Con una humedad ambiente del 100%, 4° C y un
sensación muy próxima a los 0° por culpa de la velocidad del viento, la
puñetera niebla habitual de mi ciudad ha hecho acto de presencia, sumiéndome en
un estado depresivo que presagia otro día tormentoso.
¡Y ya van siendo demasiados!
¡Que termine esto de una vez!
¡Que se abran todas las puertas y se queden quienes
lo deseen!
Están dando las 10 de la mañana de un 19 de octubre,
y el verano ha sido aplastado por el terrible invierno, un invierno mal venido
que amenaza persistir más de lo previsto.
Dan las 10 de la mañana y el sol se hace hueco entre
la bruma.
Tengo que aviarme que estoy convocado y llegar a
tiempo, pero no me quedan ganas.
Se me han roto los afectos, los lazos en vez de
deshacerse se han cortado, y los flecos malamente podrán volver a enlazarse.
No va a ser un buen día, desgraciadamente, ocurra lo
que ocurra, se diga lo que se diga; ya no importa quien empuje ni quien
resista, la razón ha quedado devaluada, la emoción se ha enturbiado, la fuerza
ha perdido el sentido.
Me voy antes de terminar el partido. El resultado
final es desfavorable para ambos equipos. Esta liga está perdida,
definitivamente.
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