amor promueve la mentira y por consiguiente está en el origen de la ruptura de la paz? ¿Es a esto a lo que puede querer referirse s.s. Benedicto décimo sexto?
El Papa ha entregado anticipadamente a los medios su Mensaje para la 46ª Jornada Mundial de la Paz, el próximo día 1 de enero, y al parecer bastantes han entresacado la idea que da lugar a ese titular.
La verdad sea dicha: este tipo de mensajes llegan siempre a mis manos de una u otra manera, pero no terminan de “llegarme” al corazón. Unas veces los leo como en diagonal, y otras, las más, ni los miro. Pero en esta ocasión, y dado el sobresalto, me he acercado al texto y me lo he manducado. A lo largo de este “largo escrito” -que alguien ha llamado cuasi encíclica- el papa expresa lo que viene diciendo por activa y por pasiva siempre que tiene ocasión. Ni más ni menos, la doctrina de la Iglesia. Y por supuesto se queja de que la palabra matrimonio tenga un uso ampliado de lo que tradicionalmente se ha venido entendiendo, es decir, la unión marital de un hombre y una mujer. Utilizarla para otras uniones no le parece correcto y afirma, eso sí lo hace con fuerza, que va en detrimento de la dignidad de la familia tradicional, la de toda la vida. Estas son sus palabras literales: «También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad».
En un mismo paquete la defensa de la vida desde el nacimiento hasta su fin natural y la unión matrimonial de hombre y mujer, el documento remata este apartado con estas otras frases también al pie de la letra: «Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave inflingida a la justicia y a la paz».
Concluir, pues, que para el Papa llamar matrimonio a la unión marital de personas del mismo sexo es contrario a la verdad y menoscaba la justicia y la paz parece correcto. El titular de esos periódicos no engaña. Pero tal y como está expresado no me parece atinado.
La relación gay, consista en lo que consista, tengo la suerte o la desgracia de que me pilla lejana, y no sabría qué decir sobre ella. Pero, trasladando desde mi experiencia personal a modo de extrapolación, no concibo que cualquier forma de manifestarse el cariño, el amor, la cordialidad entendida como relación guiada por sentimientos nacidos desde las propias entrañas entre seres vivos, humanos o no, del mismo o de distinto sexo, sea susceptible de atentar contra la paz, y por ilación todo lo lógica que se quiera, contra la verdad.
Si el problema es el nombre o título que se le aplica, búsquese otro menos agresivo e igualmente comprensivo y expresivo. Si se tratara de que esa realidad desestabiliza a quienes ante ella y desde fuera de ella, por la razón que fuere, se sienten ofendidos, heridos u oscurecidos… me temo que el problema no estaría en la palabra y el concepto sino en los mismos que se confiesan perturbados.
Considero que el reconocimiento de los derechos civiles a la realidad homosexual que toda sociedad libremente se dicte no afecta ni atenta a la parte heterosexual de esa misma sociedad. Iglesia y sociedad deberían preocuparse mucho más por educar; al fin y al cabo creo que sólo se trata de esto.
Mucho más que este tema, en el Mensaje del Papa brilla con luz propia su crítica al sistema económico y político que ha desembocado en esta crisis. Aquí las palabras de Benedicto XVI ganan en autoridad poniendo el dedo en la herida, pero augurando un remedio certero:
«Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y de economía»
«5. Actualmente son muchos los que reconocen que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última. No basta con disposiciones de muchos medios y una amplia gama de opciones, aunque sean de apreciar. Tanto los múltiples bienes necesarios para el desarrollo, como las opciones posibles deben ser usados según la perspectiva de una vida buena, de una conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común. De otro modo, pierden su justa valencia, acabando por ensalzar nuevos ídolos.
Para salir de la actual crisis financiera y económica –que tiene como efecto un aumento de las desigualdades– se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un nuevo modelo económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad. Desde otra perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con el don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la propia iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es decir, auténticamente humano, necesita del principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don. En concreto, dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad. Realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras. Se encuentra así trabajando no sólo para sí mismo, sino también para dar a los demás un futuro y un trabajo digno.
En el ámbito económico, se necesitan, especialmente por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres. La solicitud de los muchos que trabajan por la paz se debe dirigir además –con una mayor resolución respecto a lo que se ha hecho hasta ahora– a atender la crisis alimentaria, mucho más grave que la financiera. La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos ha vuelto a ser un tema central en la agenda política internacional, a causa de crisis relacionadas, entre otras cosas, con las oscilaciones repentinas de los precios de las materias primas agrícolas, los comportamientos irresponsables por parte de algunos agentes económicos y con un insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad internacional. Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz están llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito local al internacional, con el objetivo de poner a los agricultores, en particular en las pequeñas realidades rurales, en condiciones de poder desarrollar su actividad de modo digno y sostenible desde un punto de vista social, ambiental y económico».
Particularmente importantes me parecen los números 6 y 7 del Mensaje; merecen una lectura pausada y atención, porque aportan soluciones. El documento manifiesta alguna validez para este momento que vivimos y, en mi opinión, el Papa Benedicto quiere dar una lección magistral.
Así termina: «Como conclusión, aparece la necesidad de proponer y promover una pedagogía de la paz. Ésta pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. En efecto, las iniciativas por la paz contribuyen al bien común y crean interés por la paz y educan para ella. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es fundamental que se cree el convencimiento de que hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar, de modo que los errores y las ofensas puedan ser en verdad reconocidos para avanzar juntos hacia la reconciliación. Esto supone la difusión de una pedagogía del perdón».
¿Qué echo de menos en este Mensaje papal? Lo que habitualmente suele faltar: la autocrítica y la petición de perdón, el examen de conciencia y la propuesta de conversión. La Iglesia también ha sido y sigue siendo en estos tiempos motivo de escándalo y causa grave de perturbación de la paz por: el trato discriminatorio hacia la mujer, por los abusos hacia niños, por los modos poco claros en el manejo del dinero, por su connivencia con el poder, por el maltrato que dispensa a quienes dentro de ella son relegados al silencio y privados de su libertad…
Lejos de parecerme una cuasi-encíclica considero que se trata de un documento perfectamente prescindible. Se lo podía haber ahorrado o, en su lugar, haberse mostrado más audaz.

¿Día de la paz?

 

El amanecer no ha podido ser más oscuro y frío. Siete bajo cero y todo nubes en el cielo. Pero allá, cerca de las nueve, el sol va y dice ¡aquí estoy! Y salió.
Y empezó la luz a dominar, rasgando las entretelas siderales; algo de calor nos fue llegando, poco la verdad; suficiente, sin embargo, para hacernos esperar que hoy también sea una hermosa jornada, en la que nada se dispute ni combata, ni en buena ni en mala lid, sólo y apenas se diga “sea la paz”, “hagamos la paz”, “vayamos en paz”.
No es un deseo mojigato, no es una ingenua pretensión, no se trata de pedir la paz de los cementerios, ni de los silenciados, ni de los domesticados.
Que sea la paz de los convencidos de que Otro Mundo Es Posible.
“A las armas, que ya es hora de pasearnos a cuerpo, y mostrar que pues vivimos anunciamos algo nuevo…”
Esta ñoña cancioncilla sirva también para ilustrar que poco importan los principios, si al final alcanzamos lo importante.

Un tiro desgraciado



A Bruno que su papá estuviera en la guerra, allá lejotes, no le quitaba el sueño. Eso es cosa de mayores. Y él sólo es un niño.
A los niños nadie les pregunta si les parece bien o les parece mal que sus papás -y sus mamás- se vayan a la guerra. Incluso puede haber quien piense que estarán orgullosos de que les envíen para allá, porque luego hacen de eso películas, y salen por la tele desfilando, y les cuelgan medallas y les rinden honores. Pero a Bruno nunca se le fue de la cara una como sonrisa de mentirijillas, que no explicaba si era de pilluelo o de tristeza.
Empezó aquí la catequesis porque le tocaba ya hacer la primera comunión. Su mamá también se sentó en estas sillas, y sus tíos, de modo que viviendo con los abuelos para él era como seguir en casa.
Por su edad debía hacerla en la primavera próxima, con su grupo. Pero un capellán castrense tuvo una idea genial: su papá se va muy lejos, ¿por qué no despedirle con una fiesta? Y decidió que la fiesta consistiera en la primera comunión de Bruno y de otros cuantos más cuyos papás tenían de marcharse por tiempo indeterminado.
Si lo pensó, no llegó a decirlo; pero es posible que también tuviera en cuenta que podía ocurrir lo que ha ocurrido: un tiro desgraciado que se lleva una vida joven.
Así que Bruno se adelantó a los de su edad, y este verano recibió el sacramento.
Sí, el sargento a quien un tiro se le coló entre las costuras de su chaleco acorazado en un país muy lejano, del que apenas sabe pronunciar su nombre, Afganistán, era el papá de Bruno, que en mayo próximo debería estar con nosotros celebrando que un grupito de niños y niñas, y entre ellos su hijo, se acercaban a la mesa del amor desparramado en forma de pan y vino, y al pronto como que se transformaban y nos devolvían a todos nuestra propia imagen inocente, totalmente limpia y luminosa, sin sombra de pecado original.
Él ya lo tuvo, y es bueno que una bala malhadada no se lo quitara.

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