No da más el que
más da, sino el que con menos se queda*
“Dais
muy poca cosa cuando dais lo que poseéis. Cuando dais algo de vosotros mismos
es cuando realmente dais. ¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis
por miedo a necesitarlas mañana?
Hay
quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento, y
este deseo oculto de su corazón malogra sus regalos. Y hay quienes tienen poco
y lo dan todo. Estos son los que creen en la magnificencia de la vida, y su
cofre nunca está vacío.
Hay
quienes dan con alegría y esa alegría es su premio. Y hay quienes dan con dolor
y ese dolor es su bautismo.
Y hay
quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan con ello la alegría, ni son
conscientes cuando dan de la virtud de dar. Dan como, en lo hondo del valle,
esparce el mirto su fragancia en el aire. A través de las manos de los que son
como esos, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, Él sonríe sobre la tierra.
Es bueno
dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
¿Y hay
algo acaso que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día. Dad,
pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de los que vienen detrás de
vosotros”.
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