Ambas son mujeres y las dos, judías. Ahí se acaban las similitudes. Todo
lo demás indica que no tienen más cosas en común. Y eso, a pesar de que sus
nombres parecen significar lo mismo. María, “la que se elevó”; Ayelet, “la elevada”.
Ayelet es miembro del parlamento israelí, diputada del partido Hogar
Judío, que ha ocupado últimamente titulares en los medios por estos mensajes
que ha dejado en facebook el pasado día 7 de julio:
"Tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son
nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto
también se aplica a las madres de los terroristas fallecidos".
"Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres
sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su
sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los
envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus
pasos".
Noli me tangere. Fra Angelico. Museo Nacional de San Marcos. Florencia |
La Magdalena vivió hace más de veinte siglos, no consta que dejara algo
escrito y tampoco tenemos fotos para saber qué cara tenía.
Sólo el azar ha hecho que yo las ponga en relación, precisamente hoy,
día de Santa María Magdalena.
En su nombre no me está permitido juzgar a la de ahora, por más que sus
palabras duelan, y hayan levantado polvareda de unos y de otros. Pero sí quiero
decirle a Ayelet, la aguerrida luchadora sionista, que se modere y mire, que
piense y reflexione: –si aún no es madre, o si ya lo es qué más da–, que
Magdalena, la de entonces y de siempre, no consta que lo fuera, pero estuvo henchida
de amor –«porque tiene mucho amor» (Lucas 7, 47)– y por eso perdura a
pesar del tiempo. Si ella quiere también durar, y no ser una simple flor
pasajera, tiene que dejarse henchir de amor. Entonces tal vez no consiga
mantener ese bello rostro en el que no hay rastro de entrega ni de acogida,
pero adquirirá otro tipo de hermosura que no se valora en votos y titulares.
Que se ponga a los pies de las que sufren en carne propia y ajena los horrores
de esa guerra; que deje de azuzar a los violentos; que busque callar a los
cañones y, si puede, que llore por la sangre, tanta sangre derramada en esa
hermosa tierra maltratada a lo largo de los siglos.
Yo le sugeriría a Ayelet Shaked que aprendiera de María
de Magdala, cuyo día celebramos los cristianos, a ponerse en camino hacia Gaza,
para abrazar a tantas madres que lloran por sus hijos, porque se los han matado
y no quieren ser consoladas porque ya no existen (cfr. Jeremías 31, 15; Mateo
2, 18). Que lea a Jeremías y entienda que la promesa dice que aquellos son
también hijos e hijas, y volverán, siempre lo han hecho, a ocupar su tierra.
Que recuerde, finalmente, estas palabras que alguien dijo mirando
a Jerusalén con amor: «Llorad por vosotras y por vuestros hijos,
porque si esto hacen con el leño verde, con el seco ¿qué harán?» (Lucas
23, 28-31), y entienda que si no construyen la paz, entre todos, la guerra les
destruirá y no quedará piedra sobre piedra.
Deja, pues, Ayelet de cargar con tus palabras las armas que matan.
Son tus hermanas y hermanos los que están muriendo. Te lo digo en nombre de María
Magdalena, cuyos muchos pecados fueron perdonados porque fue capaz de amar.
Ama, mujer, ama.
1 comentario:
Es una sionista,¿que sabe del amor una sionista?, el sionismo es una doctrina del demonio. "Ellos tienen que morir y sus casas demolidas. Todas las madres palestinas deben ser muertas!" sus palabras la condenan, quieren quedarse con toda la tierra usurpada a los palestinos.
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