Las camisas en la
ducha, para que se sequen lentamente y no demasiado arrugadas. La ropa de cama
fuera, al aire y al sol, o en el cuarto de calderas si hace frío y llueve,
porque no uso repuesto, aquí no se gasta quita y pon. Y los calzoncillos,
pañuelos, moqueros, paños de cocina, toallas y servilletas, en la cocina. Y nadie se
para a mirar por la ventana si dentro hay o no hay ropa tendida. Lo normal en
una casa normal.
Pues no señor, va y
me dice que no fue por no estar con toda la “clerucalla” (sí, ya sé que lo
correcto es clerigalla, pero dijo lo otro). ¡Y dónde vive él, más que allá
dentro, con todos ellos, a mesa puesta y habitación dispuesta!
No suelo hablar de
curas, y menos para criticar. No es mi estilo. Además, yo también tengo el
techo de cristal.
Sólo en mis
principios tuve patrona que me cocinaba y me aseaba la casa. La ropa siempre la
lavé en casa; primero de mis papás, luego en la mía propia.
Si no puedes tener
familia, pareja, prole y demás, o es con todas las consecuencias, o es bobada.
Así que uno es autosuficiente, con muchíiiiiiiiiisimos defectos. El más
visible, que mi casa es un desastre. Cocino lo justo para salir del paso, y en
cantidad para subsistir. Barro y friego pisos sin problema. El polvo es otra
cuestión. Y la arruga… la arruga es bella, así que nada de plancha salvo el
alba y poco más.
Fue en la comuna
donde Rosa nos espabiló: “O se limpia esto o contratamos a alguien, porque
nos come la mierda. Y como vamos de pobres, ¡a ver a quien metemos para que nos
haga las cosas!”. Así
que, como en un cuartel, por semanas pasábamos por cocina/compra y fregadero,
retretes y cuartos de baño, lavandería y limpieza general. El cuarto personal,
de cada quien.
Ahora que vivo solito
lo hago cuando y como me peta; y así está todo, manga por hombro. Pero, como
digo yo, si apenas mancho aunque coma mucho; son éstas acémilas perrunas las
que lo ponen todo perdido; que lo limpien ellas. Pero ni caso.
Hoy me tocan blancas,
que paso a verano. Las sábanas de colorines, debidamente lavadas e higienizadas,
¡y esta vez espero que planchadas!, vuelven al cajón hasta nuevo aviso. Y los
slips secándose en la cocina, para ir cogiendo día a día, según toque, blanco,
azul o verde, rojo o gris, hasta que todos vuelvan a la lavadora y de ella al
tendal, por supuesto siempre a la vista a través de las ventanas de la cocina.
Hay que seguir la
vieja conseja: persona honrada, ropa lavada. ¿O me lo acabo de inventar? Seguro
que sí, porque no lo encuentro, por más que lo busco.
Tampoco he encontrado
la manera de hacer desaparecer determinadas manchas en mi ropa. Aunque, la
verdad sea dicha, no lo he dedicado demasiado tiempo.
2 comentarios:
Hummm... así que cuando la ropa se tiende dentro se seca más despacio y sin arrugas... y yo sin probar. Buen consejo. Un beso de otra que no plancha (pero nada de nada, porque alba no tengo)...
Mujer, si dentro es junto al radiador en invierno, entonces no. La ducha se supone que es el lugar más húmedo en una casa que no tiene galería, sino patio al sol, como es mi caso. También sería buen lugar en la bodega, pero creo que tu piso no la tiene. Es cuestión de probar…
Besos sin arrugas.
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