No soy yo, pero como si lo fuera |
He puesto al día los
libros de registro de la Parroquia. Parece una bobada, pero me cuesta dios y
ayuda realizar esa cosa tan tonta de manuscribir datos en un librote, cuando
los tengo perfectamente registrados vía ordenador.
No voy a molestarme
en añadir adjetivos, porque serían todos descalificantes, pero sí decir que me
parece obsoleto, incómodo e inútil.
De momento hemos
descartado ya llevar así las cuentas. Con una hoja de cálculo la anotación es
rápida y los ajustes instantáneos. Nada que ver con aquel mamotreto lleno de
filas y columnas que no cabía sobre la mesa y que había que sumar de izquierda
a derecha y de arriba a bajo hasta que cuadrase.
Pero para los
bautizos, las confirmaciones, los matrimonios y las defunciones, no queda otra
que mantener la forma tradicional, porque así lo mandan las ordenanzas.
Lo voy dejando,
porque me da pereza ponerme a ello. Pero, claro, llega un momento en que ya no
se puede dilatar más, porque el montante de la espera puede ser tan grande que
se convierta en imposible de realizar. Así que de muy tarde en tarde me
espabilo la galbana y lo hago.
Esta tarde he dejado
al día todos los libros. Están para pasarles revista.
No ocurrirá tal. Creo
que no me los visan desde por lo menos doce años. Y así están, esperando el
santo advenimiento.
Antiguamente lo hacía
el arcipreste, y con su firma y su sello ratificaba que estaban en orden. Luego
se dejó para la visita pastoral, de manera que fuera el propio obispo, o quien
en su lugar designase, el que firmase el visto bueno.
Ahora, propiamente,
no sé a quién le corresponderá. Yo, por si acaso, ya digo, de tarde en tarde
los pongo al día.
Y mientras hacía mi
trabajo, Berto estaba tumbado entre mis pies. Cuando me cansaba y levantaba
para estirar un poco las piernas y los brazos, el bendito Berto también se
levantaba y me seguía. Si me sentaba en un banco del jardín, allí iba él y se
echaba a mi lado. Si me dirigía a la cocina a prepararme una tila, él desde la
puerta me observaba despatarrado sobre el suelo. Si iba al retrete, hasta allá
llegaba él. Y cuando volvía al trabajo, otra vez se situaba entre mis pies.
Gracias a Berto, se
me ha hecho bastante agradable la tarea.
Moli mientras tanto
no hizo acto de presencia. Y Gumi zascandileó por el jardín, hasta que cansado
se echó cuan largo es en el umbral de la puerta de casa.
Sí, ha resultado una
tarde completa.
2 comentarios:
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¡Menos mal que no añadiste adjetivos que si no...!
"obsoleto, incómodo e inútil." Pero las cuentas sí que les importa que seáis ágiles, ahí la cosa cambia, nada de dejarlas pa otro rato, esas, ordenador y al día; ¡cómo se les ve al plumero a los jerarcas!. Bueno, en lo que a ti respecta, para algo te habrá servido, no sé muy bien para qué, pero para algo será.
Por cierto, Pablo es un cachondo nos hace copiar su link para toparnos con un dedito la mar de simpático; podrías enseñarle cómo se pone en "azulito" para que sea más fácil.
Besos y tirón de orejas para tus tres mosqueperros.
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