Hoy termina agosto. Esta noche cambiamos de mes. No le damos importancia a este hecho salvo por lo de la vuelta a casa, y lo de las vacaciones y el trabajo, y el jaleo consiguiente de guardar cosas y sacar otras; y a esperar que otro año más llegue de nuevo agosto para repetir lo mismo, aunque de otras maneras, y en lugares diferentes.
Esta circunstancia ya me hizo a mí pensar en cierta ocasión. Y creo que no lo hice mal. No lo digo yo, lo dijeron Fuensanta Clares y Fernando Manero, que con sus comentarios subieron el nivel de aquella entrada hasta el mismo cielo. ¡Qué nivelazo! Hablé allí del tiempo, de cómo se nos va de las manos, de cómo lo medimos si es que lo hacemos, y de hacer balance o si no merece la pena molestarse.
Pero el mes que se va no marcha vacío. Sí estuvo escaso, al menos por la gran ciudad en que yo vivo. Pero me consta que en otras no, y tampoco en pueblos y aldeas.
Yo he aprendido mucho durante este mes, no puedo decir que ha sido vano. Para empezar, Arobos me trajo la historia de agosto y la razón de su número de días. Algo más dijo, id y mirad.
Mariajesús desde paradela de coles nos enseñó muchas cosas que se hacen en agosto, a parte de nadar y guardar la ropa, comer y holgar. También podéis comprobarlo.
Emejota entre otoño e invierno no metió agosto porque no corresponde, claro, pero nos ha dado toda una lección de aprovechar bien el tiempo, de estar en varios lugares sin por ello quedar en descubierto. Su trabajo preparatorio le ha llevado, pero a la vista está de quien tenga curiosidad y vaya.
Es verdad que hay quien ha estado en el dique seco, como los buques que necesitan de vez en cuando un repaso. Pero algo habrá hecho, id y mirad. Anna Jorva tiene un rincón que es un ejemplo.
Otras personas no han parado de dejar, como pulgarcitos, sus trocitos de pan por el camino, para que los fuéramos encontrando y siguiendo y degustando. Abuela Ciber en esto se lleva el premio sólo acunando palabras.
Jean Puerta nos ha ido dejando sus fotografías, para que disfrutáramos y pensáramos. Ahí también está.
No puedo citar a todos los que no han descansado. Cito por último a Lamet, que desde Cádiz, es un decir, y con un alegre cansancio, no ha dejado de poner cosas y cosas con mucha sustancia.
Ausencias sí que ha habido, pero es natural. Mañana seguro que reaparecen y nos vuelven a asombrar con cosas ricas, ricas.
En fin, que mañana ya no es agosto. Y termino aquí, porque Gumi acaba de robar otra vez mi zapatilla, -la izquierda, siempre es la izquierda-, y la está rebozando en el polvo del patio. Voy corriendo a ver si puedo quitársela. Tendré que dialogar con él, si se aviene a razones. Esto que sí que no va a cambiar aunque cambiemos de mes. En septiembre, más de lo mismo. Ya os contaré.
Esta circunstancia ya me hizo a mí pensar en cierta ocasión. Y creo que no lo hice mal. No lo digo yo, lo dijeron Fuensanta Clares y Fernando Manero, que con sus comentarios subieron el nivel de aquella entrada hasta el mismo cielo. ¡Qué nivelazo! Hablé allí del tiempo, de cómo se nos va de las manos, de cómo lo medimos si es que lo hacemos, y de hacer balance o si no merece la pena molestarse.
Pero el mes que se va no marcha vacío. Sí estuvo escaso, al menos por la gran ciudad en que yo vivo. Pero me consta que en otras no, y tampoco en pueblos y aldeas.
Yo he aprendido mucho durante este mes, no puedo decir que ha sido vano. Para empezar, Arobos me trajo la historia de agosto y la razón de su número de días. Algo más dijo, id y mirad.
Mariajesús desde paradela de coles nos enseñó muchas cosas que se hacen en agosto, a parte de nadar y guardar la ropa, comer y holgar. También podéis comprobarlo.
Emejota entre otoño e invierno no metió agosto porque no corresponde, claro, pero nos ha dado toda una lección de aprovechar bien el tiempo, de estar en varios lugares sin por ello quedar en descubierto. Su trabajo preparatorio le ha llevado, pero a la vista está de quien tenga curiosidad y vaya.
Es verdad que hay quien ha estado en el dique seco, como los buques que necesitan de vez en cuando un repaso. Pero algo habrá hecho, id y mirad. Anna Jorva tiene un rincón que es un ejemplo.
Otras personas no han parado de dejar, como pulgarcitos, sus trocitos de pan por el camino, para que los fuéramos encontrando y siguiendo y degustando. Abuela Ciber en esto se lleva el premio sólo acunando palabras.
Jean Puerta nos ha ido dejando sus fotografías, para que disfrutáramos y pensáramos. Ahí también está.
No puedo citar a todos los que no han descansado. Cito por último a Lamet, que desde Cádiz, es un decir, y con un alegre cansancio, no ha dejado de poner cosas y cosas con mucha sustancia.
Ausencias sí que ha habido, pero es natural. Mañana seguro que reaparecen y nos vuelven a asombrar con cosas ricas, ricas.
En fin, que mañana ya no es agosto. Y termino aquí, porque Gumi acaba de robar otra vez mi zapatilla, -la izquierda, siempre es la izquierda-, y la está rebozando en el polvo del patio. Voy corriendo a ver si puedo quitársela. Tendré que dialogar con él, si se aviene a razones. Esto que sí que no va a cambiar aunque cambiemos de mes. En septiembre, más de lo mismo. Ya os contaré.