Tengo encendido el televisor y he oído la pitada.
Estoy, también, avergonzado, pero sigo ahí metido,
entre la muchedumbre, difuminado pero representado.
No pretendo alardear de nada, pero con mi pueblo,
perdido entre la multitud de participantes, estoy presente por persona
interpuesta, como en tantas otras ocasiones.
Y desoigo otras voces y desatiendo otras miradas que
me increpan y recriminan por estar.
Sé que estoy muy bien acompañado.
Con todos y por todos quiero ser compañero, a pesar
del miedo.
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