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A Rafael Fernando Navarro le
duele su pastor alemán. Su ausencia. Desde que “se le hizo mayor la muerte,
todo es más hermoso porque es más triste. Todo es más triste porque es más
ausente. Todo es más ausente porque es más hueco”.
Termina diciendo, no sé si
resignado o convencido: “Mi pastor alemán cuida (ahora) un rebaño de olas y
las lleva hasta los pastos azules de la luna”.
Al actual ministro de
Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, le dolían antes los plazos según los cuales la ley
contemplaba si procedía o no permitir a una mujer desprenderse de lo que
empezaba a gestar. El aborto le dolía.
Tiene la suerte de que ya ese
dolor desaparece en cuanto él proponga un cambio, esta vez en base a supuestos.
Habría que preguntarle si no
le duele no saber qué le puede doler a una mujer que no tiene capacidad de
decidir, ni siquiera de opinar.
Al juez Baltasar Garzón le dolían, en
el estricto cumplimiento de sus deberes profesionales, el olvido de causas
condenadas a la oscuridad de los registros clandestinos. Y por tratar de
superar ese dolor, ahora está experimentado el dolor de verse juzgado por sus
mismos pares.
A las personas, -ahora pocas,
vendrán más-, que ayer en la mañana han relatado sus experiencias de asesinatos
sin juicio, de muertes matadas, de odios premeditadores que obraron con
alevosía, y que se duelen de los silencios ominosos, las trampas alevosas y,
por supuesto, la ausencia irremediable ya de sus mayores o iguales, se les está
permitiendo hablar y desahogarse en medio de una corte mayor con todo lujo de
detalles. ¡Quién podrá mostrar un dolor como su dolor!
A mí me está doliendo desde
hace dos largos días una muela que no tenía por qué, para eso está
endodonciada. Pero con ibuprofeno y una fuerte dosis de amoxilicina seguro que
puedo soportarlo y, eso espero, superarlo.
Y es que la vida puede ser
mucho más sencilla y bastante más agradable si pequeños gestos que nada
cuestan, en lugar de evitarlos negándolos, nos molestamos un poco en
realizarlos. Quitar, propiamente, no quitarán; pero si es verdad que las penas
con pan son menos, un dolor expresado en libertad, escuchado con respeto, y
atendido con solicitud, como si desapareciese…
Sí, por supuesto, es un
artificio. Pero si miramos este vídeo con ojos limpios, podríamos convenir en
que resultaría sumamente interesante probar, por ver qué pasaría si…
3 comentarios:
Miguel Angel, hoy nos traes una hermosa entrada. Me ha gustado.
Reivindicar el dolor de esa gente, no olvidar porque el daño no se olvida, pero si restituirlo de alguna manera...en este presente y hacer justicia.
El dolor es mi compañero también, fiel por lo que parece y es que a mi los amores hondos, me duran toda la vida.
¡cuidate esa muela!
El video ya lo conocía y es un buen ejemplo a seguir.
Un abrazo.
¡Hola Míguel! esta mañana intente entrar en tu casa sin éxito, porque una nube de nieve revoloteaba sobre el Benicadell, es la primera del año y ha sido moderada, dicen que esta noche y mañana será la güay.
La leña está preparada, en su sitio, así que nieve.
Las heridas que producen dolor y no hay restitución son las que mas duelen, porque cuando "alguien" hace daño sin querer y pide perdón tiene que preguntar a continuación ¿ puedo hacer algo para aliviar, en lo posible, el daño qué te hice?. Pero aquí se niega el dolor producido, no se reconocen heridas, ni pérdidas, ni derecho a recuperar los restos de seres queridos.
Se ha hecho durante mucho tiempo, negar lo evidente.Echar tierra sobre todo, para que nadie vea, para ocultar, ahí está el asunto y la perversión, en la negación. Y lo hacen quienes creen en el cuento de la serpiente y la manzana " no fui yo, la serpiente me engañó...".
Cuando hay ganas de cerrar heridas, primero hay que reconocer que hay heridas, y sacarlas para que la luz y las manos de expertos las puedan curar.
Continuamos en la Edad Media, ya te lo comenté.
Quizá algún día pueda suceder eso tan precioso, de momento me quedo con la ternura de esta hermosa mujer que solo pide curar su herida.
Besos
paratilibre me alegro de que te haya gustado. Me dolió mientras la escribí. Física y anímicamente. Y mientras el ibuprofeno y la amoxicilina van obrando, el otro no aminora. Así están las cosas. Ah, y también a mí al levantarme por la mañana suelo descubrirme molestias diversas, unas se van y otras se quedan. Un abrazo.
Laura, qué suerte tener a la vista tal paisaje. Disfrútalo. Lo otro, seguiremos padeciéndolo mientras otras personas no encuentren una solución que sea verdadera para su dolor. La ternura es buena compañera, sola resulta insuficiente. Besos.
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