Verano 1990 |
El domingo ya no
estabas con nosotros, aunque hablabas de volver a casa el lunes. Te pillé
hablando de la “fábrica”, porque eras hombre fiel, y de costumbres. “El primero
en llegar”, estabas diciendo en ese momento. Tuviste a gala cumplir. Con el
deber, con las amistades, con la palabra…, con los hechos. Hechos, repetías;
hechos…
Cayo, siempre estabas
disponible, siempre al pie del cañón. Sin darte a notar, sin figurar, como en
la sombra. Buena sombra la tuya, excelente cobijo, remanso de paz.
No te gustaban los
amasijos; de una en una, con orden, sin aparvar cosas. A tu ritmo, sin
apechugar, antes de que nadie lo advirtiera ya tú lo habías empezado y dejado
aderezado para que los demás continuaramos hasta terminarlo.
Un único temor, las
culebras. Tenías ese don, que para ti era terrible. Por donde fueras, allí te
las topabas. Incluso donde no era campo. ¿Te buscaban o las llamabas? Siempre
me quedaré con esta duda.
Hombre de consenso,
no fuiste rompedor en nada, ni falta que te hizo. A las duras y a las maduras,
servicial y silencioso, tampoco te callabas ni pegabas la espantada ante lo que
fuera.
Verano 2009 |
El aviso de tu
partida me ha llegado haciendo cosas. He continuado haciéndolas y es ahora
cuando pienso en ti, al escribir estas líneas. Tú habrías hecho igual que yo.
Lo que es, es; no hay forma de cambiarlo. Lo que podamos hacer, eso sí depende
de nosotros.
¿A que sí, Cayo?
1 comentario:
Cayo, un hombre simpático y muy agradable al que se le va a echar de menos. Descansa en paz.
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