Me obligo, pues, a
darle a la tecla, disciplinadamente como en tantas otras cosas que me impongo.
Ya sé que decirlo aquí es tontería, al fin y al cabo a nadie importa.
Escojo uno de los
hilos que tengo más a mano y dejo que mis pensamientos se expresen en la
pantalla de mi mac. Dejo a un lado a don Ricardo, que ahora está en boca de
muchos. Callo lo del ascensor catedralicio, porque es cosa hecha. Omito lo de
hoy en misa, homilía compartida, que es asunto familiar y no conviene extrapolar
–quiero decir exagerar– ni dar al pregonero.
En suma, tomo lo que
en verdad ahora me preocupa, porque me asusta: el asunto de Ucrania. Está justo
ahí al lado, no podemos pensarla al otro lado del mundo. Lleva un tiempo
revuelta y aún no ha salpicado. ¿Alguien puede asegurar que eso no ocurra?
Las armas las carga el diablo. Es viejo dicho castellano. Un asunto familiar
puede derivar en vecinal, y finalmente en global. Así empezaron otras guerras.
Todo pende de la
buena o mala voluntad. No hay un orden internacional, al menos no eficaz y
contundente. Y es bueno que así sea, para que nadie lo mangonee, ni partidista
ni interesadamente.
Reconozco que no me
sé la historia. Al menos la de Rusia con las naciones vecinas. Supongo que
tienen motivos para quererse, y razones para no quererse. Eso también ocurre
entre las mejores familias. Ojala sea solamente yo el ignorante y sobre este
particular nadie más tenga dudas. Es bueno sentir que todo el resto asiste y
contempla sin sacar el arma, ni siquiera amagar.
La primera vez que
leí sobre Crimea fue enterándome de la vida de Florence Nightingale. Colección Vidas ejemplares. Allí,
precisamente en una guerra, desarrolló su verdadera vocación: la enfermería. En
mis ojos infantiles, siguiendo sus afanes, se fueron dibujando, ya entonces, imágenes de heridos y
hospitales de campaña, sufrimiento y abnegación, violencia y bonhomía (en este
caso ¿debería buscar otra palabra?), muerte y apuesta decidida por la vida.
Si consiguiera creerme
que las actuales florences no van a tener que emplearse a fondo, y que sólo
para tomar el sol y darse largos paseos por la arena tendrían que acercarse a
Crimea, entonces, sólo entonces, podría ¡uf! quitarme este nudo que tengo aquí dentro… y dormir tranquilo.