Eso se avisa



Esta mañana Luna desde el suelo imploraba piedad. Me extrañó verla allí tirada, pero me alarmé de verdad cuando vi que a duras penas conseguía incorporarse. Temí lo peor. Le hice dar un corto paseo hasta el jardín de la esquina, pero no se tenía en pie y pidió ayuda. De vuelta a casa con ella en brazos, me lancé sobre el teléfono.
Ah, es eso. No pasa nada. Media aspirina y unas galletas. Se le ha bajado el azúcar. Luego vinieron las explicaciones. Luna sale siempre de caza con provisiones en los bolsillos de sus amos. Es tanto el ajetreo en que se mete que necesita equilibrarse por dentro para no caerse por fuera. Ahora que ya lo sé, seré previsor. Pero oiga usted, eso se dice antes.
Lo que no han hecho unos papás al apuntar a su hijo en catequesis, y se callaron que es celíaco. Menos mal que en los ensayos el interesado me lo ha dicho: Yo de eso no puedo comer. Justo a tiempo de no meter al pobrecillo, y de rebote a todos los demás, en un buen follón.
Hay cosas que no se deben callar. Puede ir la vida en el silencio. A quien tiene intolerancia al gluten y no lo anuncia, se le pilla, ojalá lo más pronto posible. Al mentiroso, por activa o por pasiva, también, aunque sea tarde. A Luna nadie la ha puesto en peligro, afortunadamente; fue una muy leve hipoglucemia.

Las manos del Cristo


Tiene las manos grandes, dijo nada más verlo. Estas manos son de otra talla, rubricó. En efecto, este Cristo tiene unas manos enormes, pensé yo al caer en la cuenta de lo que me estaba diciendo. Le pondremos el dedo que le falta.
Y me lo devolvieron recompuesto.
Este otro las tenía normales, con un solo dedo, el pulgar izquierdo. Así lo encontré, y así lo he tenido más de treinta años. Pero, con la lección aprendida, se los he colocado a mi manera, siempre chapucera, para que no desdiga. Y de paso le he añadido unos clavos verosímiles.

Pero no es cuestión que me preocupen esos detalles. Si pretendiera que Cristo tuviera proporciones en su anatomía, estaría forzándole a ser a mi manera, según mis creencias, a la medida de mis intereses.
He visto, porque son multitud, tallas suyas de todas las formas, colores, dimensiones… Cristos feos y guapos, brillantes y tenebrosos, luminosos y opacos, oníricos y desesperantes. Todos son de mi agrado, incluso los empalagosos. No es la imagen sino lo que representa lo que importa.
Hay un pequeño gran detalle que no hay que obviar: las manos de todos los Cristos están abiertas. Que no se nos olvide.



EL PRESENTE DE JESÚS Y DE SU VIDA

Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, verdadero Dios y verdadero hombre, uno en la unidad de la persona y en la indivisible e inconfundible dualidad de las naturalezas, te adoramos porque estás verdaderamente presente entre nosotros.
No sólo estás presente con tu eterna divinidad —por la que eres la misma naturaleza, potencia y gloria del Padre, en la que vivimos, nos movemos y existimos—, desde la que penetras todo lugar con tu inmensidad. Estás entre nosotros con tu cuerpo, tu alma y tu corazón de hombre en el Sacramento del altar. Estas aquí, Tú, el que naciste de la Virgen María.
Tú, que has vivido una existencia humana con sus horas grandes y pequeñas, con sus alegrías y sus lágrimas, su monotonía gris y aburrida y sus momentos decisivos. Estas aquí, Tú, el que sufrió y fue crucificado bajo Poncio Pilato. Tú, el que apuró el cáliz del dolor hasta las heces.
Estás presente con tu cuerpo transfigurado por la gloria de Dios. Estás presente con tu corazón humano que irradia la gloria de la eternidad. Tu espíritu humano contempla, cara a cara, la luz inaccesible del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; el Dios trino, eterno e incomprensible. Sí, estás presente como hombre. No te vemos, pero el ojo de la fe atestigua tu presencia de hermano que comparte la misma naturaleza. Nuestros oídos no te oyen, pero el oído de la fe percibe el canto de alabanza eterna que Tú, sumo sacerdote e intercesor de la humanidad, diriges al eterno Padre con la alegría de tu corazón transfigurado de divinidad.
Te adoramos, te alabamos, te damos gracias y celebramos tu gloria, porque has querido habitar entre nosotros. Nuestro Dios, nuestro origen y principio, nuestra meta y fin. Sí, has querido estar entre nosotros, ser como nosotros. Has querido comenzar desde el principio, has recorrido los senderos de nuestra finitud en este valle de lágrimas para alcanzar el destino final. Tú eres nuestro Destino.
Estás en medio de nosotros. Tu vida humana es increíblemente cercana. Aquello que viviste hace mil novecientos años sólo ha pasado en apariencia. Ha pasado el aspecto exterior de tu vida: ya no naces como un niño pobre, no tienes hambre o sed, no te cansas, no lloras...; la nada cambiante de lo que llamamos vida no pasa por ti, ni Tú lloras por ella. Tu alma no se transforma. No mueres. Todo eso se acabó y fue maravilloso porque era único y pasajero. Todo pasó. Tu vida humana creada, finita y cambiante ha entrado en la eternidad de tu Padre. Ha llegado a su cumplimiento, en donde alcanza la perfección definitiva, la libertad vital en la que el fluir del tiempo se condensa para siempre en el abrazo único e instantáneo de la eternidad. Tu vida humana desapareció para entrar en Dios.
Por eso estás presente, porque tu vida está unida al eterno en el origen de cada cosa, donde el amor y la sabiduría permanecen con presencia inalterable. Tu espíritu y tu corazón humanos ven y abrazan a Aquel que da al tiempo su eternidad, al devenir su duración, al cambio su reposo, a lo transitorio su incesante estabilidad. En la sabiduría y en el amor eterno de Dios, tu corazón descubre el amor y el abrazo eterno a tu vida pasada. Desde aquí, tu vida posee la realidad completa. Jesús, tu corazón permanece para siempre.
Lo que sucede en la vida humana son sólo acontecimientos externos, pero cuando se sumergen en la oscuridad del pasado anulador engendran eternidad y contribuyen a la formación de nuestro hombre espiritual impregnado de eternidad. No somos un camino que fluye en momentos pasajeros y que se queda tan vacío como al comienzo del caminar. Somos un arcón en el que cada instante, al dejarnos, deposita lo que tiene de eterno: la capacidad libre y humana de decidirnos por El o contra El. Este es el acto definitivo. Es como si las olas del tiempo lamieran silenciosamente la playa de la eternidad con su flujo y reflujo. Como si cada ola, cada instante, cada acción, depusieran cuanto de eterno hay en ellas: el bien y el mal, como los valores eternos de las cosas temporales.
Este bien y este mal, unidos a nuestras obras fugitivas, se depositan en el fondo incancelable de nuestra alma, la penetran y configuran su profundidad escondida y oculta para nosotros, pero no para Dios. Así se alcanza lo eterno en el transcurrir del tiempo: la perennidad del alma, el destino. Y cuando el tiempo cese nada se habrá acabado. Desaparecerán las aguas y vendrá a la luz, manifiestamente, lo escondido: la vida eterna tal como el hombre la forjó y modeló.
Así se te ocurrió a ti. Porque eres hombre y has llevado a cumplimiento una vida plenamente humana. Tu vida permanece no sólo en Dios, sino para ti mismo. Lo que fuiste vive para siempre. Tu niñez pasó, pero hoy eres ángel que fue niño como lo puede ser cualquier hombre. Tus lágrimas se terminaron, pero hoy eres como cualquiera que alguna vez haya llorado. El corazón no olvida las razones de su llanto. Tus penas han cesado, pero en ti permanece la madurez del hombre que las ha probado. Tu vida y tu muerte transcurrieron, pero lo que maduraron se ha hecho eterno y está presente entre nosotros. El heroísmo de tu vida es presencia de eternidad que supera cualquier obstáculo con el amor que lo forma e ilumina. Tu corazón es eterno porque respondió decididamente sí a las disposiciones del Padre. El sometimiento, la fidelidad, la dulzura, el amor a los pecadores, que surgían en cada momento de tu vida, están presentes como los rasgos característicos de tu libertad y de tu naturaleza humana. Así te encuentras ahora en medio de nosotros. Está presente lo que fuiste, viviste y sufriste.
Pero hay otro motivo por el que tu vida está realmente presente. Cuando vivías, tu pensamiento y tu amor no estaban sólo cerca de tus contemporáneos. El amor de tu corazón humano —y no sólo de tu naturaleza divina— se dirigía a nosotros: yo estaba allí, mi vida, mi tiempo, mi ambiente, mis problemas, mis horas grandes y mezquinas, lo que quiero ser ahora con mi libertad... Tú, en la misteriosa intimidad de tu ser profundo, ya lo sabías todo. Lo acogías todo y lo llevabas en el corazón. Tu vida humana fue modelada por mi vida desde siempre. Ya entonces dirigías mi vida, orabas por mí, dabas gracias por mi Gracia. Tu vida se ocupó de la mía y formaba algo de mi existencia. Y ahora que tu vida se ha hecho presente, y estás aquí presente en el Sacramento, eres el que con su vida eterna envuelve mi conocimiento y mi amor.
Y así te queremos adorar:
¡Oh Jesús! Te adoramos.
¡Oh Dios eterno! Te adoramos.
¡Redentor nuestro, presente en el Sacramento! Te adoramos.
¡Vida y muerte de Jesús, eternamente presentes en el conocimiento y en la voluntad inmutable del Padre! Te adoramos.
¡Vida y pasión de Jesús, que desde siempre acogisteis nuestra vida! Te adoramos.
Jesús, que estás verdaderamente entre nosotros!
[Karl Rahner. Oraciones de vida. Publicaciones Claretianas. Madrid 1986, págs. 77-81]

Precisamente hoy



¡Qué contrariedad! Me las prometía muy felices, porque hoy, precisamente aniversario de mi bautizo y el que hubiera sido un cumpleaños más de papá, tenía dispuesto publicar las fotos de las confirmaciones del domingo en la parroquia, pero unos cambios que no entiendo en google+ impiden que inserte adecuadamente lo que el lugar proporciona, y como no sé de qué otra manera hacerlo, no me queda otra que ofrecer el simple enlace: https://plus.google.com/u/0/photos/105364500132456950903/albums/6139939301070850545
De momento es lo que hay. Trataré de hacerlo de otro modo para que esté a mi gusto y conveniencia, pero esto llevará su tiempo.
Esto me recuerda que no siempre los elementos colaboran; casi nunca lo hacen. No sólo le ocurrió a Felipe II con su Armada “Invencible”. También me sucede a mí. Y con harta frecuencia.
En fin, así celebro que con ésta alcanzo las dos mil publicaciones en este mi pequeño mundo, con más pena que gloria.
Sit transit gloria mundi, o “vanidad de vanidades, todo vanidad” que diría aquel escéptico, y una pizca fatalista, autor bíblico de nombre Qohélet. ¡Qué diría el ya difunto personaje ante el panorama actual de constante cambio e innovación! Va a tener razón el otro venerable que afirmaba que, como el curso de un río, la realidad es inaprensible porque lo que ahora te moja ya no existe, ha mutado en otra cosa, que también te empapa, pero ignoras si hay manera de controlar. Ha sido un brote “psicótico”, afirman los expertos. Y tú te quedas con cara de tonto. ¡Mi madre! ¡Qué cosas pueden suceder! ¡Qué horripilantes consecuencias pueden tener tus arrebatos! ¡Quién eres en realidad!
A pesar de tener un espejo grande en el pasillo, ya ni me miro cuando salgo o entro de casa. No sea que no me reconozca, y ¡qué sería de mí a partir de ese instante!
Bueno, termino y, como no puedo prometer, no prometo que encontraré la manera de que esas fotos tan esperadas aparezcan donde tendrían que estar, en la página web parroquial, concretamente en Galería de fotos, justo al final del todo.
Pillín, Google+, lo tienes escondido no sé dónde, pero lo he pillado. Aquí está lo que buscaba:

El infierno


Sobre el agua y a igual distancia de ambas costas, en medio del Mediterráneo. Si el cielo no es un lugar, y el purgatorio tampoco, el infierno necesita coordenadas terrestres para existir y medidas horarias para experimentarlo y sufrirlo.
En una patera abarrotada de pobres gentes, ¡qué movió a unos para arrojar a otros por la borda! No es pregunta, es exclamación. De haber respuesta, tendríamos que pedir explicaciones al director de esta obra de teatro.
Sin embargo, no es suficiente mostrar sorpresa, indignación, perplejidad, impotencia… Da lo mismo que fueran moros contra cristianos; podría haber sido al revés, y resultar lo mismo de esperpéntico, de infernal.
Unas miserables personas huyendo de la miseria, no consiguen salir de ella ni siquiera cuando están camino de alcanzar el paraíso. Una de dos, o el infierno no quedó atrás y lo llevaban consigo, o está precisamente allá donde se dirigían y sus efluvios los alcanzaron con su vesania.

¡Estúpido!



Según el diccionario, estúpida es aquella persona que se muestra necia y con poca o nula inteligencia. De donde estupidez, además de ser dicho o hecho propio de un estúpido, denomina como dotado de torpeza notable en comprender las cosas a quien se le atribuye tal calificación.
Me parece especialmente significante dicho en francés: ¡Stupid! En la antigua Rusia se solía decir, que entonces todo lo galo tenía por allá mucha prestancia. Donde abundaban príncipes y nobles sobre una población mayoritariamente plebeya a nadie le extrañaba que los de arriba consideraran “глупый” a los de abajo. Pero no me parece que en Turquía, la de antes y la de ahora, se utilice mucho. Digo yo que a un aguerrido otomano no le pega mucho decir “aptal”, sino más bien “enayi”, “cüce”, o “ibne”.
Será que los tiempos han cambiado y quienes antaño arrasaban a sangre y fuego la cultura ajena, ahora visten a la moda de París y pugnan por entrar en el club de la modernidad, dando muestras de calidad en cantidad. Será.
El caso es que no me ha gustado nada ese calificativo que el tal Erdogan ha endilgado a Francisco, por muy argentino que lo considere. Un respeto, oiga.

Sindiós



Esta palabra no es lo mismo que “sin Dios”, y está en uso aunque el diccionario no la considere. La he oído bastante y leído alguna vez.
En la mayoría de las ocasiones se refiere a un desorden total, a desbarajuste, descontrol y caos absolutos, incluso a un “cachondeo generalizado” donde nadie sabe si la vergüenza murió definitivamente o está desaparecida de momento.
Pero yo la he visto escrita para referirse a aquella persona que perdió el norte, de manera que no tiene referencia alguna hacia la cual orientarse o de la cual alejarse.
Y no sé si este último significado puede ser de aplicación a nuestro entorno patrio, tras leer una información que dice que “el 20% de los españoles se declaran ateos” según WIN/Gallup International.
A las personas que conozco que afirman no tener fe, no creer, no las tengo por ateas. Simplemente consideran que el asunto Dios no les interesa. No les sirve, no lo necesitan, no lo echan en falta.
Hay quienes se consideran engañados y adoptan una postura displicente: Dios les han fallado y no quieren saber nada de él. También ocurre que han visto incoherencia y mal hacer en quienes nos decimos creyentes, y rechazan aquello que decimos creer. En fin, me he encontrado con diversidad de posturas, pero propiamente con ateos, no.
Cuando me entero que este/esta, aquel o aquella milita activamente por echar a Dios de donde se le supone que está, veo que será lo que quiera ser, pero no precisamente una persona atea.
¿Qué hay ateos? Pues claro que habrá. Pero no suelen decirlo ni manifestarse como tales. Quienes sí dan la nota, y sobradamente, son quienes dicen, incluso lo pregonan, pero no se les nota nada, nada, nada, que creen en Dios.

El rostro de la misericordia



Es la costumbre de titular los documentos oficiales en el antiguo idioma del imperio romano. Así resulta que el texto debería comenzar diciendo «Misericordiae vultus…» (si hubiera encontrado el latín original, que no es el caso), y es la bula con que papa Francisco acaba de anunciar que convoca El Jubileo Extraordinario de la Misericordia para el próximo año, desde la Inmaculada hasta Cristo Rey.
Con las nuevas tecnologías es instantáneo. Lo firma el día 11, y esa misma noche lo tienes descargado en tu máquina. Pero por mucha prisa que uno se de, no da tiempo nada más que para citarlo en la homilía del domingo. Esas diecisiete páginas en times 10, convertidas en veintisiete si te subes a times 20 para que descanse la mirada, tienen más que palabras.
Anteanoche me llegué hasta el punto 9, un tercio del total. Por eso esperaba que Luis me adelantara el resto ya que tenía que pasar por aquí para hacer un trabajillo. El trabajo, lo hizo;  lo otro, no. Así que esta noche tengo que seguir leyendo la bula “Misericordiae vultus” si quiero enterarme del entero pensamiento de papa Francisco.
Por cuarto año consecutivo Luis Argüello ha venido a mi parroquia a confirmar. Se ha convertido, o está en vías de serlo, en nuestro “confirmador” particular. Pero no, que Luis va a otros muchos lugares. Me pregunto cómo puede dar abasto.
En fin, ya que estaba aquí “el experto diocesano”, aproveché para consultar algunas cosillas. La primera surgió espontánea: el padrino de alguien es celíaco, y vino a avisarnos con una “hostia” especial sin gluten. Aquí las acepto sin más, pero sé que los expertos en liturgia no. Dejé que Luis respondiera, y lo hizo afirmativamente. Y cuando dije que había obispos que no lo consentían, él se encogió de hombros y no le dio más importancia.
La segunda la provoqué. El Cristo del altar, que estamos estrenando, –dije a Luis–, lo tengo de cara al pueblo. ¿Te parece bien así? Su respuesta: Que el pueblo mire al Cristo y nosotros a la cruz. Ya no quise comentarle la discusión que existe al respective, porque en el Vaticano lo tienen de espaldas, igual que en nuestra iglesia catedral.
Dos detalles que hablan de misericordia y no de cánones. Afortunadamente.
El caso es que aún no tengo imágenes del evento, y sé de buena tinta que se esperan como agua de lluvia, que también se muestra esquiva este año. En cuantito lleguen, reedito esta entrada y las expongo para disfrute general e información satisfecha.
Y ya sabes, Luis, que te lo agradecemos de verdad.

¿Coincidencia?



Me llega una felicitación que lleva al tiempo un regalo. Para que me sirva de recordatorio y al mismo tiempo de ilustración. No viene a cuento hablar ahora del contenido, porque ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito; pero sí decir que se trata del último número de la revista Voices, de EATWOT (Ecumenical Association of Third World Theologians), que recoge un número colectivo de revistas latinoamericanas dedicado al pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, visto desde el Sur.
Así es como me entero de que Teilhard de Chardin murió el mismo día en que yo cumplía siete añicos: 10 de abril de 1955. Fulminante fue su fallecimiento, a él no le pilló desprevenido, que ya había tomado sus precauciones. Parece ser que todo el trabajo de su vida, que no pudo publicar por expresa prohibición del Santo Oficio, a partir de ese momento se puso en circulación gracias a una sagaz maniobra: lo había depositado en manos de una persona que no sólo era ajena a la Compañía de Jesús, sino que incluso estaba libre de vinculaciones jurídicas con la Iglesia Católica. Rápidamente sus manuscritos fueron de dominio público y, salvo una etapa de declive, gozan actualmente de una salud a prueba de prohibiciones. Y parece ser que con el viento a favor de popa…
El caso es que encabeza este número de la revista Voices una fotografía de la lápida que corona su tumba. Es ésta:


Luego he encontrado esta otra, a lo que se ve más antigua, y con diferencias llamativas. No se trata de ninguna adivinanza, pero me llama la atención y me pregunto cuál de ellas será la auténtica, y si ambas lo fueran, por qué se puso la segunda que a lo que parece es la de color.
Personalmente prefiero la versión en grises. Todo el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin es irisado, incluso diría que abarca todo el amplio espectro, dominando los colores brillantes y luminosos. Pero enmarcado en una época muy oscura y acechado por tramas negrísimas.
Afortunadamente, ahora puede degustarse a placer, y sacarle todo el meollo que encierra, que está aún por ver.
Termino recordando estas palabras suyas:
Me prosterno, Dios mío,  ante tu Presencia en el Universo inflamado, y, te deseo y te espero bajo los rasgos de todo lo que habré de encontrar, y de todos lo que habrá de suceder, y de todo lo que habré de realizar en este día.
Es terrible haber nacido, es decir encontrarse irrevocablemente involucrado, sin haberlo querido, en un torrente de energía formidable que parece querer destruir todo lo que arrastra en su interior.
Dios mío, por una inversión de fuerzas que tú solo puedes hacer, quiero que el miedo que me asalta ante las incontables alteraciones que renovarán mi ser, se cambie en la alegría desbordante de ser transformado en Ti.
Extenderé sin vacilar la mano hacia el pan caliente que me presentas. En este pan, donde has condensado el germen de todo perfeccionamiento, reconozco el principio y el secreto del futuro que me reservas. Estoy seguro de que consumirlo implica abandonarme a las potencias que me desarraigarán dolorosamente de mí mismo para lanzarme al peligro, al trabajo, a la renovación constante de las  ideas, al desapego austero en los afectos. Comerlo es aceptar en todo y sobre todo, un gusto y una afinidad que volverán desde ahora imposibles las alegrías en las que se solazaba mi vida.  Señor Jesús, acepto ser poseído por Ti. Unido a tu Cuerpo seré conducido por su inefable potencia hacia las soledades donde no habría jamás osado subir solo. Instintivamente, como todo Hombre, me gustaría levantar aquí una tienda sobre una cima elegida. Como todos mis hermanos tengo miedo de un futuro sobradamente misterioso y demasiado nuevo hacia el cual me empuja el  tiempo. Me pregunto, ansioso como ellos, donde me conduce la vida… Pueda esta Comunión del pan, el Cristo revestido de las potencias que dilatan el Mundo, liberarme de mi timidez y de mi falta de desafíos!  Dios mío, me abandono a tu palabra en medio del torbellino de las luchas y de las energías donde se desarrollará mi capacidad para atrapar y saborear tu Santa Presencia.  Aquel que ame apasionadamente a Jesús escondido en las fuerzas que hacen crecer la Tierra, a él la Tierra, maternalmente, lo alzará en sus brazos gigantes, y le hará contemplar el rostro de Dios”.
La misa del Mundo (1967)


Desde el centro del mundo


Desde el centro del mundo,
en el que Él se adentró al morir,
construyen las nuevas fuerzas
una tierra transfigurada.
En lo más profundo de toda realidad
ya han sido vencidos la banalidad, el pecado y la muerte…
Pero se requiere todavía el pequeño tiempo
que llamamos la historia después de Cristo
hasta que en todas partes, y no sólo en su cuerpo,
se deje ver lo que ya ha acontecido realmente.
Porque Él no comenzó a curar,
a salvar y a transfigurar el mundo
en los síntomas de su superficie
sino en las raíces más internas,
nosotros, gente de la superficie,
pensamos que no ha pasado nada.
Porque aún siguen corriendo
las aguas del sufrimiento y de la culpa,
suponemos que aún no se las ha vencido
en el manantial del que brotan.
Porque la maldad sigue trazando arrugas
en el rostro de la tierra,
deducimos que en el corazón más profundo de la realidad
ha muerto el amor.
Pero todo es apariencia,
aunque la tomemos por la realidad de la vida…
Resucitado,
está en el esfuerzo anónimo de todas las criaturas que,
sin saberlo, se esfuerzan por participar
en la glorificación de su cuerpo.
Está en cada lágrima y en cada muerte
como el júbilo y vida escondidos
que vencen cuando parecen morir.
Por eso nosotros, hijos de esta tierra,
tenemos que amarla.
Aunque sea todavía terrible
y nos torture con su penuria
y su sometimiento a la muerte.

Karl Rahner, S.J.

¿Aquí dan algo que me pueda llevar?


"El reparto"
Preguntas como ésta, o del estilo ¿y esta cola para qué es?, suelen hacerme en mañanas de Jueves Santo cuando, tras la Misa Crismal, voy rápido a recoger los óleos para la parroquia.
Ese reparto constituye el único punto negro en una celebración que considero única en nuestra liturgia católica.
Capilla de los Santos Óleos

Mesa para reparto
Toda la diócesis, todo el pueblo sacerdotal, arropando a su obispo, bendice y dedica –consagra– unos aceites especiales para celebrar los sacramentos, en una única celebración en cada lugar, que recuerda que cada bautizado está entroncado en Cristo único y definitivo Sacerdote.
La falta de información/formación y la dejadez, además de la insistencia desviada en que sólo los curas son sacerdotes, provoca que luego se hagan preguntas como la titular de este escrito u otras semejantes.
Esta mañana atravesé una ciudad desierta, me salté todos los semáforos que me encontré, y sólo respeté el de la plaza de  Zorrilla, y eso porque un autobús me cerró el paso. Recorrí del revés la Calle de los Tintes, y paré junto a la catedral con el reloj marcando las diez y cuarto.
El pueblo espera
Tengo tiempo, pensé, para sacar algunas fotos. Candé la bici y entré en una seo aún por rellenar.
Preparatorios

Presentación de los óleos

Los óleos presentados

Bendición del Óleos para los Enfermos

Óleos de Catecúmenos

Santo Crisma

Los Santos Óleos ya están disponibles

La ceremonia fue según el ritual, sin salirse ni una tilde de las prescripciones. El remate fue intentar salir de allí, mientras los hermanos de penitencia del Cristo de la Luz, se posicionaban para entrar.
Volví a atravesar una ciudad que empezaba a despertar tímidamente, porque en Jueves Santo todo está cerrado, menos los bares y el corte inglés.
La tarde, que aún no ha concluido, me ha llevando en volandas de misa a misa, y ahora la hora santa, para rematar un día que luce más que el sol, como el corpus y la ascensión.
Más o menos…
Ahora es la luna la que apunta maneras.

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