Son perros, son
beagles, son de una edad similar. Incapaces de morder, son cariñosos y
tranquilos, y si ladran es más para llamar la atención que para asustar al
personal. En campo abierto son incorregibles e insaciables, y en casa como osos
de peluche: así los pones, así se quedan. Ahí se acaban las
semejanzas/coincidencias.
No se les puede
aplicar aquello de “somos iguales, somos diferentes” que campeó por orden del
Consejo de Europa en 1996, porque la frase pretendía movilizar a la juventud
europea contra todo tipo de racismo, xenofobia, intolerancia y antisemitismo.
Al tratarse de animales irracionales, no les corresponde. Tampoco les hace ninguna falta; ellos pasan de ella.
El de la izquierda
está para servicio de experimentación de unos laboratorios en una unidad
veterinaria [Omito más información para evitar atentados y represalias]. El de la derecha está para servicio de compañía de un servidor [Tiene, pues, domicilio perfectamente identificable para quien quiera saber más]. El
de la izquierda tiene sólo un número. El de la derecha se llama Gumi. El de la
izquierda come, bebe y duerme según se lo cronometran y dosifican. El de la derecha lo
hace cuando le peta.
¿Sigo?
El de la izquierda
tiene miedo, está triste y enjaulado. El de la derecha es feliz y
descarado, ansioso por dar gusto y se deja enganchar con la correa porque sabe
que entonces hay paseo.
Tal que como el
animalito de la izquierda recuerdo que estábamos demasiados para aproximar una
cifra allá, años antes de 1978: asustados y tristes, sin futuro y con un pasado
que pesaba hasta anularnos. Mismamente entre rejas y encadenados.
Ahora estaremos
indignados, cabreados y hasta con ganas de morder; pero erguidos, conscientes
de nuestra propia dignidad, libres y sin cadenas.
No es un libro santo,
ni sagrado, ni nos lo enviaron unos extraterrestres, ni está en él escrito el
camino de ningún tipo de salvación. Tampoco es inalterable, ni eterno. Sólo es
la expresión de nuestra voluntad común en un momento dado de nuestra historia;
así somos y así queremos seguir siendo por ahora. Y cuando pensemos que
queremos serlo y hacerlo de otro modo nos lo proponemos y lo decidimos. Sólo es
nuestra Constitución. O si se prefiere, nuestra Carta Magna. La decidimos un día
como hoy, hace 34 años. Ni nos la regalaron, ni ha resultado gratis hasta
ahora. Goza de buena salud, pese a pequeños achaques de fiebre y de mala digestión.
Con algunos pequeños arreglos puede servirnos de guía durante, por lo menos,
otra generación, o sea, otros treinta y cuatro años.
Exactamente los que
me faltan por vivir.
2 comentarios:
Gumi me parece una preciosidad de perro, una mirada expresiva, me gusta esta raza, aunque a mi primo le mordió no se cuantas zapatillas, la puerta de entrada de madera, varias patas de una silla...encantadores.
La constitución vigente, que no es eterna y puede cambiarse así que un gobierno tenga mayoría y lo haga por decretazo (eso creo).¡que mal está España!, ¿tu treinta y tantos piensas vivir más?...yo no.
Feliz día de dicha Consti.
Este individuo de raza canina se ha trillado mis pantuflas, los almohadones de mi sofá, me ha mordido los dedos de los pies y aún ahora, con tres años largos, usa sus dientes con mucha maestría para tirarme de la barba. Por lo demás, un encanto.
En cuanto a la consti, pues es la que tenemos, y si cambia que sea para mejor.
¿Años de vida? Los que sean, no pretendo acaparar. Si mañana lo vivo y disfruto, ya pensaré en pasado mañana. Esa frase sólo está dicha para que hubiera un final redondo en la entrada.
Feliz día
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