Y ¿por qué no comerse a uno mismo?



Rabioso por contenerme y no contestar de malos modos (ni de ninguna otra forma) en una web donde se critica a mi obispo, don Ricardo, sin piedad y con mucha mala baba por sus palabras, más bien no-palabras, en unas jornadas en Zamora, me meto con una señora que ni sé quién es ni me importa, que tras cuarenta años sin encontrar pareja digna de ser considerada, ha decidido casarse consigo misma.
La foto es para enmarcar.
No sé por qué razón, viendo esto y leyendo lo otro, me viene al pensamiento un animalito muy simpático que, tras copular con su pareja, se la come. Eso es llenarse hasta la plenitud. Me pregunto qué significará entrar en comunión (con) uno/a mismo/a. ¿Autocommunio?
Gumi y Tano andan los pobres como almas dolientes por entrar en amores con Luna que está alta. Como no puede ser, porque esto no es jauja y alimentar más bocas y aguantar más ladridos se me hace insoportable, es imposible satisfacer sus elementales instintos.
Voy a ver si los convenzo de que ejerzan en solitario, y se basten consigo mismos. ¿Lo conseguiré?
Ahora vendrá alguien a decirme que es impropio que trate aquí estos asuntos y que haya dicho lo que acabo de escribir. Sepa vuesa merced que la palabra es libre, y que igual que una señora muy enseñoreada se casa con sí misma y lo hace público en la magna asamblea, con gran regocijo general y generalizado, don Ricardo puede decir o callar lo que le pete, y servidor expresar lo que me parezca.
Que no estamos para tener que mirar a ambos lados antes de salir de casa, por si viene el de la escoba dando pal pelo o amenazando miedo.

Un día siquiera para la no violencia y la paz


Es lo menos que podría esperarse. Un día al menos, de los trescientos y pico que tiene el año. Pero no parece que estemos por trabajarlo ni la suerte para concederlo. Tal vez en los colegios hayan recordado a Gandhi con alguna actividad, quizás no han encontrado el momento o se hayan olvidado…
No hay tiros por mi barrio, no se oyen estallidos de bombas ni el ruido metálico de los carros de guerra. Tampoco escucho palabras de paz, ni veo gestos que la transmitan. Nadie grita ¡ha estallado la paz!
A Gandhi lo mataron. Como mataron a aquel que pasaba diciendo “soy amigo, amigo soy”, un día de madrugada.
Nadie quiere ver a la muerte. Se la saca a las afueras, como antaño a los “paseados”; o se la recluye en los hospitales, lejos de las casas; o en las residencias donde se van almacenando cual juguetes rotos los despojos humanos a los que ya no se puede atender “en condiciones” o roban espacio al iphone y tiempo a las vacaciones.
La muerte precisamente es la última violencia, lo dicen los manuales. ¿Lo dicen?
Hay muchas cuentas pendientes, demasiadas. No es posible la paz en esas condiciones. Un tropel de insultos, un mar de indignación, un universo irreconciliado, un magma volcánico de rencor, una memoria incapaz de recordar reconciliando. Así no hay manera de que alcancemos la paz.
¡Con la no violencia! Dirás. Palabras violentas, miradas asesinas, pensamientos inhumanos, gestos agresivos. Es lo que hay.
Mañana será otro día y veremos lo que pasa. Hoy toca hablar de esto, pero no encuentro palabras. Las que aquí dejo, no me sirven. Voy a probar estas otras, tomadas de wikipedia:
El Día Escolar de la No Violencia y la Paz —también conocido como DENIP (acrónimo, del catalán: Dia Escolar de la No-violència i la Pau) Día Escolar de la Paz o como DENYP (acrónimo del castellano: Día Escolar de la No Violencia y la Paz)— es una jornada educativa no gubernamental fundada en España en 1964 por el poeta y pacifista mallorquín Llorenç Vidal como punto de partida y de apoyo para una educación no-violenta y pacificadora de carácter permanente y que se practica el 30 de enero de cada año, en el aniversario de la muerte del Mahatma Gandhi. En los países con calendarios escolares propios del hemisferio sur se practica el 30 de marzo o alguno de los días próximos.
El exdirector general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, fue entrevistado por Global Education Magazine, diciendo que «tenemos que ser conscientes de que estamos a tiempo de cambiar una cultura de imposición, del miedo, culturas basadas en la especulación económica de deslocalización de la producción en la guerra, que todavía son capaces de transformarse en una cultura del diálogo, de la reconciliación, de la sociedad en una cultura de la paz».
Lanza del Vasto, discípulo directo del Mahatma Gandhi y fundador de la Comunidad del Arca, en una entrevista concedida en Sevilla (1976) dijo: "Sea así en todas vuestras escuelas. Estableced un día dedicado a la No-violencia".
Cuando en 1998 la ONU proclamó el Decenio Internacional para una Cultura de la Paz (2001-2010) el DENIP llevaba ya 36 años practicándose en centros educativos de los distintos niveles de todo el mundo.



Y además



Ha puesto a la europa del dinero en un trance. A lo que parece, también hay dentro quien no las tiene todas consigo, y ha llevado su tesoro a buen recaudo, o sea debajo del colchón o en casa de su prima. Y, esto no termino de captarlo, además ha pasado de largo ante posibles candidatas a puestos de responsabilidad.
Tal parece que en aquel país las que gestionan los haberes familiares, controlan la cesta de la compra y cuidan de que en casa no le falte nada a nadie, no son las mejores para atender los negocios patrios.
Yo no sé qué pensar ni qué decir. Tal vez la historia ya no sirva como maestra de la vida, las penélopes de otros tiempos no tengan parangón en el presente y sólo los más bravos y aguerridos sirvan para esta guerra.
No desatemos la caja de los truenos por otra nueva helena, que ya sabemos cómo terminó aquel episodio.
Hay que tener mucho cuidadín con los caballos de madera. Pueden tener truco y encerrar dentro de sí un infierno pavoroso.
De momento desde los confines del mare nostrum ya les estamos diciendo que la pela es la pela, y que se las arreglen como puedan.
¿Insolidaridad? ¡Tener los garbanzos contados!

Dándole a la paleta



Ese armario estorba, sugirió alguien. No hizo falta dar más explicaciones; tampoco pedirlas. El mueble desapareció. En su lugar “surgió”, –aunque propiamente habría que decir que quedó a la vista–, una enorme gotera en la pared. Hacía feo de narices.
No era momento, porque había otras ocupaciones, así que se aplazó sine die su reparación. La primera ocasión que se ha presentado favorable ha sido esta mañana: hielo, niebla y… sol. No fue necesario desembalarlas porque están siempre disponibles. Las herramientas que me dejó como herencia el Zarzuela estaban esperando. Y el yeso.
Esta mañana he ejercido de ”arbañil”, o “paleta”, como dicen que se estila titularlo en ciertas tierras. Y pongo la foto de lejos, que los detalles me perjudicarían. Hay quien las hace y las expone, haciéndose pasar por profesional. No es mi caso, a la vista está. Sirve, que es lo que me importa, y encima me divierto.
Digo lo anterior porque han salido críticos de papa Francisco, a propósito del abrazo silencioso que dio a una niña filipina, Glyzelle, en pública manifestación. Dicen que pudo decir mucho más ante su pregunta, eterna cuestión, ¡por qué permite Dios estas cosas! Ellos habrían expresado otra cosa; incluso debería, ya que todo el mundo le escuchaba además de verlos, haber aprovechado la ocasión para arremeter contra el “statu quo”.
Y yo añado por mi cuenta: ¡qué buen momento desperdició papa Francisco para arreglar de una vez por todas el maldito problema del Mal!
Hay chapuzas… y chapuzas. Yo ahora mismo voy a ejercer de fontanero porque una cisterna gotea. Salgo pitando…
Las paletas y la llana fueron obsequio de Francisco. La cuchilla vino mucho después
Esto, que se me olvida: Francisco Zarzuela fue un vejete muy simpático, un poco loco, albañil de toda la vida, que tuvo un final feliz tras una vida dislocada. No me olvido, él seguro que tampoco.

Leña al mono



Expresión coloquial que sirve lo mismo para un roto, –empieza tú la tarta por allí que yo la empiezo por aquí–, que para un descosido, –si te pones ahí delante te arreo sin contemplaciones.
No sé qué usarán en otras latitudes, pero aquí nos sirve para arengarnos y amenazar al mismo tiempo a quien osa destacar sin una mochila repleta de haberes, y se sospecha que deberes tiene, aunque ocultos.
Somos muy dados a descabalgar al personal, máxime si va de guapito. A los chulos, duro y a la cara.
Hay, sin embargo, quien la tiene de cemento. Si fuera de acero, no quiero ni imaginarme qué le pasaría a quien acometiera.
El chasco se lo llevarían quienes armados de piedras, vieran que sus golpes daban en blando, porque fuera pura greda.
«Culbuto» de Milllalex - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Culbuto.jpg#mediaviewer/File:Culbuto.jpg
No hay cosa que más me fastidie que desperdiciar las fuerzas dando puñetazos a un colchón de látex. Lo mismo que intentar derribar a un tentetieso. Nunca se consigue.

Primer aviso



Así sonó en medio del silencio, aquel cornetazo –o ¿fue trompetazo?–, que brotó de un móvil activo a pesar del lugar y momento. Me lo tomé por postrero, y corté.
Nada se había dado para que yo entendiera que me estaba alargando, por eso me sobresalté al pronto. No obstante, reconozco que tras una primera parte expositiva, en la que fui ágil y claro, luego vino otra, libre de papeles, en la que me fui “enrollando” y con toda seguridad estirando, sin añadir nada sustantivo que mereciera la pena.
Normalmente te das cuenta de que tus palabras no llegan o llegan pero se van, porque lo que dices suena a música celestial o es repetición de repetición de repe… Entonces tú mismo, como si llevaras montera, señalas el cambio o lo induces suavemente, si es que tienes recursos para ello, y continúas un poco más o rubricas. Pero no siempre sucede así. No basta tener tablas, hace falta mucho más.
El servicio litúrgico de la homilía es una de las tareas más difíciles con las que llevo enfrentándome desde hace casi cuarenta años. Justo cuando me dieron un azote en el culo y me mandaron a “funcionar”, tras ordenarme don José. La orden vino de su vicario general, don Modesto: “El uno de octubre debes empezar en” y se acabó la historia. O empezó, para mejor decir.
Anteriormente una sola vez tomé la palabra ante una magna asamblea, grande y variada en verdad: en la iglesia de los franciscanos del paseo de Zorrilla, un día de San José, día del Seminario. Habría allí no menos de 3.000 personas. Y entonces mal leí unas cuartillas que había confeccionado copiando de aquí y de allá. Nada digno de conservar en la memoria, mucho menos de decir que hizo historia.
Si volví a tomarla después, fue en modo conversación o diálogo, como por aquellos años se apuntaba de homilías compartidas o dialogadas. Tenían lugar en recintos más pequeños y en grupos de afines. Duraron lo que duraron, y ahora son un recuerdo que añoro y que lamento no fraguaran.
El caso es que, volviendo al principio, cada vez que me siento para preparar mi homilía del domingo, hablar solo yo y los demás en silencio, me devano la cabeza, y los sesos que supongo tengo dentro de ella, para encontrar el cabo del hilo que me sirva de conductor. Y cuando doy con él, lo agarro con fuerza para ver cómo a su alrededor hilvano frases que se engarcen una a otra para rubricar un mensaje que tenga sentido, consistencia y sea apetitoso y provechoso.
Mi tiempo me lleva. Mucho más de lo que nadie se imagina. Pero luego, viene la hora de la verdad: plantarse allí delante y desenredar la madeja.
Ahí siempre me siento novato. Físicamente lo noto en el temblor de las piernas y en mi voz que sale como sale, no como debiera salir.
Hay predicadores que aflautan la voz. Otros la enronquecen. Algunos elevan el volumen. Y no faltan quienes lo reducen en plan intimista y sugerente. Yo intento hablar de natural, pero no sé qué me sale. Nunca me he escuchado, nadie me ha grabado, no he llegado a ese nivel.
Algunas veces leo. Generalmente no. En ocasiones soy breve, claro, directo, didáctico y eficaz. Las más, sin embargo, me dejo llevar y he de buscar sobre la marcha cómo cerrar en redondo, sin flecos ni puntos suspensivos. Sé que se agradece que mire de frente, no a lo escrito. De lecciones ya pocos están necesitados, y se espera y desea ánimo, cercanía y comprensión.
El caso es que algunas veces me han felicitado y otras me han reprendido. Te has pasado con nosotros, no nos merecíamos tanto. Y alguna vez, muy pocas, se han lamentado de mi brevedad porque tal vez el asunto mereciera más desarrollo.
Acabo de descargarme un tocho para perfeccionarme. ¡Qué fácil es decirlo! Voy a ver si facilito también el hacerlo.
En fin, el domingo pasado, o sea ayer, me dieron el primer aviso, y yo entendí que había cambio de tercio. Obedecí.

Buscando huesos del pasado


No consigo dar con un medio de comunicación que no comente esto de los huesos de Cervantes. Tal parece que interesa mucho más dónde fue enterrado que leerlo. ¿Será que tratan de llevarnos en peregrinación a su tumba?
Con el Quijote pasa casi como con la Biblia. Todo el mundo ha oído hablar de ellos, en cierta ocasión los ha tenido en sus manos, quién no se sabe de memoria alguna frase, pero qué poquita gente los tiene en su casa. Como ya no pasan los visitadores ofreciéndonos lujosas versiones encuadernadas en piel y con canto dorado… Ese oficio en desuso seguro que se revitalizaría organizando excursiones a las trinitarias para ver cómo más de treinta personas se afanan entre cascotes y trozos de mortaja por dar con la pepita de oro.
Cuando la encuentren, los de Madrid España tendrán asegurado el negocio del siglo.

Ardor guerrero


Bien viene alguna vez, pero ojito con él. Te inflama y luego de explotado te das cuenta de que la has pifiado.
Viene esto a cuento de un correo que he recibido esta mañana. La foto y la información que la acompañaba me indignaron de tal forma que no lo pensé: en lugar de reenviarlo a todas mis direcciones, como se me “exigía” bajo amenaza de “obligación moral”, lo colgué de este blog para pública exposición. La firma de la misiva y el firmante del contenido eran de toda solvencia. Esto hecho, me relajé. Y descansé.
Tras el momento de alivio, me dio por pensar. Esto no puede estar oculto, tiene que haber una fuente original. E indagué. Así fue como descubrí que el asunto ya era viejo. La foto, real ciertamente, no correspondía al suceso que se denunciaba, sino a otra situación desgraciada en que murió carbonizada mucha gente a consecuencia de una explosión de gas. Nada de asunto terrorista. Y el firmante tampoco era quien decía, sino una suplantación de personalidad. Y además viejo, de hace cinco años, o sea de 2010.
Reaccioné de nuevo con parecida indignación y borré la entrada. Pero no la “desaparecí”. Ahí colea en los artilugios que existen en la red para “robar” cuanto se publica, y eternizarlo en el limbo. Así, pues, por más que se desmienta, esta información ahí sigue, aunque sea falsa y torticera.
No debiera haberme ocurrido, porque este desliz ya es recidiva en mi haber. Otras veces he cometido el mismo error. ¡Con lo relativamente fácil que es confirmar la información antes de aceptarla como indubitable!
Quien persiste en lo suyo es Codorniz, que ha vuelto a dejarme ahorita mismo su regalo. Con este ya van doce. Y con cuatro de ésos voy a aderezarme el condumio vespertino.
Así han quedado tras su paso por el micro…
Me entusiasma que este animalito se muestre en su agradecimiento a la acogida recibida con este frenesí, nada aguerrido. No le diré que no espere descendencia, para que no se frustre, el pobre.
No puedo decir lo mismo de las bajas temperaturas que estamos aguantando en estos días. Hay gente que disfruta en la fría nieve, y se apunta en cuanto alguien grita ¡nos vamos a esquiar! Tengo más que suficiente contemplando estos charcos helados-, no son ibones pirenaicos aunque lo parezcan–, y procurando no caerme cuando ando por aceras del sombrío.
Termino colocando la foto que motivó el artículo censurado, para avisar a otros incautos que hayan recibido o reciban en cualquier momento un mensaje falseando los hechos e incitando a la agresión.
Kinshasa, 3 de julio. Al menos 230 personas murieron cuando un camión cisterna con combustible volcó y estalló en el este de la República Democrática del Congo
Es un malhadado accidente y no un acto terrorista. Aún así, muchas personas murieron de forma cruel e inútil.

La inmutabilidad del ser


Ya lo hace levantando la pata. Alguien diría, ¡cómo tiene que ser! Me refiero a Tano, que hasta ahora se agachaba, y desde lejos no se le distinguía si perrito o perrita.
Luna ha conseguido, por su parte, defecar yendo del ramal. Hasta ahora había sido imposible. Siempre de caza, esas cosas se hacían sobre la marcha, y sin esperar lugar y hora.
Gumi, por el otro lado, echa de menos tiempos pasados y ha vuelto a requerir mimos y zalemas. ¿Regresión?
Confieso que empiezo a dudar cuál es lo que debiera ser, y me constriño a observar y aceptar lo que simplemente es.
Anda el asunto un tanto revuelto sobre lo que política, religiosa o socialmente resulta correcto. Si alguien grita soy así, se le echan encima un tropel. Si la otra vocea no soy de esa manera, tampoco se va de vacío. Y si hubiera quien dijera que es y no es al mismo tiempo, no saldría de rositas.
¡Cómo dices eso! ¡Cómo haces lo otro! ¡Cómo vistes de esa manera! ¡Cómo pasaste de largo! ¡Vaya cura! Porque en efecto, de eso se trata. A cada oveja, su balido. Necesitamos ver, oír, recibir y reconocer lo que ya esperamos de antemano. De lo contrario algo nos chirría.
Es urgente la uniformidad. Que nada ni nadie resalte. Menos aún, levante la pata si debiera ser el brazo. Este mundo planetario requiere que cada quien ejerza lo que representa. Es decir, cumpla con el estereotipo.
Codorniz está cumpliendo: ya lleva poniendo diez hermosos huevos. ¿A cuántos llegará? Según wikipedia bien podría alcanzar la bonita cifra de docena y media. ¿No se miden los huevos con esa regla?

Sosteniendo la mirada



Entre extraños, cuando los ojos se encuentran, solemos desviarla. Mantenerla puede equivaler a reto o significar sintonía. Como no concibo que Luna entre en rivalidad conmigo ni con nadie, salvo que se acerque con aviesas intenciones, deduzco que está confiada con mi gesto. Sus ojos, lejos de rechazar, reflejan mi mirada a través del objetivo.
Ahora es el momento, ya podemos comunicarnos sin reservas. Las confidencias irán manando suave, fluidamente. ¡Quién sabe lo que terminará por salir!
No necesitamos ir de viaje ni hacerlo en avión, que ya se sabe que puede resultar aburrido e incluso peligroso si permanecemos todo el tiempo quietos. No está claro si es la altura o la posición del cuerpo o la estrechez del asiento…
En lo que recuerdo, mis mejores homilías nunca fueron escritas. Y lo que en ellas se dijo pudo ser imprudente expresarlo. No importa de quién fueran las palabras, quedaron cosas, como esta nieve que cae mansamente y se posa sin forzar, sin pretensión de permanencia, como un instante fugaz pero suficiente para que quede constancia de lo dicho, siquiera a modo de borrador, de intuición, de provocación pasajera.

¡Qué bueno es mirarse a los ojos y mantener la mirada! Es como escribir en el aire, esculpir con arena, trazar surcos sobre el agua… Siempre dejan huella.

Ninguno, de momento*



Codorniz sigue produciendo huevos, ya van siete, sin que le importe si los voy a conservar como recuerdo o los voy a incluir en mi menú, a su salud.
Gumi trastea con Tano, ajeno a la diferencia de tamaño y musculatura entre ambos, y lo hace con contención. De otra manera el pequeñarra estaría entablillado o por lo menos herido, tras los duros combates a que se someten. No salgo por ningún de ellos, tan peleones son dentro como fuera de casa. Yo que Gumi andaría con cuidado, Tano no conoce aún la mesura. Está abriéndose a la vida, y aprendiendo a hacer las cosas; pero no tiene prisa por llegar a ningún sitio.
No ocurre así en otras esferas. Si en la irracional todo parece ir a ritmo, en la irracional sucede a trompicones y como en la vieja yenka, pasito para alante, pasito para atrás. Será por eso de que somos pensantes.
Para pensar me han enviado hoy un correo que me ha sobresaltado. Tiene un texto que dice: «Muchos síntomas señalan que el cristianismo español, el poco que va quedando en una sociedad cada vez más ateizada o musulmanizada, se está “protestantizando” (en doctrina y en asuntos morales), aunque siga figurando como católico…». Y se acompaña de una pps que no me ha dado la gana abrir. La tengo congelada.
Por el contrario, este video tal vez merezca la pena. Fuera de sensiblerías, cómo nos marca y moldea la vida de manera diferente a unas personas y a otras. ¿Y si intercambiáramos los zapatos de vez en cuando?
Gumi ha encontrado una horma para sus pezuñas en Tano. Codorniz me ha ofrecido esta noche cuatro huevos fresquitos para la cena y su promesa de que seguirá suministrando materia comestible en día sucesivos mientras el cuerpo aguante a cambio de casa y alimento. Eso es ponerse en mi lugar, con lo que me gustan los huevos. Y servidor gasta sandalias y botas, según el termómetro y el barómetro señalen. Absternerse, pues, quienes sólo usen zapatos.
* Cuando se me ocurra algo, cambiaré el titular.

El tortazo del papa


«Pero si el doctor Gasbarri, que es un amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo»
Son palabras textuales, según he podido comprobar en un lugar de toda confianza, de papa Francisco en respuesta a preguntas de periodistas, en una rueda de prensa informal en el avión en que viajaban a Filipinas. El asunto iba sobre la libertad de expresión y los sucesos de París. Él sabe que, por muy familiar que sea la conversación, sus palabras constituyen titulares que luego se airean urbi et orbe.
Es consciente, o debería serlo, de que eso no se puede decir, ni en público ni en privado. Muchos menos, ejecutarlo. Pensarlo solo ya es peligroso. Expresarlo es dar pie para que cada quien se constituya en justiciero y vengador. Hay leyes que regulan este asunto. El evangelio es tajante, y él lo sabe.
Ni en broma debería haberlo dicho.


Olvidarse de los pobres no es delito



Pero dice demasiado de los que no lo somos. Y no es agradable. Suele ocurrir, sin embargo, que a veces le sorprenden a uno con un ¡gracias por acordarte de nosotros!
Somos desmemoriados en la generalidad de los casos. Sólo en contadas ocasiones y por motivos muy concretos; también con las personas que más nos importan.
Sucede que vivimos a lo nuestro y centrados en asuntos propios. De espaldas a todo lo demás, o casi.
Forges ha seguido insistiendo, y va para cinco años, “pero no te olvides de Haití”. Tratara lo que tratara, expresara lo que fuera, él machacaba mi conciencia un día sí y otro también. Ayer no se le pasó, no tuvo oportunidad. Hoy vuelve a las andadas, y yo se lo agradezco en mi nombre y en el del pueblo sufrido de Haití.
Gracias, Antonio, eres un profeta.

No me convencen



O más bien debería decir no consigo que me convenzan. Porque en el fondo lo deseo. Pero no hay manera. Y eso que han utilizado armas contundentes, no se han ahorrado esfuerzos.
Está muy bien la libertad de expresión. Pero no que te metan el dedo en el ojo, alegan. O, que en todo hay un límite, y el honor está para algo, dicen otros. Hay sentimientos muy profundos que no pueden ser objeto de risa, salvo que queramos que todo se vaya al traste, terminan aquellos por argumentar. En fin, siempre hay un "algo" inabordable.
Y ponen ejemplos. De aquí, España, y de allá, Francia.
No soy un contumaz defensor de este derecho, porque reconozco mis límites, que son muchos, y porque además tengo miedo y vergüenza. También tenemos leyes que lo regulan, y desconozco cómo sortearlas. No quiero verme ante el juez.
Por eso no voy a poner imágenes. Están a disposición de todo el mundo. Son suficientemente claras y no requieren comentarios. A mí no me hacen reír, ni siquiera una pizca. No me importa que se publiquen, ni merman mis convicciones, ni remueven mis creencias. Sin embargo han tenido diferente trato a saber por qué ocultos motivos.
Ya me gustaría que quienes se han manifestado contra el terrorismo en Paris de la France tuvieran sus manos limpias, y sólo ejercieran la palabra y no la fuerza de la armas en su vida personal y pública.
Pero mucho me temo que eso es intocable.
En fin, es sólo mi opinión.
¡Ah! Algunas imágenes de las que hablo se pueden visionar tocando este S A L T E R I O.

Je suis Charlie aussi



O eso al menos me gustaría. Poder reírme de todo, incluso de mi propia sombra. Carecer de ese pudor tonto que prohíbe tomar a broma cualquier cosa, incluso las propias creencias.
Pero no me sale. Cuantas veces lo he intentado, se me ha quedado la sonrisa fría, los labios rígidos y apenas si he esbozado una mueca.
Dicen que hay que ser inteligente para tomarse así las cosas, sin tremendismos. O tener seguridad. Yo añadiría, ser temerario. Sin embargo, a mí me da por pensar que poner en solfa algo serio requiere una porción de idiotez y otra incluso de crueldad.
Cayo era buena gente. Y tenía miedo de las culebras. Tal vez por eso siempre se las encontraba. Fuera donde fuera, incluso paseando la ciudad. ¡Qué cosas! Nos hacía gracia y le hacíamos sufrir de vez en cuando. Pero él nunca se enfadaba. Lo recuerdo ahora, que va a hacer un año que se fue.
Hay quien se dedica a embromar, a poner en la picota lo que para otros es intocable. He tenido compañeros así; ponían motes y conseguían resaltar los defectos ajenos. Hacían corro a su alrededor, y eran jaleadas sus proclamas. Pero ellos eran intocables so pena de sufrir ataques despiadados y conseguir estar en nómina a perpetuidad de su mirada. Era preferible pasar silenciosamente, no destacar, mucho menos enfrentarlos.
Yo también querría ser Charlie, pero ese tiro despiadado que he visto por la tele me ha dejado el alma petrificada. Y ya que tenía pocas ganas, ahora tengo menos de hacer chirigota. Reirse no siempre beneficia la salud.

¡El tercero!


No es que no haya dos sin tres. Es que cuando las cosas vuelven a su cauce, el paso necesario e inevitable, la sucesión natural, el orden de todo lo que existe, implica ir de lo uno a lo otro, y de esto a aquello, de manera que desaparezcan, o simplemente no ocurran, saltos imprevistos, rupturas incómodas, revoluciones impertinentes e innovaciones innecesarias. ¿Quién desea una cosa así?
Necesitamos que el suelo no desaparezca bajo nuestros pies; que el aire siga contaminado, al uso; que el agua continúe con sabor a cloro,  la carne mantenga los niveles adecuados de clembuterol y el pescado de anisakis. De otra manera, moriríamos.
Con la tarde del día de reyes todo vuelve a su ser. Como cantara Serrat, retorna el señor cura a sus rezos y el último cohete señala que la fiesta se acabó.
A partir de ahora, las cosas claras: en política, en religión, y los niños… al cole.
Si en Italia es el propio director de Avvenire, periódico oficial de la conferencia episcopal de aquella iglesia, quien editorializa contra un Messori que afirma que papa Francisco está «turbando la serenità» del «cattolico medio» porque es «imprevisto ma imprevedibile», en España es Ricardo Blázquez el señalado porque importa su discreción y por tener tiempo para escribir. (¿De dónde lo sacará?).
En este país también «hemos perdido el miedo a perder el puesto de trabajo», y además la pascua militar ya se celebra como siempre. El ibex 35 cede la referencia 10.000 y el barça entra en barrena. Y lo más significativo: todos los telediarios han abierto manteniendo en primera la corrupción que no nos deja ni con el cambio de año. ¿Quieres más normalidad?
Gracias, codorniz, por el detalle. A por la docena, y me hago una rica tortillita.

Codorniz ha puesto otro huevo



El segundo, y deja de ser noticia. Ahora espero el tercero, y entraremos en “normalidad”.
Así he recibido también la noticia del capelo concedido a don Ricardo. Papa Francisco no ha hecho con él sino cumplir con el siguiente requisito para poner en valor a quien ya tenía ganado el respeto de buena parte de la iglesia española.
Y Valladolid, iglesia diocesana, también ha sido resarcida con este gesto tras tanto silencio. Valga este título de don Ricardo por el que no recibió don José, que bien se lo mereció. La Edades del Hombre debieron ser, en su momento, la oportunidad que desde el Vaticano tuvieran en cuenta.
Ahora, las aguas mansas, da lo mismo un huevo que una docena. Ni don Ricardo va a modificar el ritmo de sus pasos, ni don José está a tiro de consideraciones, ni codorniz dejará de serlo.
Además, tampoco le iría bien ese color tan llamativo.


¡Ha puesto un huevo!


Que era hembra lo sabía. Además lo había dicho el jefe, que es autoridad. Y no hay que ser especialista sexador para distinguir el canto de la codorniz macho del canto de la codorniz hembra. Aún así, el animalico ha querido confirmarlo… poniendo un huevo.
Tal vez por eso hace ya días que antes del amanecer, justo cuando aparezco adormilado por la cocina, ella rompe con trinos secos pero alegres, que a Bienve saca de letargo y le hace espurrirse en lo alto de su jaula, desde donde nos mira con sorpresa y curiosidad a los de abajo. Ha sido su diana floreada navideña, y este huevo puede ser la sorpresa que nos avisa la llegada de los reyes.
No sé qué haré con él, si comerlo o conservarlo. Puesto que la imagen ya está asegurada, ni me ocupa ni me preocupa el asunto.
No es que me ocupe, pero sí me preocupa en cierta manera el futuro del avecilla ponedora, porque no es una jaula, en mi cocina, el lugar donde deba pasar el resto de sus días. La alternativa que tengo más a mano es soltarla en pleno campo, a la espera de que sepa buscarse la vida, lejos de sus depredadores naturales y en especial de los artificiales.
Voy a pensármelo de aquí a la primavera. Mientras tanto, que coma, beba y siga poniendo huevos. Es lo suyo.

La paz, un tema recurrente



En una fabulita decía el poeta cartagenero: “Viva la paz, viva la paz”/Así trinaba alegremente un colibrí/ sentimental, sencillo/ de flor en flor…/ Y el pobre pajarillo/ trinaba tan feliz sobre un anillo/ feroz de una culebra mapaná. / Mientras en un papayo/ reía gravemente un guacamayo/ bisojo y medio cínico: /-¡Cuá cuá!”. El ácido humorismo del Tuerto López  pareciera aplicar sus versos al venenoso tiempo de hoy, la era de la incertidumbre y ambigüedad santista, teñida de la concentración del poder en la fronda seudoaristocrática bogotana, el “rolismo” especulador y la superioridad paramuna de las castas derivadas de la antigua colonia española “ñola”.
Así comienza un artículo, pillado en Internet y de fecha 13/6/2012. Y además he encontrado en los books de google un libro de 1994 titulado Educar para la paz: una propuesta posible.
No es demasiado para empezar a hablar de la paz en este su día, uno de enero. Pero es lo que toca. Y por si hiciera falta un empujón, aquí viene papa Francisco esta misma mañana: «¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla.»
La noticia, sin embargo, de la muerte de 36 universitarios en una avalancha provocada por la aparición de unas papelas que semejaban billetes de cien dólares en un lugar de este planeta, nos recuerda cuál sea nuestra condición. Es un tema harto difícil, por más que volvamos sobre él un año y otro año: la paz es un imposible, que aún así nos reta para que la consigamos.
Encontrarla, construirla, suena contradictorio. ¡Y qué otra cosa sea para quienes estamos estructurados en la agresión y la defensa desde lo más nuclear de nuestra naturaleza!
Precisamente porque ese es nuestro natural, no dejamos de suspirar por la paz, tampoco de hacernos la guerra. Razones para una y otra nunca faltan, ni faltarán.
Está muy bien decir «La oración es precisamente la raíz de la paz. La paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La oración hace germinar la paz» (en el Ángelus de hoy en la Plaza de San Pedro). Pero, ¿qué otra cosa hace el embozado que nos amenaza con una plegaria en la boca y mortíferas armas en las manos?
Haremos caso y oraremos por la paz. Más aún: trataremos de encontrarla. Incluso decididamente nos pondremos a construirla. Un año por delante puede ser insuficiente, aunque todo se verá. Pero una sola cosa digo: O estamos todos a una, o no va a resultar. Ya lo aviso. Luego no venga nadie diciendo mucho prometer, mucho prometer.

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