Durante años asistí a
una vecina y parroquiana. Era menuda y vivaracha, y siempre la encontré
sonriente. Cada domingo, a media mañana, entraba a su habitación y la saludaba:
¡Buenos días, qué tal estás Ifigenia! Muy bien, gracias a Dios, pero mi nombre es
Efigenia.
Un domingo tras otro,
volvíamos a lo mismo, hasta que cedí. A partir de ese momento pasé a ¿cómo estás,
Efigenia?
Lo de Ifigenia lo tenía
metido en la sesera desde mis estudios. Ifigenia en Áulide, de Eurípides, la
tragedia griega en la que la hija del rey Agamenón y la reina Clitemnestra, hermana de Electra, Crisotemis y Orestes,
vengará a su padre luego de la Guerra de
Troya.
Efigenia falleció,
porque era muy mayor. Pero no me olvidé de ella, ni tampoco de su nombre.
Hoy vino su hija,
porque era el aniversario. Y, como el burro vuelve al trigo, así volví yo a mi
error. ¿Quieres que recordemos a Ifigenia? Que no, miguelangel, que se llamaba
Efigenia. Volví a ceder, y la cité por ese nombre. Pero, conste, lo hice sin
convencimiento. Me refiero al nombre, no a todo lo demás.
Tengo en el despacho
parroquial un librote, -Diccionario de nombres propios de Roberto Fauré, Espasa
2007- adquirido para resolver asuntejos propios del oficio, con todos los
nombres habidos y por haber que se pueden referir a personas. Acudí presto a
consultarlo, porque no suelo dar mi brazo a torcer. Y allí aparece, como no podía
ser menos, Ifigenia, del griego, pasado al latín y luego al castellano. Nada
menos que de la mitología griega. Pero también aparece Efigenia, como variante
del anterior. Y así me quedé. Sin
embargo, teniendo a mano Internet, no he resistido mirar qué dice de Efigenia.
Y esto es lo que he encontrado:
Santa Efigenia es la
primera santa de África. Los esclavos negros ayudaron mucho a la difusión de su
culto y en Brasil está bastante difundido.
El 21 de septiembre
se celebran juntos a Santa Efigenia de Etiopía y a San Mateo Apóstol, de quien
se dice convirtió al cristianismo a la princesa etiope.
Según la tradición
Efigenia era hija del rey de Etiopía Egipo y de la reina de Ifianassa. El padre
de Efigenia también habría sido convertido por San Mateo al cristianismo. Heroína
de la fe, se dedicó junto a Mateo a difundir el cristianismo en su tierra
natal. La historia cuenta que los sacerdotes paganos convencieron al padre de
Efigenia para que sacrificara uno de sus hijos a los dioses para que estos le
concedieran la inmortalidad.
El rey entregó uno de
sus hijos para que fuese quemado vivo en sacrificio, sin embargo en el momento
del sacrificio se arrepintió e invocó el nombre de Jesús Cristo. En ese mismo
momento apareció un ángel que salvó de las llamas al muchacho. El príncipe
Efronio, otro hijo del rey, enfermó gravemente y a pesar de los esfuerzos de
los sacerdotes y de los magos murió. Entonces el rey Egipo, conmovido por los
acontecimientos, aceptó que el apóstol Mateo viniera al palacio. Mateo con una
imposición de manos hizo que el difunto resucitara. A partir de este momento el
rey permitió que el Cristianismo fuera predicado en Etiopia.
La princesa Efigenia
se oponía a casarse con el príncipe Hitarco, ya que se había consagrado a Dios;
así que su padre enfurecido por la desobediencia de su hija y creyendo que se
debía a la influencia del Apóstol Mateo ordenó matarlo e incendiar el
monasterio que éste había fundado. Entonces Efigenia invocó el nombre de Jesús
y salvó el monasterio de las llamas (por esto se la representa con una iglesia
en llamas en las manos). Sin embargo Mateo fue martirizado y Efigenia,
entristecida con la muerte de su mentor, ordenó construir un templo suntuoso en
su honor. Por eso la santa comparte el día con San Mateo.
Todo esto pertenece a
una piadosa leyenda, sin crítica histórica alguna. Lo cierto es que sí existió
una mártir etíope llamada Efigenia, posiblemente de época posterior.
Y, para terminar como
una curiosidad… los carmelitas la tuvieron como santa propia durante siglos,
junto a San Elesbaam o Kaleb, rey de Etiopía. Y todavía el hábito de ambos lo
muestran: marrón, con escapulario y capa blanca.
Resumiendo y
rubricando: Quedo convencido del asunto, y la próxima vez citaré con todo
convencimiento a Efigenia por su nombre verdadero.
He dicho.
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