Tengo para mí que esta tarde, cuando Francisco papa
ha citado a tanta gente que contribuye al bien común haciendo cosas buenas —en
su homilía en el rezo solemne de Vísperas y canto del Te Deum en el Vaticano—
no pensaba en quienes hacen sufrir a seres inocentes aunque no hacen obras
malas. No puede estar el hombre en todo; hace lo que puede y llega hasta donde
llega.
Por eso esta noche no saldré de casa y trataré de
calmar a mis amiguitos abrazándolos mientras el personal saluda al año nuevo
con salvas de artillería made in china.
También yo me alegro de que acabe 2017; me tiene
harto. Pero no tengo motivos para festejar a 2018, que supongo sea más de lo
mismo.
Agradezco de corazón los buenos deseos que me han
hecho llegar por los diferentes conductos al uso quienes me conocen de cerca y
de lejos, en profundidad o superficialmente… Muchas gracias a todos.
Espero ser suficientemente espabilado para inducir
mi conducta en la línea de sus indicaciones. Deseo, a mi vez, que, ya que se
han molestado en exponerme las numerosas maneras de ser feliz, por su parte
también hagan lo propio con sus propias posibilidades. De tal manera, entre
todos tal vez consiguiéramos encarrilar los asuntos comunes de la mejor manera
a nuestro alcance.
¡Qué otra cosa, sino esa precisamente, puede
interesarnos a todos!
Bueno, y también, que tengamos en cuenta a una parte
sustantiva de nuestra especie humana que no tiene nada que celebrar porque nada
tiene y nada espera: seres que seguirán olvidados, aunque formen parte de
estadísticas y se los utilice como argumentos (excusas) políticos.
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