El Gumi ladra a todo
lo que se mueve; y si es un ente inmóvil, según como le dé. Tiene buen
carácter, pero ladra. Y sobre todo a otros perros. No le importa si son grandes
o pequeños, machos o hembras, perros del hortelano o perroflautas. Él ladra.
Otra cosa es si
muerde. Y no; él como su padre, tiene la boca floja y apenas si acaricia cuando
le aproximas la mano. Pero ladra, el muy condenado.
En mi barrio se ríen
cuando le oyen, y tal vez alguien puede que se moleste cuando transita con su
mascota por la calle y recibe los saludos vocingleros de este animalucho.
Cuando es alguien extraño el que circula, rápidamente aparta a su animal de
compañía o aprieta el paso para salir cuanto antes de la zona de conflicto.
Gumi es perro
ladrador que mantiene en vigor la ley de referencia: poco mordedor.
Luego vienen las
interpretaciones. Que qué mal educado lo tienes. Que cómo va a ser para él la
calle entera. Que si esa raza es tal o cual. Que menuda alegría hay en el
barrio cuando sale Gumi de paseo. Aquí también se da el cumplimiento de la ley:
tantas cabezas, tantas sentencias.
Supongo que al
interpretar, cada quien lo hace desde su posición y circunstancia. Porque a la
vista de los hechos, Gumi sólo ladra, y es tan claro como el agua.
Los indignados contra
los desahucios vocean en algunos lugares. No en cualquier parte, van a tiro
fijo. No muerden, aunque importunen. Se expresan sin violencia y dando sólo
notoriedad a su protesta. Bueno pues una señora muy encopetada los tilda de
nazis, así con zeta. Eso es una interpretación perversa. Más, yo diría que es
un insulto. A ella debería reprenderla alguien con autoridad, por pasarse de
lista (o mala). Esto es sólo un ejemplo de cómo se llega a interpretar un gesto
que es sólo eso, un gesto.
Unos bestias han
hecho explotar dos artefactos en Boston, Massachusetts, USA. Muertos y heridos,
y terror en las calles. Mientras en algún lugar siniestro, no menos siniestros
personajes se autovitorean por el daño infringido sobre el enemigo, una ciudad
entera llora a las víctimas y se pregunta por qué tanta salvajada. Un mismo
hecho, dos interpretaciones.
Una multitud esperaba
a la Pantoja y a otros cuantos a la puerta de los juzgados. ¿Para agasajarlos o
para apedrearlos? Depende.
A Francisco, el papa,
le están siguiendo la pista y en cuanto pillan algo, lo que sea, lo destacan.
El papa esto, el papa lo otro; sonríe, abraza, desciende, entra, lava, dice… Y
ahora viene el momento de interpretar. Claro que ya el simple hecho de
publicarlo…
Muchas ganas hay en
una parte de sacar, incluso exprimir, de esos gestos consecuencias
desorbitadas. Afán no falta en la otra, también por su parte, de dejarlos en
nada.
No termino de
entenderlo. Pero así es la cosa.
Y ahora viene la
pregunta que no paran de hacerme: Y tú, ¿qué opinas de este papa? Mismamente,
oye, la misma que se hacían en aquel pueblo sus gentes, cuando apareció un
curilla con pantalón rosa y melena al viento.
Si de mí dependiera,
la pregunta debería ser ¿qué esperas, si es que esperas algo? Hay diferencia.
El que opina, sólo habla. El que espera… cuando menos se expone; y tal vez
también se compromete.
2 comentarios:
..y el que espera, desespera. Esperar algo es muy arriesgado porque si no es lo esperado, zas, te llevas un chasco, así que mejor no esperar nada concreto y estar ojo avizor para ver qué es lo que hay, sobre lo que sea, y una vez haya lo que haya valorar, opinar y decidir si gusta o no gusta. Ya sé que esto es cómodo pero hay filosofías que ya avisan de que si deseas (esperas) algo es probable que te decepciones. Así que....
Besos
Esa es otra manera, claro. Sírvase usted misma.
Besos
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