Durante el tiempo que
pasé en el convento, casi cuatro años, en las oraciones comunitarias era
frecuente terminar con una imprecación en recuerdo de los miembros del
instituto fallecidos. Entre ellos, estaban los mártires de Turón. Me explico.
En Bujedo, Burgos,
los Hermanos de las Escuelas Cristianas, entonces “baberos”, tenían en el
cementerio de aquella casa una especie de mausoleo en el que estaban inhumados
los cuerpos de unos religiosos que había muerto violentamente en Turón,
Asturias, en los tiempos de la incivil guerra. Por entonces estaba en ciernes
el proceso de solicitar para ellos cualquier tipo de reconocimiento oficial.
Simplemente se les recordaba como “mártires”. Al mismo tiempo, en la capilla,
en la pared lateral derecha, había una lápida de otro religioso también muerto en
“olor de santidad”, el hermano Miguel Febres Cordero, de Ecuador, que creo por entonces
había llegado a “venerable”, primer paso en el proceso canónico de la santidad
oficialmente reconocida. Nunca como entonces estuve tan cerquita de las cosas
santas, dicho sea en tono coloquial.
Capilla de los Santos Mártires de Turón. Bujedo |
Cuando me fui, me
olvidé de todo ello, pero allí siguió estando todo. Quiero decir que los
Hermanos de las Escuelas Cristianas siguieron empujando el proceso para que llegara
a término, con todo el poder que un instituto religioso pueda tener dentro de
la Iglesia institución.
Miguel Febres Cordero
fue beatificado por Pablo VI en 1977 y canonizado por Juan Pablo II en 1988,
siendo el primer santo de Ecuador. Los mártires de Turón fueron canonizados por
Juan Pablo II en 1990.
La “causa” de estos
últimos había empezado en el lejano 1944, y durante el tiempo en que yo mantuve
contacto con el instituto religioso nunca oí la menor mención distinta a lo que
es una vida religiosa, de personas dedicadas a su labor de enseñar y transmitir
la fe evangélica. O sea, nada de cuestión política. Y mucho menos de odio o
rencor o ganas de revancha hacia nada y hacia nadie, por la muerte violenta y
absolutamente injusta de sus miembros.
De lejos me llegó su
canonización, parece ser que con una fiesta por todo lo alto. Ya se oían voces,
por entonces, en contra de este tipo de cosas.
Se volvió a repetir
esta situación más veces. Especialmente en la última, con más de cuatrocientas
personas reconocidas oficialmente por la Iglesia como mártires de un tiempo
oscuro de nuestra historia patria.
Ahora, vuelven a
sonar ruidos y voces extrañas, que claman contra el evento que se está
organizado en Tarragona para el próximo día trece.
En mi modesto entender,
un santo no se “fabrica” contra nadie. Así ha sido siempre. Y tampoco,
terminada la facturación, se convierte en objeto que sea utilizable para otra
cosa que no sea el reconocimiento de la propia familia religiosa; y en ciertos
casos, es verdad, puede servir para comparaciones con otras familias
religiosas, de la forma + o – de “yo tengo tantos santos y tú tienes menos”.
El caso es que ahora
parece que hay que armar mucho jaleo y juzgar con destemplanza lo que, -no me
he molestado en mirarlo-, empezó a organizarse hace ya demasiados años. Ahora,
simplemente, es el final del proceso, que suele ser demasiado largo y por lo
tanto sujeto a demasiadas adherencias nada saludables.
Si hubieran sido
todos ellos canonizados hace cincuenta años, por decir algo, ahora estaríamos
en otra cosa. Pero como no fue así, ahora puede dar lugar a malos entendidos y
peores interpretaciones.
No me creo que ni las
familias religiosas que están detrás de todos estos muertos en la guerra, ni
los obispos que desde sus respectivas diócesis apoyan a los que fueron sus
diocesanos, ni mucho menos los familiares carnales de todas estas más de
quinientas personas, tenga siquiera la intención de volver a sacar los
viejos pendones ni a cantar con las camisas nuevas ningún tipo de himno cara al
sol, ni por supuesto volver a coger armas de matar para volver a la carga…
Reconozco, sin
embargo, que estos tiempos ya no son aquellos, y que una cosa así o se hace muy
bien, para que a todos edifique y a nadie moleste, o es mejor dejarla pasar.
Por supuesto que la
Iglesia tiene el derecho de hacer reconocimiento de las personas ejemplares que
han formado, y siguen formando, parte de ella. Por supuesto que los miembros de
la Iglesia queremos saber que aquellas personas que admiramos son también
aceptadas por la colectividad. Sin embargo, considero que es una cuestión
interna, que no debiera trascender, al menos con tanta algarabía y
parafernalia, hacia fuera.
En la mayoría de las
veces, se hace eco desmesurado de lo menos importante, gracias a Dios. Porque
lo auténticamente valioso, y es muchísimo, se hace en silencio y con
discreción.
No sé si el momento,
por el día trece, es el más oportuno para una beatificación de este tipo. Las
formas, al menos como a mí me han llegado los avisos, no parecen ser las
mejores.
Quinientas veintidós
personas ejemplares pasan a segundo plano o están siendo utilizadas, y nadie ha
pedido su autorización.
2 comentarios:
El final de tu reflexión es lo que yo percibo: la utilización de un totum revolutum (¿es así?) para provocar según qué tipo de reacciones y así demostrar, como ya es habitual en la caverna eclesial, mediática, y social, que este es su tiempo porque "sacaron mayoría absoluta en casi todo" y lo aprovechan para todo. Da igual de qué se trate, ellos van a arrollar todo a su paso porque saben que ese tiempo tiene que pasar y después no les será tan fácil. Más le valdría a la conferencia episcopal española dedicarse a su cometido esencial. ¡Cuántos de ellos irán al infierno!.
En fin, no sé qué demonios se creen que nos importa a la mayoría de la sociedad lo de la santificación de unos u otros por lo que hicieran en sus vidas y por hacer lo que debieron o ¿es que no están tan seguros de que hicieran lo que debieron y precisan de un extra para demostrarles algo?. Estos jueguecitos infantiloides de la iglesia no los entiendo, que quieres que te diga. Pues nada, que fabriquen todos los santos que quieran que ya verán si el de arriba está de acuerdo con ellos o no. Otra tontá más.
Besos
En la mayoría de las veces, se hace eco desmesurado de lo menos importante, gracias a Dios. Porque lo auténticamente valioso, y es muchísimo, se hace en silencio y con discreción.
( Miguel Ángel Velasco)
Pués en eso estamos en la utilización- unas veces sabiendo y otras sin saber-de actitudes de otras épocas, en las que por desgracia todavía estamos inmersos.
40 años de dictadura dan para mucho y en nuestro ADN colectivo todavía están los registros de esos años, tendrán que pasar muchas generaciones para que entendamos lo que en verdad es convivir hermanados en el respeto al otro que no es otra cosa que el respeto por uno mismo.
Todavía nos perdemos en "los míos" dejando al lado " a los otros", sin enterarnos que no hay míos ni tuyos, somos todos seres humanos en igualdad de condiciones.
En estos momentos ¡cuanto me acuerdo de Vallecas!, y nuestra lucha por pensar en la libertad, la justicia,la fraternidad, la solidaridad...
Besos, muchos besos Míguel
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