Acabo de terminar de
pasar a digitales todas mis diapositivas, incluidas las de Pirineos. Con el método
casero que he utilizado no hay ninguna que se salve y tenga la mínima calidad
necesaria para hacer gala de ellas. Sin embargo quiero destacar una imagen. Se
trata de un enorme pino que encontré en lo alto de Gurrundué, en Huesca, aguas
arriba del río Yaga.
Allí, según me
dijeron los lugareños, son tan recias las tormentas, que los rayos matan a los árboles
más corpulentos, porque destacan sobre el resto y son blanco seguro.
Hará casi veinte años
fotografié este ejemplar. Espero y deseo que aún siga vivo, y que ningún mal rayo
le haya partido en dos.
Es curioso lo que me
está ocurriendo. Por entonces todo mi afán eran subir collados, arribar a los
puertos, otear el horizonte desde las atalayas rocosas, dejarme impresionar por
valles y gargantas, arrobarme ante cascadas y torrentes. Al hacer un repaso rápido,
me quedo ahora con este pino y alguna otra cosilla que iré dejando salir poco a
poco.
Si vuelvo a Pirineos,
caminaré de otra manera. Andaré menos y miraré mucho más. No hablaré. El
silencio de allá, que existe, impresiona.
1 comentario:
Está bien que no hables...Pero no dejes de mostrarnos esas tremendas fotos por fa
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