Todo en el horizonte
hacía presagiar los acontecimientos que iban a suceder. Salió un sol muy raro,
como enmarcado en sangre, y el calor, a pesar de la hora temprana, agobiaba.
Después aquello se limpió y el azul del cielo resultaba esplendoroso. Todo era
calma.
Así lucía la laguna
de Laguna. Intentaron desecarla porque olía mal y molestaban los mosquitos,
pero luego vieron que era mucho mejor cuidarla y aguaparla. Hacía muy rico
cuando la avisté, antes de girarme hacia el otro lado.
Allí me saludaron el
abuelo y los nietos esculpidos en piedra de la tierra. Agradable bienvenida a
quienes, como yo, necesitan cuidados.
En efecto, es el
ambulatorio de Laguna de Duero, Valladolid. Me espera mi dentista favorita,
porque necesito que me extraiga un molar molesto y puñetero, que, habiendo dado
de sí cuanto podía y tras haberme prestado muchos y sabrosones servicios, ahora
constituía una carga demasiado pesada y un compañero inaguantable.
Cautivo y derrotado,
helo aquí*, fuera de servicio. No vale ya ni para hacer un amuleto. Una cosa
buena tenía: dos hermosas raíces, que parecían cuatro. ¿Por eso dolería tanto?
Mirándolas ahora, casi me arrepiento de haber decidido extraerlo; recompuesto y
todo, estaba sano y podía durarme mucho tiempo, tanto por lo menos como el
implante que lo sustituya. ¿Lo sustituirá como mis impresoras y el disco duro
externo que acabo de reponer?
Mientras cavilo en
estas quisicosas, miro estas fotos recientitas que acaban de enviar nuestros
corresponsales en los Pirineos. Ahora desde los Llanos del Hospital, arriba de
Benasque.
Este letrero deberían haberlo mirado a tiempo, porque subir para no poder llegar ¡como que no!
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*Trabajo me costó que no fuera al contenedor de desperdicios. Es cosa sabida que la Seguridad Social no suelta este tipo de cosas; prefiere destruirlas antes que dárselas a sus legítimos propietarios. Pero lo quería tener, y se me concedió.
No estaba tan sano como a mí me gustaría. Se le ve una caries muy profunda y repararlo via endodoncia, laborioso; a la vista aparecen cuatro canalillos, o sea, cuatro perforaciones serían necesarias para anular completamente las extremidades nerviosas que lo controlaban.
Demasiado para mi cuerpo.
3 comentarios:
Sólamente decirte que cuando me acerco a tu blog siento una soberana paz,de la que tanto estoy necesitado.Saludos cordiales
Javier.
Total ¿para qué la querías? te hacía sufrir lo indecible pues ¡fuera!. Cuídate, Miguel, que ya los años se nos van notando.
Besos
Gracias palimsesto, o sea Javier. No pretendo otra cosa. Si te sirve, toma lo que quieras.
Un saludo también cordial
Julia, jopelines era mía y me ha acompañado durante casi toda mi vida; me cuesta mucho separarme de las cosas, así que imagínate cuánto de las personas.
Por cierto, la he puesto junto al despertador, encima de la mesilla del dormitorio.
Besos.
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