Las lilas, las
pobres, ya no dan más de sí. Estas lluvias que los agricultores de mi tierra tanto agradecen, han sido su puntilla. Con todo,
empeñado en tener florida la capilla, he ordeñado hasta la extenuación
mis lilares. No he sacado demasiado, sólo una pequeñez.
Y, ya que tengo que
rehacer el centro floral del otro día, aprovecho para “exponer” el recipiente
que traje aquí con historia de caldera incluida. Es una auténtica “ordinariez”;
con toda seguridad encontraría en el mercado recipiente mucho más apropiado y digno que la actualidad permite; y quedaría como “un señor” si no apelara tanto a lo
de antes, como si no existiera otra cosa.
No soy, sin embargo,
el único en esto de sacar lo que sea de donde fuere con tal de “marcar el territorio”. Eso
mismo hacen Gumi y Berto cada vez que salimos de paseo. Levantan la pata y, venga o no a cuento, ¡zas!
Lo mismo hacen otros
personajes, de la política y de la religión. ¿Será para dar la nota? ¿Para
manifestar que aún están vivos? ¿Por el simple gustazo de meter el dedo en ojo
ajeno? ¿Antes muertos que sencillos?
Sí, hay necesidades
inexcusables. ¡Resistir antes que morir!
2 comentarios:
No somos nosotros los que adornamos las flores, sino los que disfrutamos su aroma y su color.
un saludo Miguel Angel.
Por supuesto. Saludos
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