Pero la primera que
habló no fue María, para presentarse y decir que era madre de un precioso niño.
Empezó la cosa con la
aparición de todo un cortejo de personajes, de tamaño más bien reducido, pero
con labia y prosapia, más que estudiada, aprendida. Necesitaron la ayuda de una
silla, de las de antes, como la que usaba mi abuela para hacer calceta, para
llegar hasta el micro. Pero ni falta que les hacía, porque sacaron voz
suficiente para que les oyéramos perfectamente. Entre pastorcillos y
pastorcillas, angelitas y angelitos, herreros y carpinteras, tejedores y
lavanderas, hicieron el relato completo del evento.
No faltaron estrellas
con piernas, beduinos de áspero pelaje, labriegas de aquí y de allá, papás y
mamás noeles, pajes de uno y otro sexo, y personal de calle o en chándal.
Luego habló José, con
salero aunque iba vestido de fraile menor con capucha, es decir, de monje
mendicante. Y a continuación su esposa, putativa o como fuese, de raso y con pantalón
rosa, y dijo lo que ya está arriba anotado.
Les tocó el turno a
la vaca y a la mula, aunque ya se les notaba quiénes eran; aún así hablaron; en ese momento su espacio natural no estaba vacío, unos cojines lo llenaban. A
continuación llegaron los reyes, y también dijeron unas cuantas cosas. Pero los
camellos ni aparecieron ni hablaron.
Al fondo del todo
papás y mamás de verdad, hermanitos y hermanitas, que escucharon atentos, pero
luego se desbocaron al cantar los villancicos.
Fue nuestro auto
navideño que cada año montamos en vivo y en directo.
No fuimos fieles al
texto, ni pusimos estrella en el cielo; tampoco nos planteamos si sucedió en
Belén o en Nazaret, si magos o reyes o simples curiosos… No hubo silencio en la
noche, el buey fue vaca y la mula, mula.
Al final recogimos
algunas plumas… algún angelito/a pudo tener problemas para llegar de vuelta a
casa.
2 comentarios:
¡Oye, estabas al completo! Está bien eso de que el espacio sea para los ciudadanos ¿verdad?. No esperaba menos de ti, claro está. Muy bonito y muy emocionante.
Besos
No he conseguido transmitir el acto. El ritmo que le dieron al asunto, la alegría y lo bien que recitaron debió relatarlo otra pluma, o tecla; la mía fue demasiado sosa.
Besos
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