En mi casa estamos de
obras. Doce malditos peldaños van a ser evitados tras más de cincuenta años
penando para volver a comer, a merendar o con la bolsa de la compra. Tiempo nos
ha llevado acordarlo, pero afortunadamente lo que tiene que llegar, llega
aunque sea tarde.
El ascensor va a
estar situado a la altura de la calle. Y ruego para que el alcalde de mi
localidad no se le ocurra modificar el nivel de la misma, no ya con respecto al
río Pisuerga, sino con referencia al elevador que va a estar pronto remozado.
Como las fotografías
son suficientemente ilustrativas, no añado más.
Pero una cosa sí me
llama la atención. En mi planta, el quinto, el botón de llamada indica una flecha
hacia abajo. ¿Será que no se le puede utilizar para subir?
Cuando yo era un
jovenzuelo se usaba en ambos sentidos, subida/bajada. Y con harta frecuencia,
porque los vecinos y vecinas nos visitábamos, no sólo en plan de cortesía, sino
para compartir labores, chapuzas y chismorreos.
Tengo yo muchos
viajes realizados a la azotea, que era común, a casa de Lola la del octavo o a
ver si en el primero izquierda estaba mi mamá dándole a los puntos y a la
lengua con las hermanas Abad. Y el señor Satué, del cuarto derecha, cuando me
necesitaba para que le sujetase mientras él le daba al limatón, también lo
usaba para llamarme aunque sólo fuera por un piso de distancia.
Ahora parece que ya
no se estila ni visitarse ni pedirse sal o aceite, harina para un rebozado o
pimienta para un revuelto.
¡Qué tiempos aquellos
en que los tabiques y los peldaños se salvaban a base de entusiasmo y relación
cordial! El ascensor sólo era una pequeña ayudeja. Y cuando fallaba, que
ocurría con frecuencia, no era óbice para que gritáramos desde abajo o desde
arriba ¡¡¡ascensor!!!
A lo cual se respondía,
desde arriba o desde abajo, ¡¡¡ya vaaaaa!!! Dicho con el mejor de los estilos,
es decir, con modales.
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