Qué significará ACV



Estaba allí forzado, no a mi gusto y casi contra mi voluntad. Oía, pero no quería escuchar: Has tenido un ictus. Necesitamos hacerte más pruebas, te ingresamos.
Me negué y tras un tiempo de no diálogo, firme el alta voluntaria.
Volví al día siguiente manso y colaborador.
Lo que creía una experiencia única no lo es; ni soy irrepetible ni tengo de mi parte una constelación de estrellas.
He recibido un aviso, el primero; y no debo dejar que me sorprenda el siguiente.
Esto y mucho más se me viene a los dedos mientras manoseo el teclado. Pero alguien lo ha expresado muy bien, y me apetece aprovecharlo y así ahorrarme un buen rato de escritura.
Para quien quiera seguir leyendo, —salvando todo lo que haya que salvar, porque cada quien es un mundo,—puede continuar desde aquí.

Olor de santidad




Escribo con desgana, obligado por la necesidad que siento en mí de mostrar mi desacuerdo, más bien desaprobación, de que esto tenga que ser así, y no haya forma de cambiarlo.
Está a punto de empezar la solemne ceremonia en la que se declarará oficialmente santo a monseñor Romero, junto a Pablo VI y otras cinco personas más. Y da la casualidad de que estoy en casa y frente al televisor por culpa de una tormenta tropical que acaba de visitar el país. (El paseo con los perrillos ha sido breve y ahora estamos lamiéndonos las heridas y secándonos el pelo).
Cuando supe de Romero me estaba desbrozando en mis tareas, peinaba pelo largo y caoba, vivía a la otra punta de la ciudad y no sabía de la misa la media. Hoy sigo con el pelo largo, pero está blanco, vivo aquí desde hace ni me acuerdo cuánto, y sigo sabiendo más bien poco. Pero ya no me entusiasman muchas cosas, demasiadas.
Cada 24 de marzo, desde entonces, año 1980, sigo recordando el martirio de monseñor y glosando su vida en las celebraciones con mi gente. Desde el 16 de noviembre de 1989, le uno a Ellacuría, Nacho, Amando, Juan Ramón, Joaquín, Segundo, Celina y Elba Julia. Y lamento no haber tenido en cuenta a Rutilio Grande, cuyo martirio fue el factor desencadenante.
Ya empieza el rito romano-vaticano, y no consigo sentirme sino extraño y distante. Canta el coro el Veni Creator, lee un señor cardenal el relato de sus vidas y veo la fachada de San Pedro con los siete retratos monumentales pendiendo de los balcones. Francisco papa, escucha…
Cierro aquí, porque ya han escrito mucho y bien quienes saben más que yo. No le llamaré santo. No añadiré ese sustantivo, y no lo haré, no porque no sepa cómo articularlo con sus nombres ni con su apellido, sino porque no le hace falta.
Para mí seguirá siendo monseñor Romero.

Incidencias





Haré un parte de incidencias, me dijo el otro día el policía de barrio, como si la cosa no tuviera más importancia. Y no la tenía, ciertamente, para él, que viene un ratito de vez en cuando, plan visita de médico a domicilio particular. Pero que, para quien lo soporta de continuo, resulta una molestia agobiante.
Es el caso que en mi patio campan a sus anchas una panda de gatos que miccionan y defecan a su libre albedrío. Tano pasa olímpicamente; pero Gumi y Luna que son guerreros cazadores, no. Ni yo tampoco, que tengo que salir todas las mañanas paleta en ristre a recoger los residuos biológicos de los animalitos.
Soy escrupuloso con las deyecciones de mis amiguitos, tanto dentro como fuera, me cabrea quien va enmierdando el espacio común en especial si lo hace en aceras y jardines, no tolero si a mayores lo consiente en la proximidad de un colegio, ambulatorio o similar, y creo que nuestro alcalde se pasa cuando nos amenaza exigirnos llevar fregona y cubo cuando salimos de paseo ramal en ristre.
Pero lo que ayer contemplé a través de los informativos no resiste un simple parte de incidencias. Aquellas multitudes, convocadas a toque de tecla, en columnas y a paso marcial, dirigiéndose hacia el próximo objetivo señalado desde el control central, me recordaron a los zombies descerebrados de algunas películas de miedo que abundaron no hace demasiado y que no sé a quién o quiénes divirtieron.
Llámense cdr o rebaño, parecen la actualización encarnada de aquellos espíritus inmundos del evangelio que angustiaban a la población de los gerasenos, y que al fin terminaron introduciéndose en una descomunal piara de cerdos y arrojándose al mar desde un acantilado.
No me importa cuál sea el final de esos dichos “comités”, me asustan ahora su presencia y la forma en que se expresan, abusando del derecho que se les reconoce de hacerlo donde les parezca sin más contemplaciones.
Y mucho más me preocupa quien mueva los hilos desde bambalinas; hay palabras que sí creo son violencia, por más que eufemísticamente se insista en que “presionar” sólo es un incidente más.
Los santos ángeles custodios, cuyo día celebramos hoy en la Iglesia, sigan cuidándonos para que podamos salir a la calle sin miedo, para “pasearnos a cuerpo y mostrar que pues vivimos…”

Juro que compré verde



Era impropio, me parecía, llevar unos pantalones desastrosos en mi descanso veraniego en los pirineos. Así que, indolente de mí, fui a ver qué había en la superficie comercial cercana. Por 9,99 merqué unos con buena apariencia, simulando de época pretérita cuyo nombre en giri desisto reproducir ("vintage"), de un verde tipo prado de altura y hechura en sintonía con mi edad, ya provecta.
No tardé en ensuciarlos a la primera de cambio, y por precaución los lavé a mano. Aún así, en el agua quedó, además de la mierda acumulada en tan breve tiempo, una pátina verdusca que me inquietó.
En efecto, en cuanto estuvieron secos me percaté de que habían desteñido. Eran verdes, y empezaron a ser pardos.
Con todo y con eso, en la foto de familia me situé en primera fila; no por pretenderlo, sino por casualidad: era el único hueco que quedaba, tras retrasarme por esperar a Luna.
Habíamos estado charlando durante la siesta en plan de reunión clandestina estilo años setenta, y Luna había permanecido durante todo el rato bajo mi silla, sin ceder a los reclamos de Santiago, ni dejar de atender a Alfredo que ni pizca de caso le hizo.
Cuando nos avisaron, ella dudó si acercarse al grupo o quedarse a distancia. Al fin se decidió. Pero no se situó a mi vera, como acostumbra cuando el ambiente, sin resultarle hostil, no termina de parecerle familiar; se acercó a don Ricardo, lo rodeó por detrás y se posó a la espalda de Luis, también tiene don, a quien le rozó sobremanera de modo que le hizo sonreír y decir en voz alta: Que me haces cosquillas. Por fin, resultó que se aposentó a los pies de Santiago. Ya dice él: los animales y los niños, donde ven cariño.
Pues así fue la cosa, yo con mis pantalones pardos, Luna detrás del clero alto diocesano, y todos sonriendo para la posteridad.
Algún día diremos con añoranza ¡qué jóvenes fuimos!

Una buena noticia





Esta no me la estropean ni analistas políticos, ni  vaticanistas de medio pelo, ni siquiera puntillosos tradicionalistas tonsurados. Que el Vaticano, o sea la Iglesia Católica, termine dialogando y concordando con el gobierno de China es lo mejor que podría ocurrir para bien de los católicos de aquel país asiático.
Pensar que Francisco Javier y Matteo Ricci están en el origen inmediato de la fe de unos millones de habitantes del país más hermético del planeta, cuando se navegaba a vela y los viajes duraban una eternidad, y que por suspicacias hacia lo extranjero durante los últimos casi setenta años se ha privado de libertad, perseguido y maltratado a un colectivo cuya única pretensión es ser fiel a sus creencias, solamente con el nuevo acuerdo establecido considero satisfecho todo el esfuerzo que durante decenios han desarrollado los diplomáticos del papa.
Sin embargo, esto no acaba sino de empezar. Porque toca ahora que las dos comunidades enfrentadas, la “patriótica” y la “romana”, construyan la comunión entre sí, se perdonen y se acojan, reconstruyan o edifiquen lo que mejor les convenga, no renuncien a nada por su fe sino que sumen o multipliquen, y gocen de saberse abrazadas por el resto de iglesias de tradición romana.
Ya estoy imaginando que llega cómo vivir el Evangelio según el método chino*, y estoy convencido de que, como en los todo a cien, muchas parroquias van a verse implementadas por ideas y modos nuevos que no podremos desdeñar. No hará falta que ponga “made in China”, porque todos adivinaremos de donde procede.
Nota
*En pleno renacimiento, hace quinientos años, los jesuitas que evangelizaban en China se preocuparon por “inculturar” el Evangelio en lugar de imponerlo. Difícil lo tuvieron con Roma, y sólo se les entendió con el concilio Vaticano II.
Considero muy interesante la lectura de este enlace:

Épico




Y va, el tío, quiero decir el jefe, y vuelve con la máquina y me fotografía. No esperaba que lo hiciera, no al menos tal como nos encontrábamos, él abajo haciendo fuerza y yo, arriba, manteniendo el tipo. Fue sólo un comentario tonto: Parecemos los de Okinawa. Lo dije para salvar la situación de impotencia en que me encontraba sobre el tejado, pero él se lo tomó en serio.
Me confundí con la geografía, y hasta con la historia. En realidad pretendía referirme a Iwo Jima y a la foto archifamosa de soldados americanos intentando izar su bandera en una colina conquistada.
La chanza, sin embargo, me llegó por whasap cuando me envió la foto. Y ¿qué hago con ella?, me pregunté. La publico. Y ya pensaré que voy a escribir.
Lo estoy pensando y no se me ocurre nada interesante. Así que contaré la historia tal como es, como la viví.
Esto es un pueblo de Castilla la Vieja, donde los pueblos se despueblan y a los que las nuevas tecnologías han llegado, tienen hasta internet, pero las viejas siguen envejeciendo al par que su población. Y la tele se ve mal porque la señal casi no llega. Pero, cabezotas ellos, quieren verla y a ser posible en todos los canales. Arrojados al muladar los viejos aparatos de tubo catódico, han aparecido flamantes pantallas en todos los hogares, incluidos los allende el casco histórico, que llevan incluido el tdt y tienen la tira de posibilidades.
La cuestión es, sin embargo, que la antena tiene que pillar la señal. Subirla hasta donde se pueda, y girarla para ver de qué lado sopla la onda, que dicen que es plana y no entiende bien eso de las curvas. Probar si hace falta amplificador, o moden, o… Pero eso son ya palabras mayores. La cuestión es si se ve o no se ve, porque lo de casi es lo mismo que no ver nada.
Yo estaba, pues, intentando que el mástil se pusiera vertical, cuando fui inmortalizado. Ya digo, no fue ni Okinawa ni Ivo Jima. Fue en un lugar perdido de Castilla la Vieja.

Desvaríos



El otro día fui a renovar el carné de conducir. En la foto aparezco con gafas, no hay escapatoria. El médico me mandó ponérmelas porque ya no puedo aparecer sin ellas. Así que, resignado, fui a encargar un duplicado, porque es preceptivo que lleve el repuesto, o seré sancionado. Y la verdad, no quiero que me quiten puntos.
Ya de paso, en la óptica me aconsejaron hacerme las dos nuevas, porque me ha cambiado la graduación, y la calidad de vida es la calidad de vida.
Mi condición de “gafado”, e.d. persona que se vale de aparato corrector de la visión, pasa de “conveniente” a “necesaria por imperativo legal”, convirtiéndose por lo tanto en imprescindible: no puedo conducir sin llevar gafas y llevar repuesto.
Por trágico que resulte esta situación, nada comparable con mi aparato masticatorio. Desde hace más de un año puedo comer gracias a que mis propias piezas dentarias han sido reemplazadas por unos hermosos tornillos revestidos de porcelana. Tintada, por supuesto, porque soy tabaco dependiente.
Afortunadamente aún uso mis orejas para oír, y mis piernas para andar, pero todo se andará y habrá que ir pensando cómo suplirlas o al menos complementarlas en fecha no demasiado lejana.
O sea, que yo ya no soy yo, ya soy mi circunstancia, y poco a poco empieza a distanciarse de lo que habitualmente me he venido considerando desde que tengo conciencia de mí mismo.
El otro día, volviendo de pasar unos días en Zuriza, obvié la autovía y recorrí la carretera nacional para ahorrarme el peaje y de paso hacer alto en el desfiladero de Pancorbo. Aproveché para recorrer el pequeño parque alrededor de la ermita del Cristo del Barrio y echar un vistazo a la ermita de la Virgen del Camino. No paré en el monumento al pastor. Demasiados recuerdos. Estuve en su inauguración, y el “caudillo” pasó a escasos metros de mí. Por supuesto, no estuve solo. Una multitud ingente le aclamó.

Luego fui testigo de un referendum aprobado por el 99% sobre los veinticinco años de paz y la consolidación del régimen. Yo no participé, pero nadie de mi entorno se manifestó en contra. Ahora todo el mundo reniega de aquello, por falso.
Me niego a aceptar que lo que he vivido durante tanto tiempo haya desaparecido o, lo que es peor, haya sido mentira. Más aún: al menos en mi persona, lo nuevo es lo que a todas luces no deja de ser una mala réplica de lo original, unos simples hierros, unos cristales… (Bueno, unos hierros muy elaborados y unos cristales de altísima calidad, y precio).
España ha cambiado. Todos hemos cambiado. Yo he cambiado. Alfonso Guerra dijo que “no nos reconocería ni la madre que nos parió”.
“Quería que el pasado no hubiera existido”, dice un personaje en la peli que estoy viendo en la tele, y otro le contesta “no se puede”.
En fin, ni España es lo que fue, o yo percibí, ni la Iglesia Católica ha resultado ser la sociedad perfecta que estudiamos. La historia verdadera resulta que siempre está por escribir, y hasta el presente es según y cómo porque depende de las circunstancias y personalidad de quien lo narra.
En mi condición y edad ya nada me debería sorprender. Sin embargo, de un tiempo a esta parte vivo en una sorpresa contínua. Y es un doloroso e inquietante sinvivir.

Una maldita espiguita


 
A la generalidad de los mortales nos es familiar tener o haber tenido una piedra en el zapato. A mí, en concreto, en verano me entran con frecuencia cuando calzo sandalias; en invierno y resto del año no, porque uso botas.
Esa sensación molesta que podremos dulcificar si conseguimos que la tal se acomode donde menos se la note, sea donde sea que se lo permita el pie, se convierte en una mortificación insoportable si se trata de perros en vez de humanos, y de espigas en lugar de un simple canto.
A Tano se le clavó una entre los dedos de su mano izquierda, y ha estado el pobre en un grito durante todo el mes de julio. Como aconseja la prudencia en estos casos, no hemos querido recurrir a métodos invasivos; hemos optado por que la naturaleza siguiera su curso. Y hoy, justo a las once de la mañana, he logrado extraérsela sin necesidad de pinzas ni bisturí.
Ahora el pobre Tano descansa aliviado y casi seguro que a la noche tiene la herida cerrada y seca.
Se nos presenta un buen mes de agosto, tal vez y dios lo quiera, correteando por las praderas de Pineta.
Ojalá desaparezcan todas las piedrecitas —en las más variadas y multiformes apariencias que nos agobian desde la política, la economía, los medios sociales… y los clericales— que el camino nos introduce en los zapatos y lo mismo digo de las espigas que amenazan patas, ojos, orejas y morros de nuestros amigos de cuatro patas.
Mi consejo es tener paciencia, aguantar todo lo que se pueda y más, y esperar que llegue su fin lo antes posible. Los métodos expeditivos no son los más rápidos ni concluyen definitivamente con el problema.
Lo sé por experiencia.

ANTOLOGÍA PARA UNA RUTA “LETRAHERIDA”
[Escritores vallisoletanos de todos los tiempos menos de éste…]

 
Busto de Leopoldo Cano, obra de Juan José Moreno, en cobre volcánico y piedra caliza. En marzo de 1936 fue colocado en la Plaza de la Libertad, aunque pronto es trasladado al Paseo del Príncipe del Campo Grande

I

LEOPOLDO CANO (1844-1934)


Las fronteras

Allá en mi país natal,
que de Francia está vecino,
hay en medio de un camino
una piedra y un rosal.

La piedra está en la frontera
el rosal en torno crece,
y cada flor que aparece
de su hermana es extranjera.

Mas cuando mueren las dos
enemigas del rosal,
en una sola espiral
vuela su perfume a Dios,

que a las almas y a las flores
tras ese espacio azulado,
una sola patria ha dado
sin fronteras ni rencores.

Yo mirando tristemente
esta línea fronteriza
que por tierra se desliza
con aspecto de serpiente,
y recordando los lazos
que el hombre rompió iracundo,
pensé: “El amor creó al mundo
y el odio lo hizo pedazos”.

¡Cuán injusta y vanidosa
es la vanidad humana!
¿Dejará de ser hermana
una rosa de otra rosa?
Y en la piedra, entre las dos
enemigas, dejé escrito:
“La frontera es un delito
contra las leyes de Dios”.

* * *



Busto de Nuñez de Arce en el Campo Grande de Valladolid, obra del vallisoletano Emiliano Barral. El monumento se esculpió en granito rojo de Ávila, y los bancos en piedra de Sepúlveda. Se inauguró el 20 de septiembre de 1932.

II

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE (1834-1903)


Soneto

Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;

cuando busca refugio en el olvido,
que le rechaza con helada mano;
cuando en el pobre corazón humano
el tedio labra su infecundo nido;

cuando el dolor, robándonos la calma,
brinda tan sólo a nuestras ansias fieras
horas desesperadas y sombrías,

¡Ay, inmortalidad, sueño del alma
que aspira a lo infinito! Si existieras,
¡qué martirio tan bárbaro serías!


* * *



Busto de Rosa Chacel, en el Paseo del Príncipe del Campo Grande, en bronce sobre granito abulense natural de forma ovalada en el centro de una glorieta, con arbustos y árboles a su alrededor y bancos de madera. Fue realizado en 1988 por el artista madrileño Franscisco Barón.

III

ROSA CHACEL (1898-1994)


Aquel pasaje, a la entrada de la calle del Obispo, se torcía en el medio para salir a la de la Sierpe, y en el ángulo que formaba había una rotonda con montera de cristales, que tenía cuatro estatuas representando las estaciones, y en medio una de Mercurio. ¡Qué luz caía sobre aquella pequeña
plaza encerrada! A cualquier hora, en cualquier época del año, había allí una luz que le hacía a uno comprender. Yo, desde allí, comprendía, no sé por qué, la historia. La historia que no me gustaba estudiar en los libros desde allí me parecía algo divino. Dando vueltas entre aquellas estatuas, bajo aquella luz, yo pensaba según fuese el día. Cuando era en verano, poco antes de las doce, el sol era terrible, era irritante, trágico. Yo pensaba entonces en los gladiadores que morían en el circo de Roma. Veía sobre todo aquellos que caían al pisar la red, veía los cuerpos arrastrados por la arena, y también algo leído no sé dónde: dos que morían a un tiempo, atravesándose mutuamente con sus espadas. Bajo aquel sol, bajo aquella luz desgarradora, veía siempre aquella escena: dos hombres desnudos que se mataban uno a otro al mismo tiempo. Cuando era la hora de la siesta, pensaba en cosas de América, pensaba en colibríes, en, en hamacas. Veía una mujer vestida de blanco, dormida a la sombra de un cañaveral, con una mariposa negra posada en medio del pecho. Si era por la mañana temprano, pensaba en Grecia, sobre todo cuando el pasaje estaba recién regado y quedaban charcos con una frescura que era como una música.

(Memoria de Leticia Valle)


* * *



Calle de Santa María, barrio morisco de la ciudad donde vivió Beatriz Bernal.


IV

BEATRIZ BERNAL (1501?-1562?)


[…] Al tercero día de su camino, por él vio venir un cavallero armado de unas ricas e luzientes armas; se encontraron y se saludaron muy cortésmente. El caballero dixo al príncipe:
- Paresceme, señor cavallero, que ha poco que rescebistes orden de cavallería, según lo muestran vuestras armas noveles.
- Assí es, –dixo el príncipe-, que oy es el quinto día que essa orden rescebí.
- Pues que assí es, venid conmigo, si por bien lo tuviéredes, que yo voy a la corte del emperador de Costantinopla, y allí veréis la cosa más estraña que en el mundo es nascida, que es la princesa Cristalina, hija del emperador, que no ay donzella en grandes partes que con la su hermosura igualar se pueda. Por servir a esta princesa reside en la corte del emperador toda la flor de la cavallería. E assí, señor cavallero, podréis exercitar vuestra persona, por cuanto todos los cavalleros de la corte, y fuera d’ella, no entienden sino en hazer grandes fiestas y egocijos por servicio d’esta hermosa princesa e assí mismo dan cima a muchas aventuras que a la corte del emperador vienen.
- Por cierto señor cavallero, -dixo el príncipe-, si yo pudiera hazer vuestro ruego fuera muy alegre en ir en vuestra compañía, pero tengo que hazer en otra parte, y sería me mal contado si el camino dexasse.
- Pues que assí es, -dixo el cavallero-, a Dios seáis encomendado.
Y assí se despidieron el uno del otro. El príncipe se fue su camino y comencé a cuidar en la gran hermosura de la princesa Cristalina y propuso en su corazón, si Dios le dexava dar cima a la Aventura del Castillo Velador, de ir luego a servir al emperador, y assí lo pensó, lo puso en obra. […]

(Don Cristalián de España)


* * *



Fachada de la iglesia de Santiago Apóstol, calle del mismo nombre, donde está una de las estaciones del recorrido urbano de "El hereje" de Miguel Delibes.

V

MIGUEL DELIBES (1920-2010)


-¿Va a votar el día 15?
-Mire, si no está malo el tiempo, lo mismo me llego a Refico con Manolo.
-¿Votan ustedes en Refico?
-De siempre, sí señor. Nosotros y todo el personal de la parte de aquí, de la montaña.
-Y, ¿ha pensado usted qué va a votar?
El señor Cayo introdujo un dedo bajo la boina y se rascó ásperamente la cabeza. Luego, se miró sus grandes manos, como extrañándolas. Murmuró al fin:
-Lo más seguro es que vote que sí, a ver, si todavía vamos a andar con rencores...
Rafa se echó a reír. Levantó la voz:
-Que eso era antes, joder, señor Cayo. Esos eran los inventos de Franco, ahora es diferente, que no sabe usted ni de qué va la fiesta.
-Eso -dijo humildemente el señor Cayo.
La voz de Rafa se fue haciendo, progresivamente, más cálida, hasta alcanzar un tono mitinesco:
-Ahora es un problema de opciones, ¿me entiende? Hay partidos para todos y usted debe votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos a redimir al proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción, la opción del pueblo, la opción de los pobres, así de fácil.
El señor Cayo le observaba con concentrada atención, como si asistiera a un espectáculo, con una chispita de perplejidad en la mirada. Dijo tímidamente:
-Pero yo no soy pobre.
Rafa se desconcertó:
-¡Ah! -dijo- entonces usted, ¿no necesita nada?
-¡Hombre!, como necesitar, mire, que pare de llover y apriete el calor.

(El disputado voto del señor Cayo)


* * *



Calle Constitución, casa donde nació Jorge Guillén.

VI

JORGE GUILLÉN (1983-1994)


El engaño a los ojos

Con qué nobleza se revuelven
Todos juntos esos muchachos
Y claman por una justicia
Perturbando, vociferando,
Tan inocentes los carrillos,
Tan fieros el porte y los pasos,
Con la mirada en dirección
De un porvenir extraordinario,
Pero a la vista ahora, ahora,
Presente ya sobre el asfalto
De las calles estimuladas
Por los rumores calculados
De esa tan filial muchedumbre,
Coro de gargantas y brazos,
Crédulamente fiel y dócil
-Candor por alud- al dictado
De los mayores en edad,
En crueldad y en aparato,
Aun carceleros de una cárcel
Donde todo queda murado,
Sin salida a ningún futuro:
Ni a ese que van anhelando
Los que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos frente al tirano.


* * *



En una vivienda de ese bloque nació Emilio Ferrari, y una placa en la fachada debiera indicarlo; sin embargo no está, tal vez la oculta el arbolado, tal vez desapareció en alguna de las obras de embellecimiento. Es la Acera de Ferrari.

VII

EMILIO FERRARI (1850-1907)


Receta para un nuevo arte

Mézclense sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño, Satanás, el lirio,
la libélula, el ponche y la escultura;
disuélvanse en helénica tintura
palidez auroral y luz de cirio,
dese a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.


* * *



En los bajos de ese hermoso edificio tuvo la familia de Paco Pino su negocio, del cual fue responsable el poeta a lo largo de toda su vida. Su amor, sin embargo, siempre fue El Pinar de Antequera, donde encontraba inspiración.

VIII

FRANCISCO PINO (1910-2002)


Esta tierra

No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda...


* * *



En la calle Nuñez de Arce, qué casualidad otro literato, y en esa casa nació Martín Abril. Hay, sin embargo, quien dice que no, que fue en Villanueva del Campo.

IX

FRANCISCO JAVIER MARTÍN ABRIL (1908-1997)


No me disgusta, en ocasiones, despertarme a la madrugada, cuando ya va vencida la parte más grave de la noche, pero cuando todavía le quedan a uno algunas horas de sueño por delante. Se trata de una brecha practicada en el muro negro del sueño, una rendija de vigilia, realizada con no sabemos qué misterioso sacabocados en la tira de nuestra muerte provisional, desde cuyo altozano podemos comprobar cómo marcha nuestra navegación en esa suspensión de los sentidos que es el dormir. […]

En estos despertares de madrugada, suelo poseer una especial clarividencia: veo con nitidez cosas que anoche no veía, se me ocurren contestaciones que no supe dar ayer, encuentro temas, palabras, frases, imágenes, profundidades y anchuras, que no encuentro en circunstancias de especial vigilia. […]

A veces, cojo la pluma y el cuaderno que están siempre junto a mí, y escribo con esa prisa fervorosa de los momentos inspirados. Otras, me limito a pensar, a imaginar, a soñar despierto o en una dulce duermevela, acurrucado entre las cobijas de la cama.

Suelo acordarme mucho de mis ausentes en esos instantes, acaso porque el silencio y la quietud, acentuados por la oscuridad, favorecen esa comunicación entre las almas: diálogos sin palabras, penetrantes miradas sin ojos: miradas de estatuas con peso de vida y peso de nostalgia, atizada ésta por el pájaro del corazón que por ahora sigue latiendo. ¿Qué harán a estas horas los brazos lejanos de mi vida: mis hijos? Se fueron marchando del hogar como sin hacer ruido y como sin que nosotros nos percatásemos de la trascendencia de sus huidas, y de pronto advertimos que en nuestra casa ya no había niños.


* * *



Por sus aulas y pasillos anduvo Quevedo, porque estudió en la Universidad de Valladolid.

X

FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)


A una dama bizca y hermosa

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?


* * *



Es de suponer que don Miguel paseara por este paraje que era completamente distinto en su época. Colocaron su estatua frente a la Universidad y de espaldas a La Antigua y a los restos de la colegiata. Ya estaba manco como consecuencia de Lepanto.

XI

MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616)


[…] En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías Hallóse el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.

Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente “don Quijote de la Mancha”, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de que algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente y hiciese inacabables historias de sus hazañas [...]
Déjanse de poner aquí los llantos de Sancho, sobrina y ama de don Quijote, los nuevos epitafios de su sepultura, aunque Sansón Carrasco le puso este:

Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

[…] Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna». Vale

(Don Quijote de la Mancha)


* * *



Quisieron las circunstancias que el madrileño Francisco Alejandro Pérez Martínez, más conocido como Paco Umbral, contrajera matrimonio con la vallisoletana María España Suárez Garrido en la iglesia de San Martín. No otro es el motivo de recordarle en ese lugar.

XII

FRANCISCO UMBRAL (1932-2007)


El niño está lejos, yo estoy aquí, detrás del cristal, mirando, pero tampoco estoy. El verdor ha huido de los tiestos, soplado por una boca oscura. La terraza es un ataúd abierto, un precipicio de los días, un sobrante de hogar que festonea de abandono y polvo el fracaso de nuestra vida.

El niño y yo jugamos por pasillos blancos, en habitaciones blancas, en días blancos sin luz, blancos sin sol, como más allá de la vida y de la muerte. Jugamos a juegos blancos, fantasmales. El niño y yo somos irreales, tibios, en el día sin horas, en la luz sin sol, en el cielo sin día, jugando por pasillos blancos, ventanas blancas, habitaciones blancas, más allá de su muerte y de mi vida, solos y mudos, quietos en lo fatal. Todavía jugamos.

(Mortal y rosa)


* * *



Francisco de Cossío habitó en esta casa, la casa Revilla, en la que vino a la vida. Está en la misma manzana que la del poeta José Zorrilla. ¿Casualidad o destino?

XIII

FRANCISCO DE COSSÍO (1887-1975)


La casa de Valladolid era un antiguo palacio del conde de Cancelada, que compró mi bisabuelo don Manuel de la Cuesta, siendo rector de la Universidad. Hizo grandes reformas al estilo isabelino, quitándole su aire señorial de principios del siglo XVII, pero respetando sus grandes salones y amplias estancias. En virtud de estas variaciones que imponía el gusto de la época, desapareció la escalera principal que arrancaba del patio, y una torrecilla que se elevaba en unos de los ángulos, y que dio nombre a esta calle. Al final de la fachada lateral, que hoy se llama de Fray Luis de Granada y que por entonces se llamaba calle de la Ceniza, se respetó la vivienda, unida a nuestra casa, del administrador del conde, don Nicolás de Acero, y en este lugar nació el poeta don José Zorrilla. […]

¿Por qué anécdotas intrascendentes de la vida provinciana han quedado tan vívidas en mi memoria? Aquí se nos plantea el problema de la pequeña historia. Quizá en estos sucesos sin importancia encontramos la versión más auténtica de las normas sociales, de la moda, de las costumbres, de las preocupaciones cotidianas de una época. Nuestra vida se va tejiendo con una urdimbre de pequeños hechos. Muchas veces estos acontecimientos minúsculos nos dan la clave para comprender los grandes sucesos.

(Confesiones)


* * *



Casa natal de José Zorrilla, en la calle Fray Luis de Granada

XIV

JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)


La ignorancia (fragmento final)

Creó el gobierno la instrucción primaria,
reclamó el clero la instrucción del niño,
centros y clubs la del obrero pobre,
los sabios jesuítas la del rico,
la del centro burgués los escolapios,
y cientos de hermanitas y hermanitos,
por santos institutos y conventos
con objeto tan santo repartidos,
la de las vendedoras del mercado,
la de los camareros, los mendigos,
asilados, zinzayas, costureras,
todo lo perdulario y perdedizo,
todo lo suelto, abandonado y prófugo,
todo, en fin, lo extraviado y lo perdido…
¡Y aún hay doce millones de españoles
que no sabemos leer!… Pues… es un mito.

¿Por qué? Señor Sagasta y señor Cánovas,
si ustedes no lo saben, averígüenlo:
porque si a leer a España no enseñamos,
verán lo que es la España fin de siglo.
Yo ya no lo he de ver: yo ya del mundo,
como dijo el gitano, me las guillo:
mas si a ustedes les coge de sorpresa,
no es porque yo al morir no se lo aviso.

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