Y no ha sido la
primera vez, que ya llueve sobre mojado.
Resulta que este
blog, que es mío, o sea personal, hay personas que lo han hecho también suyo.
Lo cual es perfectamente posible. Están en su derecho. Lo visitan a menudo y,
aunque no dejen comentario, o dejándolo, opinan y añaden aportaciones de
palabra, vía mail, o telefónicamente, en una suerte de amplificación hacia
afuera de los estrictos márgenes del ciberespacio.
De esta manera soy
consciente de que mi pequeño mundo no es demasiado grande, pero tampoco es sólo
mío.
Merced a esta
situación se me ha reprendido por chivar algunas cosas que sólo pertenecen a la
estricta intimidad de esa “pequeña comunidad” real a la que al parecer
represento. Atendiendo a requerimientos de esta parte, a veces he reeditado
alguna entrada, corrigiendo mi indiscreción. Otras veces me he mantenido firme,
apelando a mi derecho de expresión en libertad y razonando que si había
extralimitación, sólo era en forma leve.
Lo de hoy, sin
embargo, parece que es más grave. He permitido que salieran al público
comentarios que molestan por el tono, con su contenido y por la forma de
expresión.
Se me han echado
encima y amenazan con retirarme el saludo y el permiso –hasta ahora sólo
tácito– para tratar asuntos que no me pertenecen en exclusiva.
Me exigen que “modere
eficazmente” a quien últimamente firma bajo el seudónimo de “pepe”. Y yo les
reconozco su derecho a hacerlo, siquiera sea por pura estética.
De modo que “pepe”,
“y por qué no en autobús”, “alfonso” o como quiera que te llames: Estás
moderado absoluta, rotunda y definitivamente.