Leo que el pan tiene fecha a término. Que cuidadito dónde lo ponemos y
cómo lo guardamos, porque los hongos y demás bichitos están a la que salta. Que
el pan nuestro de cada día es precisamente eso, de cada día. Que,
afortunadamente, no se puede atesorar, aunque nadie diga que no se pueda arramplar
de la boca del extraño.
Con pan y vino se hace el camino, y aún recuerdo que no hace tanto se
ajustaba el jornal en base a sacos de harina y pellejos del fruto de la vid. No
podían faltar en ninguna mesa, noble o plebeya, rica o pobre, honrada o
facinerosa.
Al hambre no hay pan duro, y por eso se le hacía durar, en el arca o en
la alforja, en casa o de camino.
Vivir del momento es peligroso, temer al futuro desestabiliza el ánimo y
pone en solfa la propia identidad. Sé quién soy ahora; ¿quién seré mañana?
Cuando uno no tiene en sus manos el porvenir, agarrarse a la fe y la esperanza
es el último recurso al que recurrir. Un programa muy completo sería si además
está la caridad, al decir de algunos cosa de chichinabo para suplantar a la
justicia. Triste panorama el que tenemos.
Por eso debe ser que Putin y Berlusconi se han trasegado una botella de
buen jerez, que ni era suyo ni se lo merecían. Visto lo visto, lo que se meta
uno en el cuerpo es lo que sale ganando. Digo yo que habrán pensado los dos
altos mandatarios.
¿Qué pasará el próximo domingo? ¿Qué comeré mañana? Una semana, un día.
La niña de Lesbos ya no se hace preguntas, afortunadamente para ella su
presente es también su futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario