¡Hola Míguel! me
gritaron sobre sus patinetes. Yo, que iba atado a Berto y Gumi, desde la otra
acera les grité también: ¡Hola! ¡Cómo os lo pasáis!
Eran una panda de
niños y niñas, algunos con patines, otros en sus tablas, algunos sobre su bici
y el resto con pelotas, que para mi sorpresa hoy jugaban al atardecer fuera de
sus parcelas y sin miedo de que nadie les pusiera en peligro.
Ya no se ven niños
jugando. Sólo en los parques ad hoc, vigilados de cerca por padres, abuelos y
vecinos, y en el interior de las urbanizaciones.
Pero he tenido esta
visión, nada fantasmal ni imaginada. Ha sido pura realidad.
Ojala se generalice,
y se llenen nuestras calles, adornadas a uno y otro lado de casas exactitas,
cual murallas que encierran en su interior la piscina, el césped y los
artilugios que se ahora se estilan para solaz del público infantil, de alegres
y bullangueros gritos como los que escuchaba cuando pequeño y jugábamos al
marro, a civiles y ladrones, a saltar a la cuerda, a la tanga o a las canicas.
Podría entonces
pensar que algo nuevo estaba sucediendo.
1 comentario:
Por estos lares tenemos la suerte de ver cada día a los niños por las calles; a la salida de la escuela se quedan merendando en el parque y jugando al fútbol en la plaza, van a la escuela unos a pie, otros en bici.
En esto tenemos ventajas en los pueblos, no tenemos centros comerciales de esos que se ven atestados de jubilados con sus nietos pasando la tarde.
Aquí se sigue la tradición de los juegos infantiles.
Los mandaos también los hacen los niños, en cá Marilola.
Disfrutad niños, que el asunto se acaba pronto.
Besos
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