Pues sí, nos juntamos todos, o casi; no los conté, pero hacíamos bulto.
Primero en un cine que nos hemos encontrado, que resulta que ha pasado a
nuestras manos por esas cosas de la vida y de las herencias. ¡Cuántas pelis de
vaqueros en sesión doble he visto yo en el Cervantes! Coqueto y pinturero, a
partir de ahora va a servir además para otros menesteres. Como al que tuve el
gusto de asistir ese día, una charla o conferencia. Aunque más bien consistió
en un desgrane de experiencias de un buen cura palentino que nos relató parte
de su vida. El asunto trataba sobre las bondades de ser cura. Ahí estuvimos a
primera hora.
Luego nos dirigimos al Santuario para la magna celebración eucarística.
Y buen magna. Yo hubiera deseado una cosa sencillita y familiar. Pero no fue el
caso. Con ribetes de pontifical, no le faltó detalle; tampoco
tiempo: hora y media. Quienes participamos sin revestirnos –con ropa de calle–
observamos esos bancos vacíos tanto al comienzo como a la terminación. Incluso
el himno a nuestro patrón San Juan de Ávila fue cantado íntegro a pleno pulmón
por quienes ocupábamos los bancos traseros, vacíos los delanteros, porque los
“revestidos” ya se habían pirado. Por cierto, el acompañamiento del órgano me puso
los dientes largos.
Finalmente, la tercera estación también tuvo lugar justo al lado, en el
Centro de Espiritualidad. Ya me parecía a mí que los trabajos de aquel día, en
que Fernando pulía aquellas baldosas de los tiempos de Felipe II para sacarle
la cera de siglos, tenía un cometido muy especial: convertir el enorme pasillo
en comedor principal. Allí nos congregamos finalmente para compartir mesa y
charla, cordero y vino de la tierra.
A las cinco de la tarde, con el cuerpo amuermado de no gozar la siesta,
salí al jardín aparcamiento y pedí en “Acogida” que me abrieran el portón. A lomos de mi bici recorrí
el final de José María Lacort, giré a la izquierda –desobedeciendo una señal
que lo prohíbe– para embocar Alonso Pesquera, luego otra vez a la izquierda
para pasar por delante de la puerta santa del Santuario y me dirigí hacia el
sur, el lugar que me corresponde.
Atrás quedaban la corte y sus cancillerías.
1 comentario:
Miguel, de esta entrada no he entendido casi nada, salvo que has cometido una infracción de tráfico. No sé quienes son "nosotros", no sé "quiénes" han heredado el cine Cervantes y no sé porqué los revestidos no cantaron el himno de "nuestro santo patrón" y de quién es "santo patrón" San Juan de Ávila. La parte del Centro de Espiritualidad es más críptica si cabe salvo la comilona que os distéis. ¿Será que esta entrada está dirigida a esos "nosotros"?. Quizá, tal vez, pudiera ser....
Besos
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