No tiene nada que ver
con lo otro, lo del diego de marras, que además está en pasado. Lo mío es en
presente, y en pregunta que me hago a la vista de las muchas interpelaciones
que me hacen mis amistades, cuando me oyen o me leen. Menos mal que no conocen
mis pensamientos, porque entonces en lugar de interpelarme, me insultarían… con
interjecciones.
Alguna razón deben
tener, porque ocurre que yo mismo al leerme, al escucharme no es tan fácil,
descubro que tras lo que escribo hay más, o menos quizás. Así por ejemplo si
hablo de las plantas de mi jardín, resulta que estoy mirando cómo el personal
vive alegre o triste según reciba o no cuidados y atenciones. Si escribo acerca
de las toallas, en realidad pienso en muchas personas que están tan agotadas
tras muchos años de no verse dignamente tratadas que ya no esperan nada de
nadie. Si me da por tocar a mis mascotas, toco el asunto de la convivencia y
los quereres, la cabezonería y el ceder a tiempo, el chantaje emocional y los
intereses creados. Y si cito a mi gente, entonces me paso, porque debería antes
preguntar si esa gente me considera algo suyo.
A veces me digo que
no sé decir las cosas con tacto, al estilo de la cultura inglesa donde con suma
educación y sin herir te hacen caer en la cuenta de las cosas. Yo no lo hago,
no me sale. O digo una vaguedad, pretendiendo ser sutil; o digo una burrada,
dándomelas de claro.
En realidad en
directo y con palabras soy bastante torpe. Peor hablando que escribiendo; y
desde que borrar no deja huella, en digital e impreso tengo un pasar; con la
olimpia todo eran correcciones y erratas. Aquello acabó.
Pero ¿y mi línea
argumental? ¿La tengo? ¿Recta, curva o quebrada? ¿Circular tal vez? ¿O es más
bien una elipse?
Digo esto a propósito
de un libro que me han regalado esta mañana: Fijos los ojos en Jesús, de Juan Martín Velasco,
Dolores Aleixandre y José Antonio Pagola. Del libro no puedo aún decir
nada, cuando lo lea hablaré. Pero de sus autores sí; siguen manteniéndose
fieles a sí mismos. Tal y como los conocí hace mucho tiempo: un teólogo, una
relatora y un pastor. Tres sabios maestros. Son rectilíneos, se les ve venir,
se sabe que lo que dicen lo viven. Son así, tal y como se manifiestan.
Me dan una envidia…
Esto… se me olvidaba
esto: pienso empezar por el medio, y terminar por el principio. Me refiero a cómo
voy a leer este libro. Ya sé que no son formas, pero es la mía. Ya digo yo que cuando
digo digo, ¡qué estaré diciendo!
2 comentarios:
Yo ya lo tengo en mis manos. Tenía ganas...
«Qué tenue es la sombra de las encinas» es la primera frase que he leído. Empezando, como prometí, por el justo medio. Ya tendré tiempo de llegar al principio.
Que lo disfrutes.
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