Mi madre insistió en que de ninguna manera quería que se la enterrara. Y solía decirme: "Vosotros haréis lo que os parezca, pero si me hacéis caso yo quisiera que me incinerarais y me tirarais al mar en Alicante." Eso me lo dijo muchas veces, durante los largos paseos que dábamos después de comer por las calles de la ciudad.
Desconociendo que también se lo había comentado a mi hermano, yo rumiaba sus palabras y trataba de compaginar sus deseos con lo que era habitual no sólo en la sociedad en la que estábamos sino también en nuestra tradicional y católicadetodalavida familia. No es que tuviera particulares problemas que resolver, porque su voluntad era clara, y eso es lo que habría que hacer. Pero no deseaba contravenir ni tampoco herir la mentalidad mucho menos desinhibida de mi padre, nada proclive a cosas novedosas en contraposición a la de mi madre, mucho más abierta y despreocupada de reglas, tradiciones y usos y costumbres.
Todo fue mucho más fácil. Mi padre la sobrevivió apenas dos meses sólo, y sorprendentemente aceptó gustoso que las cenizas de mamá estuvieran entronizadas en casa durante lo que resultaron sus últimos días de vida.
También a él le incineramos, de modo que estuvieron ambos juntos en sus correspondientes urnas, en el mismo lugar de lo que fue su vivienda habitual durante los 43 últimos años de su vida matrimonial. Ella sola exactamente 63 días, los dos juntos apenas 11.
Él reposa junto a su familia, en el pueblo, con los de su sangre y linaje.
Ella donde deseaba, al sol, mecida por las aguas, hablando con los peces…
Así se lo conté a mi hermano, que él no pudo estar y me tocó hacerlo a mí, aunque no solo, que me busqué una buena compañía, a la vuelta de la costa.
Desconociendo que también se lo había comentado a mi hermano, yo rumiaba sus palabras y trataba de compaginar sus deseos con lo que era habitual no sólo en la sociedad en la que estábamos sino también en nuestra tradicional y católicadetodalavida familia. No es que tuviera particulares problemas que resolver, porque su voluntad era clara, y eso es lo que habría que hacer. Pero no deseaba contravenir ni tampoco herir la mentalidad mucho menos desinhibida de mi padre, nada proclive a cosas novedosas en contraposición a la de mi madre, mucho más abierta y despreocupada de reglas, tradiciones y usos y costumbres.
Todo fue mucho más fácil. Mi padre la sobrevivió apenas dos meses sólo, y sorprendentemente aceptó gustoso que las cenizas de mamá estuvieran entronizadas en casa durante lo que resultaron sus últimos días de vida.
También a él le incineramos, de modo que estuvieron ambos juntos en sus correspondientes urnas, en el mismo lugar de lo que fue su vivienda habitual durante los 43 últimos años de su vida matrimonial. Ella sola exactamente 63 días, los dos juntos apenas 11.
Él reposa junto a su familia, en el pueblo, con los de su sangre y linaje.
Ella donde deseaba, al sol, mecida por las aguas, hablando con los peces…
Así se lo conté a mi hermano, que él no pudo estar y me tocó hacerlo a mí, aunque no solo, que me busqué una buena compañía, a la vuelta de la costa.
Y si ahora alguien va y me dice que cómo se me ocurre contar aquí, en público, lo que es intimidad familiar, le respondo que ya aprendí a prescindir del pudor ñoño que oculta lo que es real, tal vez por miedo al juicio extraño, y que quiero decirlo en alto, porque pudiera ocurrir que alguien más estuviera en las mismas circunstancias y no tuviera quien le ayudara a dar el definitivo paso.
Si tal ocurriera, que sepa ese alguien que a mí me tocó hacerlo, y que no tuve ese apoyo, pero que lo hubiera agradecido, si se me hubiera ofrecido.
Si tal ocurriera, que sepa ese alguien que a mí me tocó hacerlo, y que no tuve ese apoyo, pero que lo hubiera agradecido, si se me hubiera ofrecido.
5 comentarios:
Historia sensible y conmovedora. La he leido dos veces porque atrae su lectura e invita a la reflexión. Una historia de amor y de encuentros, de vidas que se unen y, aunque se separan cuando dejan de ser vida, se reencuentran en tu mensaje y en tu recuerdo. Tus padres sobreviven en tu memoria, de la que has tenido a bien hacernos partícipes. Castilla y el Mediterráneo no están tan distantes como parece. En el fondo todos somos mediterráneos, y aunque vivamos en el interior sentimos en nuestro rostro las brisas de ese mar eterno, donde tu padre reposa al cobijo de ese esplédido baluarte que es el Peñón de Ifach, donde todas las civilizaciones del Mediterráneo se han dado cita.
Lo primero, darte las gracias, Miguel Ángel, por tus indicaciones, que me han resultado muy útiles.
Lo segundo felicitarte por esta entrada tan emotiva y tan preciosa, sobre un momento tan sensible para la familia y las personas que pierden a un ser querido.
Mi padre nunca dijo lo que quería que hiciéramos, estaba claro, puesto que él mismo había comprado su puesto en el cementerio de Lorca, junto con dos más, uno donde se enterró a mi abuela Bibiana, su madre, y otro para mi madre. Creo que quiso tener cerca a las dos mujeres que más quiso en esta vida. Para mí no es importante qué se haga con el cuerpo de las personas, sino el recuerdo y el amor que se tiene por ellos.
Yo ya lo he dicho, que aprovechen lo que puedan de mí, donando lo que se pueda donar, y lo demás, a su libre decisión. Lo que menos problemas dé. Realmente me da lo mismo. Me parece que la muerte y todos sus ritos es cosa de la vida. Al que se va, ya no le importa todo eso.
Por cierto, la decisión de tu madre me parece precisamente de un vitalismo admirable. Debió de ser una gran mujer.
Gracias, Fernando, gracias, Clares, de mañana os encuentro por aquí, y me alegráis. Hoy es sábado y la vida sigue, pero no hay rutina, que el sol luce y aunque no llueve, y bien que hace falta, siempre habrá algún motivo para mantener la alegría, la esperanza y por supuesto el disfrute de las buenas compañías. Y vosotros lo sois, vive el cielo que es verdad.
Querido Miguel Ángel , como te comprendo...
Nosotros siempre hablábamos que al morir nos incineraran, que nos gustaría descansar para siempre en el Mediterráneo.
El primero en morir fue nuestro hijo José Luís con 32 años, va hacer doce años que se fue.
Reposa en Benicasim, era su lugar de trabajo su pueblo de acogida, le gustaba, allí fue muy feliz.
Mi hijo siempre decía: (La Mar) es el mejor sitio para descansar, para ser eterno".
Nunca pensamos que nuestro hijo iba a ser el primero en irse.
Hace tres años murió mi marido y también descansa en el Mediterraneo, en Benicasim junto a nuestro hijo.
Se que desde que ellos reposan allí, (La Mar) es más bonita, que las sirenas los acunan, que el agua que se evapora se convierte en lluvia y las gotas son sus caricias, que cuando me baño me besan es la única manera de tenerlos y tenerme.
Miguel Ángel tu comprendes mis sentimientos.
Me alegro que tu querida madre repose en un lugar tan bonito del Mediterráneo.
Yo deseo encontrarme con ellos en ese mar para ser eternos.
Un besico.
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