La otra noche coloqué
aquí una lectura para niños, pequeños y grandes de Fernando Altés Bustelo*, de
su obra Cartas a Alexandra; y no quisiera que se pensara que el autor escurre el bulto
ante temas serios por más que se dirija a su nieta, cuando aún ésta no tenía
edad de comprender, ni que sólo atiende a cosillas de otra época, habida cuenta
la diferencia de edad entre escritor y futura lectora.
Pueden verse la
variedad de asuntos que maneja en esta lista que incluye al final del libro:
ÍNDICE
Prólogo
Tormenta
Flor
Libertad
Pan
Pecado
Trabajo
Sol
Guerra
Agua
Música
Dolor
Ángeles
Vida
Río
Pájaros
Ciudad
Justicia
Libro
Colegio
Árbol
Perro
Fuego
Tránsito
Nieve
Palabra
Familia
Futuro
Colores
Niños
Villancico
Et cetera
Y en cuanto a la
hondura en la manera de tratarlos, qué decir; mejor que una muestra, nada. Aquí
está don Fernando recordando, manteniendo, proponiendo, razonando; en absoluto
imponiendo:
LIBERTAD
Mi querida
nieta y señorita amiga:
Hace veinte y
pocos años, el día en que nació tu madre, le dediqué un artículo en el
periódico de mis trabajos. A ti, ya ves que no es cosa de un sólo día, te
escribo este librito en forma de cartas. No sé qué tendré que hacer cuando, a
tu vez, tengas una hija, pero ya se me ocurrirá algo.
Aquel artículo
se titulaba “Del llanto y la libertad”, y como conservo un recorte, lo releo
ahora y me parece oportuno reproducir aquí una buena parte de él, aunque no he
pedido permiso a tu madre, porque me parece que curiosamente a pesar de los
años transcurridos sigo pensando igual. Es posible que a ti te cueste
entenderlo más que otras cartas, porque es un asunto difícil, pero lo entenderás más adelante, así que
no te preocupes demasiado.
Decía yo
entonces a tu madre y te digo a ti, ahora:
«Espero
que tengas, desde joven, la humana vocación de la libertad, tan bella y tan
difícil, y únicamente podrás llorar a gusto, cuando te la nieguen, por el
mecanismo de la renunciación y el silencio.
La
libertad es una cosa compleja, que al principio te parecerá consiste en que te
dejen hacer lo que te apetece o deseas y que, más tarde, aprenderás a reconocer
envuelta en limitaciones por amor. Te diré que, como norma, debes saber
renunciar siempre a todas aquellas parcelas de tu libertad que pueden herir a
los demás de alguna manera: éste es el camino de la renunciación que, en el
fondo, te dará una satisfacción impagable porque notarás haber llegado a ella
sin alardes y sin presiones, dentro de ti misma y, la mayoría de las veces, sin
que quien hubiera de agradecértelo se haya enterado siquiera.
Pero,
cuando la libertad se te niegue en contra de la justicia, aunque eres ya desde
ahora libre de tomar una decisión, mi consejo de padre es que no te rebeles y
calles; éste es el camino del silencio y el llanto, todavía más valioso que el
anterior, porque dentro de él harás algo que, de otros, no tienes el menor
derecho a solicitar que te sigan e imiten. Y si quieres una justificación de
este consejo de tu padre, te diré que, a veces, aunque parezca absurdo, se da
el caso de que ocurren grandes males y catástrofes a causa de una rebelión
contra la justicia, y una de las cosas que más deleznable satisfacción produce
en este mundo es el sentirse protagonista.
Pero, si
este consejo de silencio vale cuando se trata de una injusticia cometida por
otros en ti misma, no vale cuando esa injusticia la veas cometida en los demás.
Entonces sí deberás gritar a pulmón abierto, llorar ante quien creas necesario
y ante el mundo, y hacerte y sentirte solidaria de todos los injustamente
tratados. Y, si llegado el caso, no lo haces así, al menos no te lo perdones ni
trates de justificarte. Este es el camino llamado de la generosidad, por el que
si todos marcharan no habría hambre en este mundo al que acabas de llegar, ni
guerras. Y, como norma para identificar la injusticia, debes tener siempre
presente que está allí donde hay eso precisamente: hambre o guerra. Y debes
saber, finalmente, que detrás de toda injusticia hay siempre un hombre injusto,
o varios, o muchos, pero debes esforzarte en no sentir odio hacia ellos porque
después de todo ellos son indefectiblemente mucho más desgraciados que sus
víctimas y, generalmente, les es negado el infinito consuelo de llorar
libremente».
Así decía
cuando nació tu madre y, repensándolo ahora, así sigo diciendo, a la pata la
llana. Es decir: hay que desear, en este mundo que se cree avanzado y que
todavía conserva esclavitudes, la libertad con todas nuestras fuerzas, también
pero antes que la fraternidad y la igualdad. Pero a veces, renunciar a trozos
de libertad si la verdad está en nosotros, nos hará más libres todavía.
Puede que
haya quien piense que parece algo tonto, pero así piensa tu
abuelo
Puedo decir que la
hija por descontado concedió el permiso al padre; pero servidor ni siquiera ha
intentado solicitar a la hija y a la nieta, incluso a la biznieta, autorización
para publicar esta carta y la anterior, a pesar de estar reservados debidamente
los derechos y prohibida rigurosamente cualquier reproducción. Esta osadía mía
no tiene justificación. Y no es un acto de libertad; es puro libertinaje.
Pretende ser un
homenaje a un bisabuelo que, aunque la cita, no pudo conocer a Julia a quien yo
bauticé. Puesto que lleva el mismo nombre que su Julia, espero que interceda
por mí.
* Importan mucho los
apellidos, para distinguirle de su padre Fernando Altés Villanueva, del cual
tuve el honor de gozar unas admirables pantuflas que Gumi decidió destrozar…
definitivamente.
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