Desde esta mañana tengo reparo en entrar en la
cocina: nadie me saluda ya y ese silencio es una pesada losa para mí.
Bienve ya no está.
¡Qué terrible es la muerte!
Pero la vida sigue, y no de cualquier manera,
¡afirmándose!
No lloraré por mi periquito. Tampoco por Cataluña.
Sí lo haré con los gallegos. Ojala pudiera hacer más por ellos.
Si mi jaula ya no tiene ningún sentido, la que baña
el Mediterráneo empieza a serme cargante. La otra, desolada por el fuego
criminal, volverá a lucir hermosa como siempre no tardando.
¡Nunca máis!
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