Ampliación del edificio de Intantil, que Pablo se deleitó enseñándomelo |
Así comenzó el último tramo de nuestra conversación, tras una mañana
entrando y saliendo en el colegio para recoger los alimentos que entre
profesores y alumnos había recopilado para familias necesitadas.
Tres viajes me tocó hacer, casi mil kilos de paquetes, botellas y latas,
que conseguí meter en el corsa a base de ingenio. Todos los años desde que
recuerdo, el Alonso Berruguete ofrece este servicio a la parroquia.
Antes era por navidad. Ahora durante la semana cultural. Dice él que así no hay
competencia con otros peticionarios, y se consigue más. Tendrá razón.
El primero lo cargué en solitario. Todo el personal estaba en clase. El
segundo, durante el recreo, gocé de compañía y también de ayuda desinteresada;
era más divertido pasar en cadena bolsas de arroz o de galletas, que pegar
patadas al balón. El tercero, en el edificio de los más pequeños, casi a la
hora de salir, fue para el coche; su presencia allí en medio, tras tantos
patios que atravesar, llamó más la atención que el trasiego de bolsas que hice
desde la portería escaleras abajo. Todo sorprendía: su tamaño, su color, hasta
su limpieza.
Estos niños, me dije, tienen problemas de visión. Es pequeño, blanco y
está sucio. ¡Cómo pueden decir lo que estoy oyendo! Decididamente el mundo
infantil tiene sus propias coordenadas.
Terminé la mañana dándole a las palabras de despedida. Si Pablo se
jubila vendrá otro u otra, pero ya no será igual. Mi relación con el colegio
comenzó siendo su director Narciso. Y duró, porque lo fue desde 1985 hasta
2007. Hubo sintonía entre nosotros, y complicidad. Resolvimos cosas a medias,
colegio-parroquia. Pablo, que heredó el cargo, también continuó la relación.
Ahora, sin embargo, quien está nominado para sucederle me es totalmente desconocido
y no ha dado antes ningún indicio de cercanía.
Con toda seguridad seguiré acudiendo a recoger alimentos de las campañas
que organicen en el centro. Seguiremos desde la parroquia interesándonos por
cuantas circunstancias afecten a alumnos de esta zona. El colegio nos requerirá
en ocasiones por algún asunto en que nosotros podamos cooperar. Pero hay
planteado un cambio generacional que me dice que las cosas van a ser
diferentes.
El mismo sentimiento que Pablo transmitía al despedirnos, me embarga
ahora a mí y me temo que seguirá aflorando cuantas veces transite por el Camino
Viejo y pedalee a lo largo de la verja del C.E.I.P. Alonso Berruguete.
"Encuentro en torno a Narciso Carreras Rodríguez", Centro Cívico José María Luelmo, 29 de octubre de 2013 |
¡Puñetera nostalgia!
1 comentario:
Sí, Míguel, la nostalgia nos invade por momentos y por completo. Es la consecuencia de cumplir años y a mi, cada vez, me gusta menos. Y ya me dura esta sensación un largo tiempo; no sé si podré sacudírmela de encima.
Besos
Publicar un comentario