A ver si se me pasa

 

Como necesito desfogarme y el aviso estaba dado, he entrado en faena, que para mí consiste en hacer chapuzas. Mientras trabajo manualmente no cavilo. A ver si bajo la tensión y de paso hago algo positivo.

El caso es que en mi “casa” hay veintiocho persianas. De esas malas, de plástico, que furrulan si las mimas; que si no, quedan pingando de medio lado y dan lástima.

Como soy algo apañado, las suelo tener a punto. Pero con tantas manos subiéndolas y bajándolas, siempre hay que estar al loro para que estén en buen uso.

La de ahora no avisó. Claro que tampoco fue descuido. Simplemente se soltó. En un pis pas lo soluciono.

Y así ha sido, exactamente diez minutos.

Pero no. Ha sido algo más. Me olvidé dentro de la caja el destornillador que puse para sujetarla mientras anudaba la cinta. He tenido que volver a desmontar la tapa para recuperarlo.

Averías así me ocurren con cierta frecuencia. Tengo las herramientas justas, por eso sé si me falta alguna. Lo malo es recordar dónde la puse.

En este caso, no lo dudé: la dejé adentro.

Ya la he sacado y la persiana funciona.

No me extraña que Irene no quiera irse al centro cívico. Allí los avisos tardan meses en atenderse. Aquí, al momento.

En el matadero se han soltado varios azulejos de la calle dos. Hace casi un mes, y las cintas están para indicar que ahí no se puede nadar. Está dado el aviso. ¿Tal vez después del verano? Supongo. No van a vaciar la piscina… total por unas placas de más… Además, para eso están las piscinas descubiertas, para usarlas. Si quieres más calles disponibles, vete a la calle.