Hace
tiempo comenté a una persona amiga: “El independentismo catalán puede despertar
al león”, y enseguida vi que no me había entendido, o que mi frase no era lo
suficientemente explícita.
Anoche
le dije: “Ves, tenía razón; se despertó”.
En
lo que conozco a esta persona siempre ha votado a partidos de izquierda. Si
hubiera elecciones esta semana, ella votaría sin dudarlo a la derecha.
He
visionado todas las imágenes, he aguantado videos, he leído noticias,
comentarios, he escuchado eslóganes, gritos e insultos. Sí, también he visto
sangre. Y he visto a unos polis buenos paseando "sin defensas" entre
la gente, recibiendo aplausos de “los suyos”, y a polis malos armados por si
acaso que pegaban a la gente. Pero también he visto muchas personas, —con
niños, ancianos e impedidos—, haciendo frente “pasivamente” a quien detentaba
la autoridad legal y democrática, en una suerte de rebelión premeditada,
escrupulosamente calculada y organizada hasta en los más pequeños detalles, con
apariencia de pacífica fiesta campestre; una encerrona en toda regla a nuestro
sistema de vida democrática, a una convivencia ordenada y relativamente justa
que venimos disfrutando muchos años el pueblo español.
No
se trata de una lucha por logros sociales, acabar con las desigualdades,
restituir derechos conculcados, rescatar colectivos marginados, defender a los
más indefensos, dignificar y alcanzar cultura, pan y casa. Sino precisamente de
lo contrario: dar más a quien ya tiene más que los demás.
Mi
grado de hartura ha llegado a una altura imposible de medir. Puedo colapsar,
como los edificios mal construidos o sometidos a fuerzas ciclópeas.
Sé,
o creo, que todo es una trampa. Puede que en cualquier momento surja un mago
que extraiga de su chistera el monigote ahí encerrado o un enorme globo que se
pierda en lo alto de los cielos. O puede que yo esté soñando y despierte.
Sueño
con ello, incluso lo deseo. Por eso trato de contenerme y no adelantar un paso
que resulte imposible desandar.
Dicen
que Rajoy ha creado más independentismo que toda la historia anterior. Puede.
Puede que sea él, precisamente, el único que en este momento representa el único
referente respetable del estado de derecho en nuestro país. Y bueno, él y algunos
jueces, y también los policías y los guardias civiles que han pegado y han
recibido la mala baba en el cumplimiento del deber.
Reniego
de los partidos de izquierda que no han hecho nada positivo en mucho tiempo.
Y a
quienes se han servido, en conciencia por supuesto, de su condición de clérigos
para abusar de lo que no es sino una encomienda y un servicio en favor de
todos, simplemente los ninguneo. Ni los templos ni los pectorales pueden
utilizarse así.
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