Acabo de leer un
artículo de José I. González Faus, sobre el significado de la Navidad y la
Encarnación, y comenta la Primera Carta de San Juan que sirve de primera
lectura litúrgica de estos días. Me llama la atención que en una nota trata de
aclarar que utiliza la palabra Amor, con mayúscula, porque no encuentra
actualmente otra manera de traducir el griego ἀγάπη.
Es sabido que en
Grecia había varias palabras para expresar lo que nosotros denominamos amor: χάρις (cháris), ἔρως (érōs), ἀγάπη (agapê) y φιλία (philía). Pero tenían sus diferencias.
Eros, sería el amor carnal. Agapê, el amor espiritual. Y Philía, el amor
mental. Esto a grosso modo, aproximadamente, porque los griegos eran muy suyos
y muy profundos. Lo más sublime es Cháris, que no tiene reflejo en castellano;
propiamente es Caridad, del latín Charitas; y sería gracia, don, dádiva, es
decir, lo que Dios es, siente y hace por el ser humano.
San Juan en su
primera carta se refiere a que Dios se entrega a los seres humanos, a la
humanidad entera, porque piensa siempre, y actúa, movido por su χάρις.
De tal manera que Gracia viene a ser sinónimo del mismo Dios. Y Caridad la
debilidad que tiene por los seres humanos; un amor elevado a la enésima
potencia, o al infinito, que es decir lo mismo. San Juan es simple y
contundente: «Dios es amor» (5, 16b).
Pero,
claro, en castellano no hay equivalencia. Y amor es el único sustantivo que
tenemos, al que hay que añadir predicados, adjetivos, para explicitar y
cualificar ese amor. Así hablamos de amor de amigos, amor de familia, amor de
pareja, amor sexual…
San
Pablo lo tiene también claro, «todo es Gracia» (Romanos 4, 16) y así lo expresa
en su famoso himno de primera a Corintios (12, 31-13, 13), sea propio o
apropiado, donde ensalza la Caridad.
Faus
corta por lo sano, como médico ante gangrena, y dice Amor, con mayúscula,
porque, y aquí se explaya: “Mantengo la palabra Amor con mayúscula cuando se refiere
a Dios, para eludir la ambigüedad de nuestras traducciones que no tienen
palabras para la “agapê” griega. Pues traducir por amor conlleva el riesgo de
nuestra identificación facilona entre amor y deseo. Pero traducir por caridad
es proyectar en Dios la devaluación minimalista que nosotros hemos hecho de esa
espléndida palabra (pues caridad empalma con el griego “charis” que alude a la
gratuidad). Y traducir por solidaridad, que pudo ser hoy la palabra más
expresiva, puede implicar una reducción grupal de la solidaridad, que la prive
de su carácter universal. En el primer caso el amor haría menguar la libertad,
en el segundo la igualdad y en el tercero la fraternidad. Por eso opto por Amor
con mayúsculas”.
Esto es una
consecuencia de haber convertido en hacer caridades, dando lo que sobra o lo
que nos estorba, hiriendo y humillando a quien se hace objeto de nuestra
donación, o vanagloriándonos de hacerlo, lo que en realidad tenía que ser algo
sublime por la Gracia de Dios.
Pero hay otra
devaluación que ahora está en el candelero. Me refiero a “banco de alimentos”.
Desde que consigo
recordar, la batuta en esto de tener alimentos, recogidos como donativos o
adquiridos con los donativos recibidos, para entregarlos a personas
necesitadas, le corresponde a Cáritas, en sus escalonados niveles parroquial,
diocesano y nacional. Luego sobrevino la situación de tener excedentes
agrícolas, ocurridos o forzados, y fue el estado a través del ministerio de
agricultura el repartidor oficial. Y hace como unos veinte años, vino por aquí
un señor a presentarme un proyecto de recogida de alimentos de establecimientos
al público. Resultó ser el embrión del ya conocido como Banco de Alimentos.
Este es el momento en
que toda aquella institución, ong o grupo de gente buena, que se precie, tiene
su propio banco de alimentos.
Así ocurre que a esta
mi parroquia se acercan personas en necesidad que acuden al banco de alimentos
parroquial. Hay establecimientos de venta que organizan entre sus clientes
campañas para el banco de alimentos, que luego entregan a esta parroquia. Y
también está la operación kilo o campaña solidaria de navidad en colegios y
similares que utilizan la misma expresión, banco de alimentos, para hacer notar
que luego se entregan a la parroquia.
Pero que conste que
no son lo mismo, aunque tengan en común la recogida y reparto de comestibles.
¿Que como al final se
trata de atajar el mismo problema, lo mismo da que me da lo mismo? Pues sí,
pero no.
Al menos en esta
parroquia no se trata sólo y exclusivamente de repartir cosas. Tampoco, en lo
que sé y conozco, en el resto de Cáritas. El contacto persona/persona es antes
que nada; es lo fundamental.
Y es que las palabras
tienen su importancia, y no hay que hacerlas parecer otra cosa diferente de lo
que son. Si me he explicado bien en la primera parte de este escrito, huelga
que añada aquí alguna cosa más. Y si no lo he hecho bien arriba, diga lo que
diga aquí tampoco aclarará el asunto.
3 comentarios:
Te explicas bien, creo yo. Pero a mi me interesa decir lo que sigue.
El hecho de que cada ser humano que habita el planeta Tierra no tenga acceso a lo básico y elemental por derecho propio y que este Mundo esté tan mal organizado, o mejor dicho, se haya desorganizado tanto y apartado tanto de lo que sería la evolución lógica del proceso de civilización, es lo que no puede seguir sucediendo. Paliar lo inmediato es mejor que no hacer nada, por supuesto, pero no debe ser la coartada para no reclamar permanente y constantemente un mundo justo, sociedades justas, lo que damos en llamar un mundo mejor. La existencia de redes de "ayuda" a los mas necesitados, de cualquiera de las necesidades que tienen las personas, DEBE ser obligación de los Estados. Las iglesias pueden hacer lo que crean oportuno con sus adeptos y con aquellos que acudan a ellas como consecuencia de lo que explicas al principio, pero los Estados TIENEN la obligación de subvenir a las necesidades de los individuos de una sociedad. Claro que visto lo visto y quienes nos gobiernan aquí, allá y acullá, en este ciclo evolutivo (o involutivo), esto en lo que yo creo parece el "desideratum".
Besos
Por supuesto, Julia. Ese "DEBE" y ese "TIENEN" que apuntas se “COMPLEMENTAN” con esto otro que acabo de encontrar, y que confirma las sospechas que hace tiempo me asaltan: http://www.filantropofagos.com/1/post/2013/12/los-bancos-de-alimentos-y-el-opus-dei.html
Por eso tengo tanto interés en marcar la diferencia y las distancias.
Lejos de cualquier tipo de notoriedad y publicidad, sólo me permito alguna boludez en este blog, que ojala suene a eso, a gracieta simple y pura.
Carezco de la santidad que se atribuye a algunos antiguos personajes, por lo que lejos de vanagloriarme de hacer determinadas cosas, más bien me cabreo. Pero “HAY QUE HACERLO” porque ¿cómo comer a gusto sabiendo que mientras tanto otras personas a las que se puede y debe auxiliar pasan hambre?
O sea, que es puro egoísmo. ;=)
Besos
Pues eso mismo, Míguel. Estaba claro que la "caridad" de según qué personajes, entidades y toda la purrela que explican en la página que incluyes, estaba claro digo, que pretende sustituir la justicia social por la caridad entendida como limosna a la que deberíamos, en su ideario, volver como antaño. Ni transición, ni democracia ni gaitas, vuelta a los miserables años del franquismo más negro y miserable. ¡Qué les parta un rayo! y que el todopoderoso deje de hacerse el sueco y destierre a tanto felón.
Besos
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