Si según mis convicciones nadie desaparece engullido
por la nada, con Leonard Cohen se ratifica mi creencia.
Tardé en conocerlo. Tiempo que perdí. Desde entonces
me acompaña. Continuará haciéndolo, si Dios quiere, hasta que, como él, también
considere –Dios, por supuesto– que ya estoy listo para morir.
Pero no, que aún tengo cuerda para rato, y necesito aprovecharla para disfrutar lo último suyo, aunque no sea lo mejor; es su despedida.
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