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Una bellota


¡¿Truco o trato?! Oí gritar en la puerta desde la cocina donde estaba preparándome la cena. Salí secándome las manos y los vi en el dintel. No puede haber trato, no tengo ni un solo caramelo. Lo siento. Y mientras trataba de ingeniarme alguna otra explicación, mis dedos la descubrieron en el fondo del bolsillo de la zamarra. ¿Os vale esta bellota? Es muy dulce.
Uno de ellos la tomó y ambos respondieron ¡gracias!
No me la había comido por la mañana del puñado que cogí de la encina más bonita que haya visto en mi vida. Ella sola, al borde del acantilado que forma el monte con el valle, representa el último reducto que las labores agrícolas han dejado de lo que fuera un bosque impenetrable de robles, encinas, quejigos, atestado de conejos, ardillas, raposos y comadrejas.
No me cansaré nunca de hacer fotos a esta preciosidad.


Claro que poco más saqué, entretenido en escuchar el sonido de las hojas al caer sobre la hierba. Apenas hacía viento, y se desprendían sin prisas, como si fueran una lluvia mansa de mariposas en este otoño cálido, que más parece primavera.

Sólo una pincelada:


¡Es truco! Las verdaderas son estas otras, menos mágicas y mucho más entrañables:

 



Con afán protector



Desde ésta…

…hasta ésta…



…han pasado dos largos años y muchas vicisitudes.
Tierna la cogí del pinar y me la traje para sustituir a una que murió. Creció más rápido que sus hermanas que quedaron abandonadas en el campo.
En el invierno, si sería por exceso de humedad o porque tenía que pasar, se cubrió toda ella de una negrura cual carbón. Así pasó la primavera, el verano y el otoño. Al siguiente invierno alguien bondadoso le atizó una pócima, porque decía que tenía infección. En primavera, la tercera, pareció no responder al tratamiento. Ahora, en vísperas de su tercer verano, ha empezado a echar ramas y hojas nuevas, completamente limpias. Incluso en la parte vieja ese polvillo que la ha afeado durante tanto tiempo empieza a desprenderse. Sí, está curada. Y además, tan guapa.
Se me ocurre ahora pensar qué sería de esta encina si no me la hubiese traído. Posiblemente se hubiese muerto como las que no me traje. Ni un mal riego recibieron las pobres. Pena me dieron entonces, y rabia ahora cuando veo los dineros que se perdieron en una reforestación realizada por motivos espurios. Quince días pasó una cuadrilla entera de una empresa paraestatal realizando labores por allá, y no he preguntado cuántos dineros se fueron ni en razón de qué ni bajo qué formato.
Del mismo modo me da en pensar si ella por sí sola hubiera conseguido quitarse de encima esa podredumbre oscura que la sometió durante casi un año. No siempre la naturaleza dejada a su albedrío sale adelante, y necesita siquiera sea un empujoncito, aunque luego venga alguien a decir que eso es intromisión, ingerencia, o manipulación intolerable.
Intervenir, es una palabra complicada. Acaba de confirmármelo la visita al Diccionario:
(Del lat. intervenīre).
1. tr. Examinar y censurar las cuentas con autoridad suficiente para ello.
2. tr. Controlar o disponer de una cuenta bancaria por mandato o autorización legal.
3. tr. Dicho de una tercera persona: Ofrecer, aceptar o pagar por cuenta del librador o de quien efectúa una transmisión por endoso.
4. tr. Dicho de una autoridad: Dirigir, limitar o suspender el libre ejercicio de actividades o funciones. El Estado de tal país interviene la economía privada o la producción industrial.
5. tr. Espiar, por mandato o autorización legal, una comunicación privada. La Policía intervino los teléfonos. La correspondencia está intervenida.
6. tr. Fiscalizar la administración de una aduana.
7. tr. Dicho del Gobierno de un país de régimen federal: Ejercer funciones propias de los Estados o provincias.
8. tr. Dicho de una o de varias potencias: En las relaciones internacionales, dirigir temporalmente algunos asuntos interiores de otra.
9. tr. Med. Hacer una operación quirúrgica.
10. intr. Tomar parte en un asunto.
11. intr. Dicho de una persona: Interponer su autoridad.
12. intr. Interceder o mediar por alguien.
13. intr. Interponerse entre dos o más que riñen.
14. intr. Sobrevenir, ocurrir, acontecer.
Claro que bien mirado, lo que se ha realizado sobre esta pequeña encina ha sido una actuación sanitaria, que creo cabe perfectamente en la acepción número 9.

Flores y espinas



Casi no son flores, y casi tampoco espinas. Hojas en ambas, ásperas y tiesas en ésta, suaves y olorosas en aquélla. Es la malvarrosa florecida, y es la encina renovada. Cada una a su manera, dulzura y rudeza, manifiestan ante mis cuidados la vida que late en ellas. Variedad y misterio de una misma realidad, en la que estoy y por la cual me dejo llevar. ¡Qué cosas dices, miguelangel! pareces estar diciendo.
Ayer vino a verme la mamá de Diego. Está, la pobre, en pleno duelo. ¡Y lo que va a durarte!, susurré piadosamente. Y me acordé de ti. Pero sólo para hacerla ver que, igual que tú no me has abandonado, Diego no se ha alejado de ella, aunque tenga esa impresión de ausencia y de vacío.
Habló todo lo que quiso y necesitó. Y tras escucharla, y decir lo que te digo, la vi marcharse, no sé si más tranquila, algo confortada.
Y es que si a mí me corresponde la malvarrosa, a ella le ha tocado en suerte la encina. Tu partida para mí fue suavemente olorosa, luminosa en tonos malva. La partida de su hijo, para ella ha sido dura como una pedrada, negra como una noche ciega.
Al pronto, ya ves, me inspiró lástima; pero sólo un poco, muy poquito. Tengo la seguridad de que Diego va a entrar en acción no tardando. Si te lo encuentras, –es alto y joven, dice chistes tontos y es muy buena persona–, avísale que no se demore, que aquí lo están necesitando.
Recibe este beso que te mando.

Tres, eran tres

 
La primera en brotar asomó sus barbas el 15 de mayo.
 A la segunda la descubrí diciendo ¡allá voy! un 9 de septiembre.
Cuando ya nada esperaba personalmente exaltante, pero continuaba cuidando y atendiendo un palo aparentemente muerto, hoy 6 de noviembre, la tercera va y dice: ¡eh, que estoy aquí!

La paciencia es un grado. Ya lo creo.
Tres palos de encina cogí del pinar por el mes de marzo pasado con la ilusión de reemplazar otras tantas plantas que en agosto de 2011 dejé por descuido morir de inanición, o fuera un golpe de calor de aquel infortunado mes, ya casi llamando septiembre a las puertas.
Tres encinas tengo ahora en ciernes. Algún día podría ponerme a su sombra y ver pasar, si es que tuviera enemigos y palabra que no hago nada por tenerlos, sus cadáveres por delante de mí.
Sin embargo, y dado que no están aquí para que den sombra, mi deseo es que, si llegan a dar fruto, alguna bellota volviera al lugar original de donde partieron, al pinar. Pero si no llegaran a cuajar, porque una encina en un tiesto es como agua embotellada, me contentaría con que siguieran estando, sólo eso, y nada más.
 

Moralejas:
1ª.
No me empujes, que ya voy
si que nadie me lo imponga.
Voy paso a paso, subiendo
o bajando, así es mi copla.
Tanto si tienes prisa como si no la tienes, vístete despacio; de lo contrario puede que des la nota.
2ª.
Ni primero, ni segundo, ni tercero.
Número no quiero tener
no me lo impongas tú;
deja al tiempo y a mi quehacer
Cada ser, cada cosa, tiene su ritmo. Ni compares, ni numeres, ni ordenes. Ya buscarán su propio lugar y tiempo.
3ª.
Pásame si te parece
porque prisa yo no tengo.
Si de llegar se trata
antes o después ¡ya vengo!
No por mucho tempranear, amanecer más madruga. Sus frutos dirán siempre la última palabra.

Si me llegas a arrancar, ahora estarías arrepintiéndote


Esto es que allá por la primavera tomé del monte tres varas de encina y las planté en dos tiestos. Pretendía sustituir a las que en agosto del 2011 se fueron por los calores y un descuido mío, aunque fuera a instancias de parte -al decir documentada- de que las estaba aguachirlando. No se pudrieron; se secaron.
El caso es que día tras día me acercaba a los tres palos y trataba de encontrar por dónde su piel se abriría en brotes nuevos de vida.
Por fin una lo hizo, y aquí di fe de aquel evento. Fue el 15 de mayo.
Terminó mayo y llegó junio. Y la vara brotada crecía, pero las otras dos no reaccionaban. Me cubrí las espaldas ante el verano y aproveché un desecho de una repoblación recientemente realizada en el pinar, y me traje una plantita que estaba en las últimas, porque nadie la regaba. La puse junto al palo inerte, y dejé éste para que sirviera de apoyo a la recién llegada. No seguí el consejo de quien me sugirió que lo quitara, porque estaba muerto y bien muerto.
Julio y agosto, y mis cuidados y atenciones, lograron hacer de la pequeña encina trasplantada del pinar a mi maceta esta hermosura, que no quiero comparar con sus hermanas allá en el campo porque no habría color. De aquellas están sobreviviendo hasta ahora sólo un escaso diez por ciento. Demasiado duro este verano, mucho calor y nada de agua.
Ha llegado septiembre y no he menguado en mis atenciones; pero no en mi afán observador. He dado por hecho que había lo que a simple vista se veía. Pero no.
Tan es así, que hoy, día 9, domingo para más inri, compruebo sorprendido que el palo que supuse seco y muerto, está vivito y coleando. No he saltado y gritado de contento porque ha sido justo al entrar en el templo para la eucaristía y había demasiado personal a la puerta. En su lugar he cogido la máquina para inmortalizar el momento y poder dejar aquí constancia.
Definitivamente nunca hay que rendirse. Siempre hay lugar para la sorpresa. La paciencia tarde o temprano recompensa. Y de los consejos ajenos tomar sólo aquellos que no cierren puertas ni impidan volver sobre los pasos dados. Si hubiera suprimido aquel palo, ahora no tendría esta encina, y yo estaría arrepintiéndome.

“El hombre que planta un árbol sabiendo de antemano que él no va a sentarse nunca a su sombra, es que ha comenzado a entender el verdadero sentido de la vida”



Llevo ya bastantes árboles plantados, sin esperar a que su sombra me sirva de paraguas protector ante los rayos del inclemente sol de nuestra tierra castellana. Y me pregunto si es que ya estaré en ese punto de entender el verdadero sentido de la vida.
Si fuera así, ¿sería yo bienaventurado?
Debiera serlo, porque ya hace años que disfruto del cedro y de su húmeda penumbra en el centro del jardín de la parroquia. Lo mismo ocurre con los tarais, las parras y la acacia.
Hoy renuevo esa misma esperanza al comprobar que la encina, cuya vara enterré al final de este invierno, viene diciendo ¡allá voy! No me urge dormitar bajo su ramaje, pero me entusiasma comprobar que si un ser vivo muere, -esa encina que se soleó hasta agotarse el pasado agosto caluroso-, otro ser vivo nace.
Y eso es más que suficiente para creerme en el camino de entender, + ó -, por donde capiscar el verdadero sentido de la vida.
No es casualidad que haga este comentario en el día de San Isidro Labrador, y que hoy sea el primer aniversario de la ida de Camino.
Tampoco lo es que Gumi ande retozando con mi zapatilla derecha; va a cumplir tres años, pero sigue siendo el “pequeñín”.
No me engaño, sin embargo. Tres varas puse, sólo una brota. De momento. Hasta otra nueva primavera todo puede andarse, cualquier cosa suceder…

Supervivientes


No sabía bien cómo intitular esto, y dado que abuso del gerundio, lo he dejado en sustantivo. Plural.
Esto es que mis encinas volvieron a las andadas. No fue falta de riego, fue exceso de sol.
En un verano relativamente suave, llegaron unos días en agosto en los que el astro rey, masculino donde los haya, dijo “¡Aquí estoy!” (Si hubiera sido la luna no sé qué habría dicho, pero seguro que habría estado más discreta aunque no menos contundente).
Y vaya si estuvo. Fueron pocos, es verdad, y ¡menos mal!
Andábamos diciendo que esto no es verano, que si casi dentro de casa había que ponerse la toquilla, que si por las noches refrescaba en demasía. En fin, esas cosas que hacemos y decimos cuando nos quejamos tanto si sí, como si no.
Las encinas que en junio lucían hermosamente, y que aquí expuse como prueba de mis cuidados exactos, tras aquellos excesos de sol se quedaron “asoladas”, o “soleadas”; que no sé qué término de los dos es el apropiado. Y no es que lo diga yo, no; a la vista están:
En junio                      En agosto
Hubo quien me aconsejó poner algo mejor en lugar de lo que había, y tirar lo que ya murió o fue matado.
Sin embargo, es mi condición no dar por perdidas las batallas antes de que la bandera blanca se ice, y mientras quede esperanza, siquiera una pizca, seguir fajándome sin tregua.
Insistí, pues, en mis cuidados. Septiembre entero y medio octubre han tenido que pasar, pero a la vista está que quien “la sigue, la consigue”, y que “antes muerto que cansado”. Mis encinas vuelven a decir “¿muertas nosotras? ¡Qué poco nos conocéis!”

¡Brotando en otoño!

No vuelvo a repetirme, que ya hablé en cierta ocasión de aquello de mi infancia cuando el contrincante estando encima y yo debajo, el de arriba apremiaba “¿Te rindes?”, el de abajo, o sea yo, susurraba “¡No!”
No describo cómo llegaba a casa aquella tarde, porque tan lastimera estampa no es de recibo que aparezca en este blog.
Suficiente castigo tuve a base de zapatilla en el culete. Mi madre era así, y yo era “asau”.

El mejor escribano echa un borrón

Si lo sabré yo, de cuando en el cole hacía caligrafía con aquellos rudimentarios instrumentos: palillero, plumín y tintero. Incluso sacando la lengua para esmerarme, la traidora gota caía inmisericorde dentro del cuaderno. ¡Vamos, que no tenía espacio suficiente en el pupitre para aterrizar!
Esto es que un señor muy informado, que tiene título de agrónomo, por la Complu, me avisó que estaba regando mucho las encinas, y que se me iban a invadir de hongos. Y me puso el ejemplo de unos pinares segovianos en los que urbanizaron una zona para chalés. El sistema de riego de los jardines afectaron a los encinares cercanos, y se perdieron.
Avisado de tal manera, corté el riego de mis encinas. Resultado: que una se quedó en los palos.
Menos mal que enseguida rectifiqué y le apliqué con contundencia humedad. Ahora la pobrecita está de nuevo retoñando, y puede que antes del otoño recupere su antigua prestancia.
En otro orden de cosas esta que no sufrió menoscabo alguno del líquido elemento, luce toda maja a la puerta de la iglesia.
Y esta otra, la que trasplanté este invierno, porque surgió espontánea en un sitio inapropiado, dice pa’llá voy, y viene toda rumbosa para alcanzar a sus compañeras.
Dentro de ná voy a tener un encinar completo en mi jardín.
No viene a cuento lo que pongo ahora, pero como también se trata de borrones en sentido figurado, me ha parecido bien colocarlo aquí. El culpable, Roberto, que me lo ha mandado en un email.






Genial, es lo mismo que las barbaridades de los exámenes pero con licenciados en medicina.


Dicen que los médicos no saben escribir, pero hay algunos a quienes tampoco se les da bien redactar.

Asunto: Informes hospitalarios que pasarán a la posteridad. Frases sacadas de historiales médicos o de informes reales.  (Comentarios "copyright")

*       El paciente no tiene historial de suicidios. (Vaya, qué suerte)

*       No había experimentado rigores sino espasmos, pero su marido afirma que ayer estaba muy caliente en la cama. (Pues... de eso ha sido)

*       El paciente rechazó la autopsia. (Faltaría más)

*       El paciente afirma que siente un fuerte dolor en el pene que se extiende hasta los pies. (Ojito con éste)

*       Resbaló en el hielo y sus piernas fueron en direcciones opuestas a primeros de diciembre. (Estamos en Febrero y no han vuelto)

*       Para cuando se le ingresó, su corazón había dejado de latir y se encontraba mucho mejor. (Dónde va a parar)

*       Al segundo día, la rodilla estaba mucho mejor y al tercero había desaparecido completamente. (¡¡Cómo lo vería la rodilla!!)

*       El paciente se ha dejado los glóbulos blancos en otro hospital. (Un lapsus lo tiene cualquiera)

*       La paciente experimenta dolor en el pecho si se tumba de lado  izquierdo durante un año. (Eso no es nada, otro año sobre el otro pecho y se le pasa)

*       El paciente está deprimido desde que comenzó a visitarme, en 1983. (Fue más rápida la rodilla que él)

*       El historial médico del paciente ha sido insignificante, con un aumento de peso de un kilo durante los últimos tres días. (¿Era un elefante?)

*       La paciente no para de llorar. También parece que está deprimida. (Pero vamos, que sólo lo parece)

*       La paciente dejó el hospital sintiéndose mucho mejor, salvo por sus dolencias originales. (Eso es un hospital "güeno" ¡Cómo te tratan!)

*       Sujeto varón de sesenta y nueve años, decrépito pero de aspecto sano. Estado mental activo, pero olvidadizo. (Este es el de los glóbulos)

*       La paciente expiró en el suelo tranquilamente. (Ante todo no ponerse nervioso)

*       La piel estaba húmeda y seca. (Ole)

*       El bebé salió, se cortó el cordón umbilical y se le entregó al pediatra, que respiró y lloró de inmediato. (El niño un portento y el pediatra un huevazos, llorar por algo tan normal...)

*       El examen rectal reveló una tiroides de tamaño normal. (Menos mal , pobre recto, si llega a ser una tiroides "XXL"...)

*       La paciente  "tubo"  gofres para desayunar y anorexia para comer. (Ole y Ole)

*       Afirmó que había sufrido estreñimiento durante casi toda su vida, hasta 1989, cuando se divorció. (Y ¿cuál fue la mayor alegría?)

*       El paciente presenta dolores de cabeza ocasionales, constantes, infrecuentes. (En qué quedamos, a ver)

*       El paciente gozaba de buena salud, hasta que su avioneta se quedó sin combustible y se estrelló. (Este médico era presentador de telediarios)

*       El examen de los genitales resultó negativo, excepto por el pie derecho.(Madre de Dios, Madre de Dios, Madre de Dios)

*       El paciente vive con su madre, su padre y una tortuga como mascota, que acude a clases de formación profesional tres veces por semana. (P'a que luego digan de las tortugas)

Jardineando

 
Para empezar a escribir, señoras, licencia pido, no digan a la mañana, forastero y atrevido.
Tenía pensado un texto a continuación, pero me ha dado un pronto, lo he dejado aparcado para mejor ocasión y me fui al jardín a realizar algunas labores. Coger la azada, tras mucho tiempo sin hacerlo, no es aconsejable, aunque al final resulta menos fiera que la pintan.
Entre tanto, en los chalets de enfrente, los de viveros Jimeno estaban metiendo humus, seguro que para renovar el césped de la parcela. Estuve a punto que pedir ayuda, pero me reprimí y seguí cavando.
He dejado dos macizos arregladitos para la primavera, incluso podados los rosales; he plantado un laurel con las sobras de otro que quité de mal sitio; he sacado la encina espontánea y la he colocado en una maceta; y la hortensia que tenía en un tiesto en un rincón de la entrada de la iglesia, la he plantado junto a las lilas, para que se animen mutuamente, así hay flores en esa parte durante mucho más tiempo.
Al final, con los brazos algo doloridos, he mirado a la azada con cariño, y la he dejado descansar hasta otro rato.
Moraleja: si bebes, no conduzcas; pero si coges un pico y una pala,  te puedes comer el mundo. (Acababa de meterme un bocata de queso fresco y un buen tazón de café negro, junto con su correspondiente cigarrillo, y estaba tremendo).

¿Encina o acebo? ¡Encina!

     Tengo un precioso acebo que he criado y cultivado con mimo a partir de una raíz que robé de la montaña palentina hace ya… ¡qué viejo soy!, la tira de años. Ahora florece a su tiempo y está casi lleno de bolitas rojas. Como por aquí no hay urogallos, deberían permanecer ahí hasta madurar y caer.

      De esta manera ya he logrado nuevas plantas que he regalado a amistades y caprichosos, y ahora crecen en otros jardines.

      El caso es que yo siempre he querido tener una encina. Antojos que tiene uno. Y un buen día del invierno anterior, durante el paseo con mis amiguitos, cogí un plantón del pinar de mis amores por ver si lograba algo. Provisto de herramientas, y escarbando en la arena pinariega, no fue difícil conseguir un buen cepellón en la base de la planta.

      Me lo traje, no penséis que sin trabajo, porque la bola terráquea pesaría seis kilos o más.


      Lo puse en una maceta y en la primavera nuevas hojas indicaban que era posible que, aún sin la raíz principal, agarrara.

      A la entrada del verano, y por el mismo procedimiento, me traje otros dos. No era por almacenar, ¡qué va!, sino para asegurar que al menos uno de ellos sobreviviera.

 


     Los tres parecen gozar de buena salud y el futuro lo tienen asegurado. Creo que sí conseguiré tener en el jardín la deseada encina.

* * * * * *

     A la caída de la hoja, cuando los rosales se quedan en solo esqueleto, descubrí que junto al tronco de uno muy próximo al acebo asomaban unas hojitas diminutas, verdes a rabiar y con puntitas en los bordes. ¡Bien!, me dije. Tenemos un nuevo acebo. A dejar que crezca un poco más, y le buscamos nuevo domicilio.

* * * * * *


     En el centro de este jardín parroquial, yergue majestuosamente su figura un cedro del Himalaya. Entre sus ramas frondosas y a una respetable altura ha dado por anidar, ¡vaya por Dios!, una pareja de maricas. Sus graznidos desagradables y secos ni gustan ni disgustan; se soportan. Únicamente me privan de sacar a tomar el aire y el sol a mi canario, que gusta de estar fuera de casa y que le ronden los gorriones.

     Esta pareja maldita es la causante de que los frutos del acebo desaparezcan, y sin pagar ni renta ni peaje. Pero se joroban, que uno ha brotado y voy a tener árbolito nuevo.

* * * * * *

     Domingo de carnaval, 14 de febrero, día de San Valentín para más inri: descubro que el tal brote nuevo que yo presumía de acebo, en realidad ¡es una encina!


     ¿Cómo demonios ha llegado aquí esta plantita?

     Razón tenía Felipe. Las urracas son unas ladronas compulsivas, que todo lo cogen y todo lo almacenan. Salvo algunas cosas que se les caen o que pierden por su cloaca. Las maricas digo yo que se parecen demasiado, que deben ser por lo menos primas hermanas de las urracas. Ellas habrán sido las que han llevado a cabo este tejemaneje de lo que parecía acebo y ha devenido en encina.

* * * * * *

     Mejor que mejor. Si no tengo acebo nuevo, sí tendré una encina en el jardín, porque una cosa segura es que las semillas que estos pajarracos esparcen por esos campos de Dios todas ellas agarran con salud y crecen sin miramientos.

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