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Busto de Leopoldo Cano, obra de Juan José Moreno, en cobre volcánico y piedra caliza. En marzo de 1936 fue colocado en la Plaza de la Libertad, aunque pronto es trasladado al Paseo del Príncipe del Campo Grande |
I
LEOPOLDO CANO (1844-1934)
Las fronteras
Allá
en mi país natal,
que de
Francia está vecino,
hay en
medio de un camino
una
piedra y un rosal.
La
piedra está en la frontera
el
rosal en torno crece,
y cada
flor que aparece
de su
hermana es extranjera.
Mas
cuando mueren las dos
enemigas
del rosal,
en una
sola espiral
vuela
su perfume a Dios,
que a
las almas y a las flores
tras
ese espacio azulado,
una
sola patria ha dado
sin
fronteras ni rencores.
Yo
mirando tristemente
esta
línea fronteriza
que
por tierra se desliza
con
aspecto de serpiente,
y
recordando los lazos
que el
hombre rompió iracundo,
pensé:
“El amor creó al mundo
y el
odio lo hizo pedazos”.
¡Cuán
injusta y vanidosa
es la
vanidad humana!
¿Dejará
de ser hermana
una
rosa de otra rosa?
Y en
la piedra, entre las dos
enemigas,
dejé escrito:
“La
frontera es un delito
contra
las leyes de Dios”.
* * *
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Busto de Nuñez de Arce en el Campo Grande de Valladolid, obra del vallisoletano Emiliano Barral. El
monumento se esculpió en granito rojo de Ávila, y los bancos en piedra
de Sepúlveda. Se inauguró el 20 de septiembre de 1932. |
II
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE (1834-1903)
Soneto
Cuando
el ánimo ciego y decaído
la luz
persigue y la esperanza en vano;
cuando
abate su vuelo soberano
como
el cóndor en el espacio herido;
cuando
busca refugio en el olvido,
que le
rechaza con helada mano;
cuando
en el pobre corazón humano
el
tedio labra su infecundo nido;
cuando
el dolor, robándonos la calma,
brinda
tan sólo a nuestras ansias fieras
horas
desesperadas y sombrías,
¡Ay,
inmortalidad, sueño del alma
que
aspira a lo infinito! Si existieras,
¡qué
martirio tan bárbaro serías!
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Busto de Rosa Chacel, en el Paseo del Príncipe del Campo Grande, en bronce sobre granito abulense natural de forma ovalada en el centro de una glorieta, con
arbustos y árboles a su alrededor y bancos de madera. Fue realizado en 1988 por el artista madrileño Franscisco Barón. |
III
ROSA CHACEL (1898-1994)
Aquel
pasaje, a la entrada de la calle del Obispo, se torcía en el medio para salir a
la de la Sierpe, y en el ángulo que formaba había una rotonda con montera de
cristales, que tenía cuatro estatuas representando las estaciones, y en medio
una de Mercurio. ¡Qué luz caía sobre aquella pequeña
plaza
encerrada! A cualquier hora, en cualquier época del año, había allí una luz que
le hacía a uno comprender. Yo, desde allí, comprendía, no sé por qué, la
historia. La historia que no me gustaba estudiar en los libros desde allí me
parecía algo divino. Dando vueltas entre aquellas estatuas, bajo aquella luz,
yo pensaba según fuese el día. Cuando era en verano, poco antes de las doce, el
sol era terrible, era irritante, trágico. Yo pensaba entonces en los
gladiadores que morían en el circo de Roma. Veía sobre todo aquellos que caían
al pisar la red, veía los cuerpos arrastrados por la arena, y también algo
leído no sé dónde: dos que morían a un tiempo, atravesándose mutuamente con sus
espadas. Bajo aquel sol, bajo aquella luz desgarradora, veía siempre aquella
escena: dos hombres desnudos que se mataban uno a otro al mismo tiempo. Cuando
era la hora de la siesta, pensaba en cosas de América, pensaba en colibríes,
en, en hamacas. Veía una mujer vestida de blanco, dormida a la sombra de un
cañaveral, con una mariposa negra posada en medio del pecho. Si era por la
mañana temprano, pensaba en Grecia, sobre todo cuando el pasaje estaba recién
regado y quedaban charcos con una frescura que era como una música.
(Memoria de Leticia Valle)
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Calle de Santa María, barrio morisco de la ciudad donde vivió Beatriz Bernal. |
IV
BEATRIZ BERNAL (1501?-1562?)
[…] Al
tercero día de su camino, por él vio venir un cavallero armado de unas ricas e
luzientes armas; se encontraron y se saludaron muy cortésmente. El caballero
dixo al príncipe:
-
Paresceme, señor cavallero, que ha poco que rescebistes orden de cavallería,
según lo muestran vuestras armas noveles.
- Assí
es, –dixo el príncipe-, que oy es el quinto día que essa orden rescebí.
- Pues
que assí es, venid conmigo, si por bien lo tuviéredes, que yo voy a la corte
del emperador de Costantinopla, y allí veréis la cosa más estraña que en el
mundo es nascida, que es la princesa Cristalina, hija del emperador, que no ay
donzella en grandes partes que con la su hermosura igualar se pueda. Por servir
a esta princesa reside en la corte del emperador toda la flor de la cavallería.
E assí, señor cavallero, podréis exercitar vuestra persona, por cuanto todos
los cavalleros de la corte, y fuera d’ella, no entienden sino en hazer grandes
fiestas y egocijos por servicio d’esta hermosa princesa e assí mismo dan cima a
muchas aventuras que a la corte del emperador vienen.
- Por
cierto señor cavallero, -dixo el príncipe-, si yo pudiera hazer vuestro ruego
fuera muy alegre en ir en vuestra compañía, pero tengo que hazer en otra parte,
y sería me mal contado si el camino dexasse.
- Pues
que assí es, -dixo el cavallero-, a Dios seáis encomendado.
Y assí
se despidieron el uno del otro. El príncipe se fue su camino y comencé a cuidar
en la gran hermosura de la princesa Cristalina y propuso en su corazón, si Dios
le dexava dar cima a la Aventura del Castillo Velador, de ir luego a servir al
emperador, y assí lo pensó, lo puso en obra. […]
(Don Cristalián de España)
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Fachada de la iglesia de Santiago Apóstol, calle del mismo nombre, donde está una de las estaciones del recorrido urbano de "El hereje" de Miguel Delibes. |
V
MIGUEL DELIBES (1920-2010)
-¿Va a
votar el día 15?
-Mire,
si no está malo el tiempo, lo mismo me llego a Refico con Manolo.
-¿Votan
ustedes en Refico?
-De
siempre, sí señor. Nosotros y todo el personal de la parte de aquí, de la
montaña.
-Y,
¿ha pensado usted qué va a votar?
El
señor Cayo introdujo un dedo bajo la boina y se rascó ásperamente la cabeza.
Luego, se miró sus grandes manos, como extrañándolas. Murmuró al fin:
-Lo
más seguro es que vote que sí, a ver, si todavía vamos a andar con rencores...
Rafa
se echó a reír. Levantó la voz:
-Que
eso era antes, joder, señor Cayo. Esos eran los inventos de Franco, ahora es
diferente, que no sabe usted ni de qué va la fiesta.
-Eso
-dijo humildemente el señor Cayo.
La voz
de Rafa se fue haciendo, progresivamente, más cálida, hasta alcanzar un tono
mitinesco:
-Ahora
es un problema de opciones, ¿me entiende? Hay partidos para todos y usted debe
votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos
a redimir al proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción,
la opción del pueblo, la opción de los pobres, así de fácil.
El
señor Cayo le observaba con concentrada atención, como si asistiera a un
espectáculo, con una chispita de perplejidad en la mirada. Dijo tímidamente:
-Pero
yo no soy pobre.
Rafa
se desconcertó:
-¡Ah!
-dijo- entonces usted, ¿no necesita nada?
-¡Hombre!,
como necesitar, mire, que pare de llover y apriete el calor.
(El disputado voto del señor Cayo)
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Calle Constitución, casa donde nació Jorge Guillén. |
VI
JORGE GUILLÉN (1983-1994)
El engaño a los ojos
Con
qué nobleza se revuelven
Todos
juntos esos muchachos
Y
claman por una justicia
Perturbando,
vociferando,
Tan
inocentes los carrillos,
Tan
fieros el porte y los pasos,
Con la
mirada en dirección
De un
porvenir extraordinario,
Pero a
la vista ahora, ahora,
Presente
ya sobre el asfalto
De las
calles estimuladas
Por
los rumores calculados
De esa
tan filial muchedumbre,
Coro
de gargantas y brazos,
Crédulamente
fiel y dócil
-Candor
por alud- al dictado
De los
mayores en edad,
En
crueldad y en aparato,
Aun
carceleros de una cárcel
Donde
todo queda murado,
Sin
salida a ningún futuro:
Ni a
ese que van anhelando
Los
que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos
frente al tirano.
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En una vivienda de ese bloque nació Emilio Ferrari, y una placa en la fachada debiera indicarlo; sin embargo no está, tal vez la oculta el arbolado, tal vez desapareció en alguna de las obras de embellecimiento. Es la Acera de Ferrari. |
VII
EMILIO FERRARI (1850-1907)
Receta para un nuevo arte
Mézclense
sin concierto, a la ventura,
el
lago, la neurosis, el delirio,
Titania,
el sueño, Satanás, el lirio,
la
libélula, el ponche y la escultura;
disuélvanse
en helénica tintura
palidez
auroral y luz de cirio,
dese a
Musset y a Baudelaire martirio,
y
lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad
después la mezcolanza espesa
por
alambique a la sesera vana
de un
bardo azul de la última remesa
y
tendréis esa jerga soberana
que es
Góngora vestido a la francesa
y
pringado en compota americana.
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En los bajos de ese hermoso edificio tuvo la familia de Paco Pino su negocio, del cual fue responsable el poeta a lo largo de toda su vida. Su amor, sin embargo, siempre fue El Pinar de Antequera, donde encontraba inspiración. |
VIII
FRANCISCO PINO (1910-2002)
Esta tierra
No me
busques en los montes
por
altos que sean,
ni me
busques en el mar
por
grande que te parezca.
Búscame
aquí, en esta tierra
llana,
con puente y pinar,
con
almena y agua lenta,
donde
se escucha volar
aunque
el sonido se pierda...
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En la calle Nuñez de Arce, qué casualidad otro literato, y en esa casa nació Martín Abril. Hay, sin embargo, quien dice que no, que fue en Villanueva del Campo. |
IX
FRANCISCO JAVIER MARTÍN ABRIL (1908-1997)
No me
disgusta, en ocasiones, despertarme a la madrugada, cuando ya va vencida la parte
más grave de la noche, pero cuando todavía le quedan a uno algunas horas de sueño
por delante. Se trata de una brecha practicada en el muro negro del sueño, una
rendija de vigilia, realizada con no sabemos qué misterioso sacabocados en la
tira de nuestra muerte provisional, desde cuyo altozano podemos comprobar cómo marcha
nuestra navegación en esa suspensión de los sentidos que es el dormir. […]
En
estos despertares de madrugada, suelo poseer una especial clarividencia: veo con
nitidez cosas que anoche no veía, se me ocurren contestaciones que no supe dar
ayer, encuentro temas, palabras, frases, imágenes, profundidades y anchuras,
que no encuentro en circunstancias de especial vigilia. […]
A
veces, cojo la pluma y el cuaderno que están siempre junto a mí, y escribo con
esa prisa fervorosa de los momentos inspirados. Otras, me limito a pensar, a
imaginar, a soñar despierto o en una dulce duermevela, acurrucado entre las
cobijas de la cama.
Suelo
acordarme mucho de mis ausentes en esos instantes, acaso porque el silencio y
la quietud, acentuados por la oscuridad, favorecen esa comunicación entre las
almas: diálogos sin palabras, penetrantes miradas sin ojos: miradas de estatuas
con peso de vida y peso de nostalgia, atizada ésta por el pájaro del corazón
que por ahora sigue latiendo. ¿Qué harán a estas horas los brazos lejanos de mi
vida: mis hijos? Se fueron marchando del hogar como sin hacer ruido y como sin
que nosotros nos percatásemos de la trascendencia de sus huidas, y de pronto
advertimos que en nuestra casa ya no había niños.
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Por sus aulas y pasillos anduvo Quevedo, porque estudió en la Universidad de Valladolid. |
X
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)
A una dama bizca y hermosa
Si a
una parte miraran solamente
vuestros
ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a
diversas partes no miraran,
se
helaran el ocaso o el Oriente.
El
mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras
luces izquierdas lo declaran,
pues
con mira engañosa nos disparan
facinorosa
luz, dulce y ardiente.
Lo que
no miran ven, y son despojos
suyos
cuantos los ven, y su conquista
da a
l'alma tantos premios como enojos.
¿Qué
ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que,
siendo monarcas los dos ojos,
los
llamase vizcondes de la vista?
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Es de suponer que don Miguel paseara por este paraje que era completamente distinto en su época. Colocaron su estatua frente a la Universidad y de espaldas a La Antigua y a los restos de la colegiata. Ya estaba manco como consecuencia de Lepanto. |
XI
MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616)
[…] En
fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos
y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de
caballerías Hallóse el escribano presente y dijo que nunca había leído en
ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su
lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre
compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero
decir que se murió.
Viendo
lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano
el Bueno, llamado comúnmente “don Quijote de la Mancha”, había pasado desta
presente vida y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar
la ocasión de que algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase
falsamente y hiciese inacabables historias de sus hazañas [...]
Déjanse
de poner aquí los llantos de Sancho, sobrina y ama de don Quijote, los nuevos
epitafios de su sepultura, aunque Sansón Carrasco le puso este:
Yace
aquí el hidalgo fuerte
que a
tanto extremo llegó
de
valiente, que se advierte
que la
muerte no triunfó
de su
vida con su muerte.
Tuvo a
todo el mundo en poco,
fue el
espantajo y el coco
del
mundo, en tal coyuntura,
que
acreditó su ventura
morir
cuerdo y vivir loco.
[…] Y
con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te
quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el
fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo
que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas
historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote
van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna». Vale
(Don Quijote de la Mancha)
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Quisieron las circunstancias que el madrileño Francisco Alejandro Pérez Martínez, más conocido como Paco Umbral, contrajera matrimonio con la vallisoletana María España Suárez Garrido en la iglesia de San Martín. No otro es el motivo de recordarle en ese lugar. |
XII
FRANCISCO UMBRAL (1932-2007)
El
niño está lejos, yo estoy aquí, detrás del cristal, mirando, pero tampoco
estoy. El verdor ha huido de los tiestos, soplado por una boca oscura. La
terraza es un ataúd abierto, un precipicio de los días, un sobrante de
hogar que festonea de abandono y polvo el fracaso de nuestra vida.
El
niño y yo jugamos por pasillos blancos, en habitaciones blancas, en días
blancos sin luz, blancos sin sol, como más allá de la vida y de la muerte.
Jugamos a juegos blancos, fantasmales. El niño y yo somos irreales,
tibios, en el día sin horas, en la luz sin sol, en el cielo sin día, jugando
por pasillos blancos, ventanas blancas, habitaciones blancas, más allá de
su muerte y de mi vida, solos y mudos, quietos en lo fatal. Todavía
jugamos.
(Mortal y rosa)
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Francisco de Cossío habitó en esta casa, la casa Revilla, en la que vino a la vida. Está en la misma manzana que la del poeta José Zorrilla. ¿Casualidad o destino? |
XIII
FRANCISCO DE COSSÍO (1887-1975)
La
casa de Valladolid era un antiguo palacio del conde de Cancelada, que compró mi
bisabuelo don Manuel de la Cuesta, siendo rector de la Universidad. Hizo
grandes reformas al estilo isabelino, quitándole su aire señorial de principios
del siglo XVII, pero respetando sus grandes salones y amplias estancias. En
virtud de estas variaciones que imponía el gusto de la época, desapareció la
escalera principal que arrancaba del patio, y una torrecilla que se elevaba en
unos de los ángulos, y que dio nombre a esta calle. Al final de la fachada
lateral, que hoy se llama de Fray Luis de Granada y que por entonces se llamaba
calle de la Ceniza, se respetó la vivienda, unida a nuestra casa, del
administrador del conde, don Nicolás de Acero, y en este lugar nació el poeta
don José Zorrilla. […]
¿Por
qué anécdotas intrascendentes de la vida provinciana han quedado tan vívidas en
mi memoria? Aquí se nos plantea el problema de la pequeña historia. Quizá en
estos sucesos sin importancia encontramos la versión más auténtica de las
normas sociales, de la moda, de las costumbres, de las preocupaciones
cotidianas de una época. Nuestra vida se va tejiendo con una urdimbre de
pequeños hechos. Muchas veces estos acontecimientos minúsculos nos dan la clave
para comprender los grandes sucesos.
(Confesiones)
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Casa natal de José Zorrilla, en la calle Fray Luis de Granada |
XIV
JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)
La ignorancia (fragmento final)
Creó
el gobierno la instrucción primaria,
reclamó
el clero la instrucción del niño,
centros
y clubs la del obrero pobre,
los
sabios jesuítas la del rico,
la del
centro burgués los escolapios,
y
cientos de hermanitas y hermanitos,
por
santos institutos y conventos
con
objeto tan santo repartidos,
la de
las vendedoras del mercado,
la de
los camareros, los mendigos,
asilados,
zinzayas, costureras,
todo
lo perdulario y perdedizo,
todo
lo suelto, abandonado y prófugo,
todo,
en fin, lo extraviado y lo perdido…
¡Y aún
hay doce millones de españoles
que no
sabemos leer!… Pues… es un mito.
¿Por
qué? Señor Sagasta y señor Cánovas,
si
ustedes no lo saben, averígüenlo:
porque
si a leer a España no enseñamos,
verán
lo que es la España fin de siglo.
Yo ya
no lo he de ver: yo ya del mundo,
como
dijo el gitano, me las guillo:
mas si
a ustedes les coge de sorpresa,
no es
porque yo al morir no se lo aviso.