Estaba avisado,
porque ya lo habían anunciado en un flash días antes. Por eso hice lo posible
por evitar aquella escena, de modo que encendí la tele tarde. No me libré, hube
de tragarme el percance.
¿Percance? Sí, así lo
viví. Un desastre. Ya Antonio Alcántara tuvo otros devaneos que no pasaron a
mayores. Fueron simple puntazos. Esto de ahora ha sido calculado. La cámara lo
relató claramente. Y no fue simple casualidad que su hijo se enterara. Al fin y
al cabo, Albacete en aquellos años eran poco más que un pueblo. Casi como
Palencia. Todo se sabe, nada está oculto.
Tenía que pasar.
Había que relatarlo. Aquí nadie se libra. En esto, tabla rasa. ¿Todos iguales,
todos lo mismo?
A mí, como lo siento
lo digo, me parece que era absolutamente innecesario. Ni va a ganar la serie
televisiva en audiencia, ni hará que se mantenga enganchada, ni refleja aquella
realidad que trata de hacernos recordar. ¿Todo lo que sucedió en aquellos años
debe ocurrir en esta familia concreta? ¿No había otra manera de expresarlo?
Antonio Alcántara no
se merecía esto. Y mucho menos Mercedes, que a buen seguro va a resultar la
“sufridora”. Pero yo, como varón, por quien de verdad lo lamento es por él. Me
ha fallado, mecachis en la mar. Mejor dicho, se ha fallado a sí mismo, el muy
capullo.
Pero lo que de verdad
es intolerable es que se dé la impresión de que, tanto entonces como ahora,
todo el mundo si puede lo hace.
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