¡Que me llamo Efigenia!


Durante años asistí a una vecina y parroquiana. Era menuda y vivaracha, y siempre la encontré sonriente. Cada domingo, a media mañana, entraba a su habitación y la saludaba: ¡Buenos días, qué tal estás Ifigenia! Muy bien, gracias a Dios, pero mi nombre es Efigenia.
Un domingo tras otro, volvíamos a lo mismo, hasta que cedí. A partir de ese momento pasé a ¿cómo estás, Efigenia?
Iphigenie. Anselm Feuerbach (1862)
Lo de Ifigenia lo tenía metido en la sesera desde mis estudios. Ifigenia en Áulide, de Eurípides, la tragedia griega en la que la hija del rey Agamenón y la reina Clitemnestra, hermana de Electra, Crisotemis y Orestes, vengará a su padre luego de la Guerra de Troya.
Efigenia falleció, porque era muy mayor. Pero no me olvidé de ella, ni tampoco de su nombre.
Hoy vino su hija, porque era el aniversario. Y, como el burro vuelve al trigo, así volví yo a mi error. ¿Quieres que recordemos a Ifigenia? Que no, miguelangel, que se llamaba Efigenia. Volví a ceder, y la cité por ese nombre. Pero, conste, lo hice sin convencimiento. Me refiero al nombre, no a todo lo demás.
Tengo en el despacho parroquial un librote, -Diccionario de nombres propios de Roberto Fauré, Espasa 2007- adquirido para resolver asuntejos propios del oficio, con todos los nombres habidos y por haber que se pueden referir a personas. Acudí presto a consultarlo, porque no suelo dar mi brazo a torcer. Y allí aparece, como no podía ser menos, Ifigenia, del griego, pasado al latín y luego al castellano. Nada menos que de la mitología griega. Pero también aparece Efigenia, como variante del  anterior. Y así me quedé. Sin embargo, teniendo a mano Internet, no he resistido mirar qué dice de Efigenia. Y esto es lo que he encontrado:
Santa Efigenia es la primera santa de África. Los esclavos negros ayudaron mucho a la difusión de su culto y en Brasil está bastante difundido.
El 21 de septiembre se celebran juntos a Santa Efigenia de Etiopía y a San Mateo Apóstol, de quien se dice convirtió al cristianismo a la princesa etiope.
Según la tradición Efigenia era hija del rey de Etiopía Egipo y de la reina de Ifianassa. El padre de Efigenia también habría sido convertido por San Mateo al cristianismo. Heroína de la fe, se dedicó junto a Mateo a difundir el cristianismo en su tierra natal. La historia cuenta que los sacerdotes paganos convencieron al padre de Efigenia para que sacrificara uno de sus hijos a los dioses para que estos le concedieran la inmortalidad.
El rey entregó uno de sus hijos para que fuese quemado vivo en sacrificio, sin embargo en el momento del sacrificio se arrepintió e invocó el nombre de Jesús Cristo. En ese mismo momento apareció un ángel que salvó de las llamas al muchacho. El príncipe Efronio, otro hijo del rey, enfermó gravemente y a pesar de los esfuerzos de los sacerdotes y de los magos murió. Entonces el rey Egipo, conmovido por los acontecimientos, aceptó que el apóstol Mateo viniera al palacio. Mateo con una imposición de manos hizo que el difunto resucitara. A partir de este momento el rey permitió que el Cristianismo fuera predicado en Etiopia.
La princesa Efigenia se oponía a casarse con el príncipe Hitarco, ya que se había consagrado a Dios; así que su padre enfurecido por la desobediencia de su hija y creyendo que se debía a la influencia del Apóstol Mateo ordenó matarlo e incendiar el monasterio que éste había fundado. Entonces Efigenia invocó el nombre de Jesús y salvó el monasterio de las llamas (por esto se la representa con una iglesia en llamas en las manos). Sin embargo Mateo fue martirizado y Efigenia, entristecida con la muerte de su mentor, ordenó construir un templo suntuoso en su honor.  Por eso la santa comparte el día con San Mateo.
Todo esto pertenece a una piadosa leyenda, sin crítica histórica alguna. Lo cierto es que sí existió una mártir etíope llamada Efigenia, posiblemente de época posterior.
Y, para terminar como una curiosidad… los carmelitas la tuvieron como santa propia durante siglos, junto a San Elesbaam o Kaleb, rey de Etiopía. Y todavía el hábito de ambos lo muestran: marrón, con escapulario y capa blanca.
Resumiendo y rubricando: Quedo convencido del asunto, y la próxima vez citaré con todo convencimiento a Efigenia por su nombre verdadero.
He dicho.

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