Incidencias





Haré un parte de incidencias, me dijo el otro día el policía de barrio, como si la cosa no tuviera más importancia. Y no la tenía, ciertamente, para él, que viene un ratito de vez en cuando, plan visita de médico a domicilio particular. Pero que, para quien lo soporta de continuo, resulta una molestia agobiante.
Es el caso que en mi patio campan a sus anchas una panda de gatos que miccionan y defecan a su libre albedrío. Tano pasa olímpicamente; pero Gumi y Luna que son guerreros cazadores, no. Ni yo tampoco, que tengo que salir todas las mañanas paleta en ristre a recoger los residuos biológicos de los animalitos.
Soy escrupuloso con las deyecciones de mis amiguitos, tanto dentro como fuera, me cabrea quien va enmierdando el espacio común en especial si lo hace en aceras y jardines, no tolero si a mayores lo consiente en la proximidad de un colegio, ambulatorio o similar, y creo que nuestro alcalde se pasa cuando nos amenaza exigirnos llevar fregona y cubo cuando salimos de paseo ramal en ristre.
Pero lo que ayer contemplé a través de los informativos no resiste un simple parte de incidencias. Aquellas multitudes, convocadas a toque de tecla, en columnas y a paso marcial, dirigiéndose hacia el próximo objetivo señalado desde el control central, me recordaron a los zombies descerebrados de algunas películas de miedo que abundaron no hace demasiado y que no sé a quién o quiénes divirtieron.
Llámense cdr o rebaño, parecen la actualización encarnada de aquellos espíritus inmundos del evangelio que angustiaban a la población de los gerasenos, y que al fin terminaron introduciéndose en una descomunal piara de cerdos y arrojándose al mar desde un acantilado.
No me importa cuál sea el final de esos dichos “comités”, me asustan ahora su presencia y la forma en que se expresan, abusando del derecho que se les reconoce de hacerlo donde les parezca sin más contemplaciones.
Y mucho más me preocupa quien mueva los hilos desde bambalinas; hay palabras que sí creo son violencia, por más que eufemísticamente se insista en que “presionar” sólo es un incidente más.
Los santos ángeles custodios, cuyo día celebramos hoy en la Iglesia, sigan cuidándonos para que podamos salir a la calle sin miedo, para “pasearnos a cuerpo y mostrar que pues vivimos…”

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