“Siente un pobre a su mesa”, rezaba aquel eslogan que inmortalizó en el
celuloide nuestro director Berlanga en Plácido. No era idea suya, sino del
régimen de entonces, que quería hacer creer que éramos la leche en cuanto a
caridad cristiana se refiere. Buen baño de realidad nos damos cada vez que
volvemos a verla, porque envejecer, no lo ha hecho.
De entonces acá en Navidad se organizan eventos de todo tipo a cambio
de un “kilo” para “banco de alimentos”. Bajo el paraguas de la solidaridad
también se hacen, en cualquier ocasión y sobre todo cuando ocurren catástrofes
con damnificados, encuentros deportivos, conciertos, rifas e incluso banquetes.
Como acabo de ver otra película, Viridiana, del gran maestro don Luis
Buñuel, no estará de más decir que la bondad evangélica puede desvirtuarse
tanto por un extremo como por el otro. Incluso por el centro.
Papa Francisco ha invitado a dos mil pobres de Roma al concierto que
con motivo del setecientos cincuenta aniversario del nacimiento de Dante ha
tenido lugar en el Aula Pablo VI del Vaticano. Un concierto para sostener las
Obras de Caridad del Papa, “el concierto por los pobres”. Donde tenían que
sentarse personalidades de alto rango, se han sentado ellos, los pobres.
(Ignoro si han puesto un cobertor a los asientos o si luego los van a
higienizar adecuadamente). No quiero ni imaginarme la cara que habrán puesto
sus naturales ocupantes, al verse relegados a filas posteriores.
Y es que la “caridad” hay que bien entenderla. Papa Francisco se
explica bien y lo tiene claro…
El resto, ya veremos cómo lo digerimos.
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